La expresión puede aparecer como impertinente o muy despectiva, sin embargo casi en todo el mundo entiende muy bien lo que es ser un parásito o un “cafiche”, como se les conoce más vulgarmente. Esto es, una persona que vive de los recursos ajenos, que no los obtiene como retribución a su esfuerzo o talento. Por esto que en el desprestigio, prácticamente universal, de la clase política se dice que son sus integrantes los primeros parias del estado, cuando éstos debieran estar dispuestos a ser los servidores públicos por excelencia. Los grandes benefactores del pueblo y celadores de la administración pública.
En la feliz ausencia de guerras entre nuestras naciones, como en algunas otras áreas del Planeta, las Fuerzas Armadas, antes veneradas por sus pueblos, hoy suelen ser motejadas de vivir abusiva y holgadamente a expensas de los estados, toda vez que su mantenimiento representan un enorme y cada vez más inútil desangramiento presupuestario. La industria y el mercado mundial de las armas significan distraer recursos que podrían destinarse a la producción y el intercambio de bienes que sirvan efectivamente al bienestar humano, como a su seguridad. Al financiamiento de la educación, la salud, la vivienda y tantos otros objetivos sociales.
Se sabe que un tanque cuesta más caro que una biblioteca regional, y que con el dinero de aquellos letales aviones y barcos de guerra podrían financiarse miles de kilómetros de caminos, puentes, puertos y mucha infraestructura en beneficio de todos. Hasta aquellos ferrocarriles, por ejemplo, que nuevamente nos prometen varios candidatos presidenciales, oferta tan antigua como incumplida que incluso causa hilaridad en sus adversarios. Pero existen poderosos parias, también, que alimentan los conflictos mundiales y regionales para lucrar desde sus escritorios con el tráfico de armas. Sin disparar un solo tiro, ni arriesgar su vida en un campo de batalla.
En un país como el nuestro, que carece se visión estratégica, nuestras fuerzas armadas aún no se reciclan a fin de que sean más útiles al país y disminuyan su personal. Sus efectivos (como suelen llamárseles) son los que tienen una carrera profesional más corta, aunque las pensiones más abultadas una vez que se retiran. Deliberadamente, Pinochet no quiso asimilar sus cajas de previsión al sistema de AFPs, lo que hoy se entiende como el principal obsequio heredado del Dictador a sus camaradas de armas y cómplices..
Leo en el diario La Tercera un artículo que da cuenta que a las altas pensiones que reciben los militares jubilados, donde se destaca que hay más de 300 militares en retiro que reciben hasta cuatro jubilaciones, por lo que sus estipendios pueden alcanzar los seis o siete millones de pesos mensuales. Es decir, fácilmente hasta diez o más veces lo que reciben los pensionados del mundo civil. Con el agravante que un buen número de éstos es recontratado por las instituciones castrenses, mientras otros gozan de pensiones por invalidez, sin las adecuadas certificaciones médicas que lo acrediten.
He aquí entonces quiénes son en Chile los principales o más onerosos parásitos o cafiches del Estado. Ex oficiales que jugaron toda su vida a la guerra por internet, salvo en aquellos momentos en que han descargado la furia contra sus propios compatriotas que los sustentan con su trabajo y los impuestos que el Estado les saca a sus escuálidos sueldos y salarios. Pensemos también un instante en esos 25 mil millones de pesos que más de un centenar de carabineros le robó al fisco en una de las operaciones más escandalosas de nuestra historia, como tantos otros desfalcos que han comprometido transversalmente a estos soldados cargados de charreteras, medallas al mérito y numerosos pergaminos. Cuando todos recordamos, todavía, la criminal indolencia del SHOA, una entidad de la Armada, en el terremoto y maremoto del 2010, en que murieron decenas de compatriotas, mientras la alta oficialidad festejaba en Talcahuano y aminoraba la importancia a este terrible acontecimiento.
Pero la administración pública no cesa de colaborar al aumento de los parásitos del Estado al contratar asesores y operadores políticos muy bien remunerados para el trabajo que no hacen, cuando se sabe que solo son puestos en muchos cargos para discurrir la forma de asaltar hasta las “cajas chicas” fiscales a fin de financiar las elecciones o simplemente en retribución a los servicios prestados en los comandos electorales de los políticos de turno en La Moneda o en el propio Parlamento. Con sueldos que duplican y triplican al de los funcionarios de carrera, aunque no lleguen a alcanzar las cifras que reciben los ministros, subsecretarios y los legisladores del país. Cuando en la semana pasada se abortara por falta de quorum, por ejemplo, una importante reunión parlamentaria debido al “estrés” que estaba produciendo en algunos partidos el cuestionamiento a la repostulación de un diputado matón. Seguramente se explica en el próximo término del actual gobierno la cifra de un 83 por ciento en el aumento del empleo fiscal durante solo tres meses del presente año. Pareciera, con esto, que los actuales moradores de La Moneda quieren dejar bien apernados a varios de los suyos en los cupos que siempre los nuevos gobiernos disponen para una inminente repartija fiscal.
Para mayor abundamiento, recién se conocen los elevados montos que se le cargan al Congreso Nacional para financiar las pólizas de seguro de todos los legisladores. Otro escándalo que se suma a las desvergüenzas de la política. De allí que se explique, también, la avidez de los dirigentes más jóvenes (de izquierda, incluso) por alcanzar un escaño en la Cámara de Diputados. Tener acceso a que el Servicio Electoral les financie parte de sus campañas proselitistas y, después, si resultaran electos, contar con una más que generosa dieta parlamentaria. Cifra, como sabemos, más de 20 veces por encima del salario mínimo. Es decir, una linda oportunidad de “servir a Chile”, pero, como se sabe quedar en posición, además, de pasarle el platillo a las grandes empresas, a los bancos y a los inversionistas extranjeros. Porque en Chile hay realmente mucho dinero, cuando las isapres, pese a la crisis de la que se habla, duplican sus utilidades en el semestre pasado y las propias AFP siguen aumentando las millonarias utilidades que les reportan las obligadas cotizaciones de los trabajadores. A pesar de estar gastando ahora muchos recursos en publicidad para contrarrestar el repudio de NO+AFP y de los millones de cotizantes indignados. No escapa, además, a los medran del Estado la posibilidad de que las ubres fiscales puedan ver incrementados próximamente sus recursos con el nuevo precio internacional del cobre.
Claro. Nos falta espacio para referirnos a la variada gama de parásitos o cafiches del fisco bajo el alero de los ministerios y de las empresas públicas que, se nos dice, son de todos los chilenos, cuando en realidad se constituyen en las mejores cajas pagadoras de las competencias electorales. El gran coto de caza de los partidos o el botín de una enorme cantidad de operadores políticos, embajadores y otros diplomáticos, cuyos onerosa nombramientos, viajes, sueldos y viáticos ya no se justifican en las relaciones internacionales modernas gracias a la enorme interconectividad mundial, a la fluidez de las comunicaciones planetarias.