La apuesta por nuestra historia cultural

  • 09-08-2017

“La tarea número uno de Chile es crecer; todo lo demás es música” (Ricardo Lagos, XV Seminario Internacional de Inversiones, Moneda Asset Management, Hotel W, Isidora Goyenechea 3000, Las Condes, 3 de agosto de 2017).

Lo real, lo verdadero, lo histórico, es ‘crecer’; lo demás, es no-real, no-verdadero, no-histórico, es ‘música’. Las palabras de Ricardo Lagos reflejan una concepción de la historia impecablemente occidental y colonial. Occidente desgarra, desintegra la vida, oponiendo su ‘voluntad de poder’, el crecimiento, la ganancia, a todo lo demás, lo humano, transformado en ‘música’. Es el desinterés por la cultura, por lo que hace del vivir un convivir en armonía: la música. Es la hegemonía de la globalización empresarial, y su desatención por la cultura, como arte del convivir humano en el respeto mutuo, en el oír, el oírse, en el saber oír: la música. Lo que importa es la ‘voluntad de poder’ de la acumulación dineraria. “Somos 25.000 millones de dólares más ricos” entre 1997 y 2017, añadió Ricardo Lagos, ante la audiencia complacida de empresarios e inversionistas.

Las dinámicas imperiales / coloniales de Occidente despojan a los pueblos de su humanidad, de su forma de ser humanos, de sus culturas. Importa el flujo universalizador de las elites empresariales, de modo lineal, progresivo y uniforme, transitando hacia el ansiado reino de la prosperidad económica y social. Esta es precisamente la definición del sentido occidental del tiempo.

¿Cómo se llegó a esta desvalorización patriarcal tan crasa del habla humana, del lenguaje humano, que en su identidad primera es música? Como muy expresó Gabriela Mistral: “Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del ser humano.” (Lorena Figueroa, Keiko Silva, Patricia Vargas, Tierra, indio, mujer. Pensamiento social de Gabriela Mistral, Santiago: LOM, 2000, 129).

El saber académico sobre la historia proporcionó una validación científica a la dinámica imperial / colonial de Occidente. Sólo se necesitó dar cuenta de la ingeniería social que haría comprensible el “decurso racional necesario del Espíritu”, en la definición de Hegel. En el siglo XIX la historia pasó a ser definida como una ‘marcha’ forzada hacia el futuro, aunque fuera la despiadada ‘lucha por la vida’ de Charles Darwin (struggle for life, 1859). Esta podía terminar siendo una ‘marcha fúnebre’. Se creyó explicar la historia sin más de acuerdo a unas pretendidas ‘leyes de desarrollo’, ‘patrones de desarrollo’, distinguiendo rigurosamente lo real, lo racional, lo verdadero, de la fantasía, lo no-racional, lo ilusorio. Lo científico de lo no-científico.

En el siglo XX el conjunto de la historiografía de Occidente se inspiró en tres modelos sociológicos europeos: Karl Marx, Emile Durkheim, y Max Weber. Los dos primeros alentaron el espíritu de la ‘historia social’, el tercero alentó el desarrollo de la ‘historia económica’, especialmente desde Estados Unidos. Ninguno de los tres estimuló desde sus propuestas la búsqueda de una historia cultural. ¿Cuál fue la razón? ¿Por qué dejaron la cultura atrofiada? (Joyce Appleby, Lynn Hunt, Margaret Jacob, “Historia científica y noción de modernidad”, en La verdad sobre la historia, Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1998, 59-91).

El saber histórico de Occidente debió encarnarse en la figura del profesional desprejuiciado y desapasionado que indicaría la ‘marcha’ adelante de Occidente. Con su metodología científica mostraría el camino correcto, las huellas certeras del sujeto de la historia. La historia se redujo a una ‘ciencia social’ que abandonó el arte, la poesía, la…. música! ¿No es este el modelo machista de ‘ciencia heroica’, ya del todo caduco, que trasuntan las palabras de Ricardo Lagos? (Joyce Appleby, Lynn Hunt, Margaret Jacob, “Los pies de barro de la ciencia”, obra citada, 1998, 155-187).

¿No habrá llegado el tiempo de atender, de entender nuestra historia cultural?

La cultura es la forma particular, esencialmente diversa, de cada comunidad humana de sustentar y celebrar la vida de la Tierra. Este es el acontecer histórico, variado y complejo, que ha quedado a oscuras por el arrogante monocultivo de la mente hecho por Occidente (Vandana Shiva, “Culturas vivas”, en Manifiesto para una democracia de la Tierra, Barcelona: Paidós, 2006, 133-172).

Estimamos que no existe hasta hoy una rica y verdadera historiografía latinoamericana porque se ha desatendido la historia cultural: el arte, la poesía, la comida, la música, la danza, la religión, los idiomas. Todas estas expresiones profundas del alma humana están destinadas a configurar las peculiaridades del sustento y la celebración de la vida de las comunidades locales, particulares, de todos los pueblos de la Tierra. Estas expresiones fortalecen la identidad del cuidado de la vida, del buen vivir de la humanidad en armonía cotidiana con su entorno. El propio Ricardo Lagos, aun careciendo de oído musical, confesó que “la música me seguiría acompañando con pasión toda la vida, como fuente de placer y estímulo” (Ricardo Lagos, Mi vida. De la infancia a la lucha contra la dictadura, Santiago: Penguin Random House, 2014, 33). Música, maestro! Esto es lo que tenemos a la mano, especialmente con las manos tomadas, entrelazadas. ¿Cuál es nuestra mejor música? La poesía de Chile: “El mismo verso cantaremos, / al mismo paso bailarás. / Como una espiga ondularemos, / como una espiga, y nada más.” (Gabriela Mistral, Dame la mano, Ternura, Madrid, 1924).

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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