Desarrollo sostenible y resiliencia

El discurso sobre el cambio climático no escapa a la narrativa de saberes y poderes, ya que hace directa o indirectamente alusión a una dinámica social que forma parte de todos y cada uno de los seres que poblamos el planeta.

El discurso sobre el cambio climático no escapa a la narrativa de saberes y poderes, ya que hace directa o indirectamente alusión a una dinámica social que forma parte de todos y cada uno de los seres que poblamos el planeta.

La emergencia del discurso del concepto de resiliencia que apunta a erradicar la de desarrollo sostenible es una realidad que ha sido detectada de manera clara recientemente  por los profesionales mexicanos Luis Fernández Carril y Judith Ruiz Godoy R. El verdadero llamado de atención fue publicada por la revista española Ecologia Política (Julio, 2017). Por otra parte, un actual llamado de atención hecho por estos profesionales mexicanos los que junto a autores colombianos como Astrid Ulloa y Román Vega Cantor, argentinos como Adrián Gustavo Zarrilli,  lideran estudios con marcado sello Latinoamericano sobre temas como el  cambio climatico, el antropoceno, capitaloceno o historia ambiental, materias que tradicionalmente han sido “capitalizados” por autores anglosajones, quienes en lengua inglesa forman una élite que avanza  desde hace décadas en los estudios e investigación, por ejemplo del  periodo geológico bautizado por Crutzen y Stoermer como antropoceno. Ambos autores  desde que introducen tardíamente el uso del concepto en el 2000, luego de las pioneras incursiones en el campo de la geología de científicos de lo que fue la URSS y acalladas por occidente, siguen aún en debate y discución y continúan  generando atención e interés científico principalmente dentro de las llamadas Ciencias de la Tierra. 

Podríamos señalar que el discurso sobre resiliencia ha sido desde sus inicios una  larga tarea a dilucidar y esclarecer por estudiosos y científicos que reconocen la existencia de un capitaloceno en vez de un antropoceno para reconocer la destrucción avasalladora del capitalismo, generando fuerzas de dimención geológica  que se han estrellado contra la biosfera  con consecuencias ya irreversibles para nuestra especie. Una gran tarea es encontrar, un nuevo lenguaje  para comprender la verdadera intención que esta trampa semántica encierra. Será una tarea política que pretende crear las condiciones más favorables para impedir el adelgazamiento de la capa de conciencia de Homo sapiens y con esto acelerar la destrucción total de nuestra especie. El presente artículo se suma modestamente a esta intención.  

Introducimos aquí el concepto en boga en esferas académicas y científicas,  estrechamente relacionada con los límites planetarios, el desarrollo sostenible y el cambio climático. Al mismo tiempo señalamos cual es la respuesta que irrumpe con fuerza desde 1987. En particular nos referiremos a la emergencia discursiva del concepto de resiliencia y al fortalecimiento institucional, en el plano del conocimiento, educación y propagación de este concepto que desde el norte de Europa, el Stockholm Resilience Centre en Estocolmo, Suecia, impulsa notoria y profusamente.  

La resiliencia se va transformando cada día en un poderoso y peligroso ingrediente que nutre el arsenal siniestro, con los necesarios referentes científicos para el  arsenal de  políticas públicas, que los gobiernos neoliberales del mundo, Latinoamérica, y particularmente en Chile, esgrimen como panacea tras el afán para el logro de desarrollo y progreso.  

Prueba de lo antes dicho está  el bien financiado funcionamiento y acción del International Council for Science (ICSU), quienes postulan hoy en día, y destinan recursos para impulsar a todo nivel  una de la aberraciones mayúsculas emitidas en el ultimo tiempo, se trata del objetivo: La univerzalisación de la ciencia.                      https://www.icsu.org/about-us

En el imaginario de la resiliencia se palpa un proceso de cambio que nos entrega una vital y positiva señal de sano optimismo, frente al descalabro aterrador y destructivo, en que nuestra especie Homo Sapiens se encuentra como producto directo del desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo, que sobrepasan  los limitados bienes naturales, los que a su vez, son transformados constantemente en todo el planeta, convertidos en bienes de consumo en una línea continua e infinita, dentro de  una gigantesca e inimaginable cinta transportadora de bienes materiales para el consumo, en este megamercado en  que el capitalismo ,a nivel mundial, ha convertido nuestro planeta Tierra.  

