¿Por qué Carmina Burana sigue siendo un éxito?

La Orquesta Sinfónica de Chile y el Coro Sinfónico de la U. de Chile presentan cinco funciones de la obra de Carl Orff desde este fin de semana. Estrenada hace exactos 80 años, la pieza se repite cada año en las temporadas de conciertos. ¿Por qué? “La gente no se agota”, dicen sus intérpretes.

La Orquesta Sinfónica de Chile y el Coro Sinfónico de la U. de Chile presentan cinco funciones de la obra de Carl Orff desde este fin de semana. Estrenada hace exactos 80 años, la pieza se repite cada año en las temporadas de conciertos. ¿Por qué? “La gente no se agota”, dicen sus intérpretes.

La anécdota es conocida: luego de un victorioso estreno en la Ópera de Frankfurt, el 8 de junio de 1937, el compositor alemán Carl Orff, entonces de 41 años, le escribió a su editor un par de líneas tajantes: “Todo lo que he escrito hasta ahora, y que usted, desafortunadamente, ha impreso, puede ser destruido. Con Carmina Burana comienza mi trabajo seleccionado”.

Orff no lo sabía entonces, pero el tiempo volvió casi innecesaria y hasta irónica su advertencia. 80 años más tarde, su nombre está irremediablemente asociado al de Carmina Burana y ninguno de sus otros trabajos alcanzó tal nivel de popularidad. Tampoco los posteriores.

Basada en 24 poemas escritos por goliardos, entre los siglos XI y XIII, la pieza se estrenó tal como la había concebido Orff desde un inicio: dividida en una introducción, tres partes y un final, que fueron interpretados por tres solistas, un coro y una orquesta, a quienes se sumó un trabajo coreográfico. Los textos de la obra, escritos en latín, alemán y francés, satirizaban a las autoridades y la Iglesia y celebraban los placeres de las tabernas, la naturaleza, el amor y la lujuria.

De alguna forma, es una pieza aislada en el tiempo. Fue concebida en pleno siglo XX, pero con la mirada puesta en el Medioevo. Y aunque fue estrenada en pleno auge del nazismo, con el que Orff supo conducirse hábilmente, sobrevivió al derrumbe y estigma del régimen, porque hasta hoy es parte habitual de las temporadas artísticas en diferentes ciudades del mundo. No solo eso: a fines de los ‘90, un artículo del New York Times daba cuenta de su alcance más allá de las salas de música clásica, rastreándola en una canción del rapero Nas, en una promoción de Southpark, en los conciertos de los alemanes Einsturzende Neubauten, en el soundtrack de Star Wars y en otras innumerables películas. Es de esas músicas que todas las personas pueden reconocer, aunque no tengan conciencia de aquello.

En Chile, ese fenómeno se ha replicado de una forma singular. El punto de partida es el Teatro Municipal de Santiago, donde el Ballet Nacional Chileno estrenó en 1953 la coreografía que había creado su director titular, el alemán Ernst Uthoff, junto a la Orquesta Sinfónica de Chile y el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile. Desde entonces, la obra se convirtió en repertorio habitual de estos dos últimos cuerpos estables, que volverán a ponerla en escena desde esta semana, con cinco funciones en Santiago y Valparaíso, dirigidas por la brasileña Ligia Amado.

Ligia Amado.

Ligia Amado.

¿Cuándo fue la última vez que la Sinfónica tocó el Carmina Burana? No hace tanto tiempo, a comienzos de 2015, pero eso no significó que la cantata estuviera ausente de la cartelera el año pasado, porque la Orquesta Filarmónica le dedicó tres funciones en diciembre, en el mismo Municipal de Santiago.

¿Cuántas veces habrá cantado el Carmina Burana el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile? Su director, Juan Pablo Villarroel, estalla en carcajadas al escuchar la pregunta: “¡Es imposible saberlo!”, dice. Luego, para graficar la constante presencia de la obra, retrocede hasta inicios de los ‘80, cuando él mismo se estaba incorporando a la agrupación: “Me acuerdo que la hicimos como 16 veces en un mes, una cosa así. El coro cantaba en la Escuela Militar, en el tiempo en que los militares estaban en la universidad, y nos mandaban a cantar allá. Era todos los fines de semana, jueves, viernes, sábado. Era una locura”.

Según el director, esa permanente presencia incluso tiene curiosos efectos colaterales. El coro está tan habituado a cantar sus versos, que la costumbre lo traiciona: “Hay mañas y cosas de las que preocuparse. Muchas veces se canta de memoria y eso hace que se metan errores en la cabeza que son difíciles de sacar. Es una obra que históricamente siempre se ha hecho con ballet y esa versión es musicalmente distinta, entonces hay pausas que no están escritas, tempos más lentos que no están escritos, cosas que se hacían para el ballet y no están en la composición. Yo he tratado de ser lo más fiel posible a la partitura, con el problema de que el coro se sabe la obra de memoria y hace muchas cosas que no están escritas. Es algo que va más allá de la conciencia”, explica Villarroel.

Como sea, Carmina Burana no solo sigue tocándose, sino siendo una forma relativamente segura de tener las butacas ocupadas. “No siempre es el mismo público, es bastante transversal -dice Juan Pablo Villarroel. Es una obra muy conocida no solo porque se hace mucho, sino también porque la ves en la publicidad, en la televisión, siempre hay propaganda con esta música. No es algo ajeno a la gente, por eso se identifican con ella, porque uno se identifica con las cosas que conoce”.

De acuerdo al director, la composición sirve también como una forma de acercar al público a los conciertos de música clásica y, en particular, al Teatro Universidad de Chile: “No es normal que haya programas maravillosos con 400 personas, es decir medio teatro, y que diez funciones de Carmina se llenen. Hay un público que va a Carmina Burana y que no es el que se acerca siempre a las temporadas. Te lo digo en forma personal: tengo familia, primos, que cuando saben que se va a cantar, ¡me piden que los invite!”.

¿Qué es lo que tiene Carmina Burana que sigue atrayendo al público? En el artículo del New York Times, la crítica Ann Powers escribía que “su tenaz permanencia en la imaginación del público sugiere un poder que trasciende el desprecio de la mayoría de los críticos como una una pieza ingenua y exagerada. Carmina Burana existe entre lo alto y lo bajo, lo moderno y lo tradicional, recordando a los auditores lo seductor que puede ser cruzar esos bordes”.

Para Juan Pablo Villarroel, se trata de una obra “fácil de oír y rítmicamente interesante”, carente de armonías complejas: “Es como siempre clara y liviana, sin disonancias terribles”, describe. ¿Se aburrirá alguna vez el público de ella? “La impresión nuestra -responde el director- es que la gente no se agota. Cuando se hace, el teatro se llena. Siempre le va bien”.

¿Cuándo y dónde?

La Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Sinfónico de la U. de Chile presentarán cuatro funciones de Carmina Burana en Santiago: viernes 7, sábado 8, jueves 13 y viernes 14 de julio, a las 19:40 horas, en el Teatro U. de Chile. El sábado 15 de julio estarán en el Aula Magna de la Universidad Federico Santa María, en Valparaíso, a las 19:30 horas. Las entradas tienen valores entre $6.000 y $15.000, con descuentos para estudiantes, personas de la tercera edad y funcionarios de la U. de Chile. Disponibles en boleterías y en sistema Daleticket.

Más información en CEAC.





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