La realidad del ecocidio  

Ya es cada vez más insostenible el negar que el liberalismo, desde una estrategia basada en el ofrecimiento de seguridad, a una otra de instucionalizada inseguridad, ha llegada a proclamar el concepto de resiliencia, frente al rotundo fracaso de un proclamado  desarrollo sostenible. En este estado de inseguridad institucionalizada, la clase dominante nos deja a cada una y cada uno de nosotros, los habitantes del planeta, los ciudadanos del mundo, los que formamos la hipotética comunidad internacional, atomizados y atomizadas, otorgando solo la genérica denominación de población mundial, y lo extremadamente  grave  es la indefensión total y absoluta en que quedamos ante todo tipo de catástrofes que, paradojalmente, incluyen la extinción misma de nuestra especie y la de muchos otros seres vivos con las que hemos compartido, de una u otra manera, millones de años  en el planeta Tierra. Se configura, por primera vez en nuestra especie un macabro designio como, quizás, que podríamos atribuir como un último  atributo de nuestra especie, Homo sapiens, en su largo y esplendoroso  proceso de hominización.  éste es la capacidad de llevar a cabo con éxito  espectular un propio ecocidio.  

El optimismo que la clase dominante pretendió perpetuar por décadas , a través  del llamado desarrollo sostenible ha dejado de funcionar, ya que dicho desarrollo de acuerdo con el informe Nuestro futuro común, conocido también como Informe Brundtland, presentado en 1987 por la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) no ha sido posible. Fue en ese informe donde se acuña y define el desarrollo sostenible como: “aquel (desarrollo) que satisfice las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”. 

El término resiliencia, profusamente difundido en occidente por el Stockholm Resilience Centre (SRC) y avalado por todo el aparataje mediático de propagación anglosajona, a niveles académicos e institucionales, dicta prácticamente líneas permeables a políticas de Estado en todo occidente y que sirven de práctica en elaboraciones de políticas ambientales en los países del Sistema de la ONU.  

Elevada a categoría de panacea, la resiliencia, no conoce similitud con otro concepto después del desarrollo sostenible, en cuanto a construir esperanzas y  generar optimismo a discreción a cada una de las fracasadas políticas económicas con que se implementara  y desarrollara el capitalismo a nivel planetario. El desarrollo sostenible ha sido el intentó de conciliar las -paradojalmente  irreconconciliables- diferencias entre el desarrollo económico y la protección del medio ambiente con la justiciar social, sin éxito alguno.  

La imposibilidad del desarrollo sostenible  

Ante la imposibilidad de no poder lograr tal desarrollo sostenible los estudiosos y científicos del capitalismo, a partir de las últimas décadas del siglo pasado, han creado y proclamado, con verdadero estruendo y complicidad mediática, la emergencia del concepto de resilliencia, que apunta a la sustitución  del moribundo concepto de desarrollo sostenible. 

Para poder crear ciertos marcos de referencia en relación  con la emergencia del concepto de resiliencia, podríamos preguntarnos. ¿Por qué la resiliencia sustituye al desarrollo sostenible frente a uno de los más actuales y debatidos límites planetarios como lo es el cambio climático? 

A casi 40 años de la puesta en escena de lo sostenible en la agenda del desarrollo internacional, la extremada explotación de recursos ha ido en constante aumento. Por otra parte, en el último tercio del siglo XX se comenzó, literalmente, a despertar del sueño ilusorio  que la clave de la economía capitalista construía y ponía en acción: Era el desarrollo tecnológico, elevado a categoría de fe, convertido en el verdadero deus ex machino, capaz de transformar toda limitación de la actividad humana en una oportunidad para la innovación tecnológica y, a partir de ella, para el crecimiento económico.  

La estabilidad del clima, la diversidad biológica, el ciclo global del agua, la salud ambiental de los océanos, la capa de ozono, el ciclo del nitrógeno y el fósforo y otros, forman la base misma del funcionamiento de la biosfera y, en consecuencia, de la propia existencia de seres humanos y sociedades. La posibilidad de sustituir esas funciones vitales en el caso que se degraden o destruyan es cero. En consecuencia, es imprescindible preservar el equilibrio natural en su realidad física, biológica y ecológica, preservando los umbrales de seguridad que garantizen las funciones de soporte de la biosfera. 

Las modernas economías capitalistas industriales se han construído sobre la presunción implicita de que el medio natural era un proveedor ilimitado de recursos naturales, así como receptores capaces de absorver de forma infinita las emisiones y contaminantes generados por las actividades económicas. Este último razonamiento dio paso primeramente al concepto de desarrollo sostenible, cada vez que pudiese actuar un “razonado y razonable” límite que emergiera de la mismísima y propia voluntad humana. Con posterioridad nace el concepto de resiliencia. 

En 1970 la extracción global de recursos alcanzaba casi unos 20.000 millones de toneladas. Después de 40 años más tarde, el 2010 la cifra se disparó hasta los 70.000 millones de toneladas de materiales naturales, entre biomasa, metales, combustibles fósiles y minerales extraidos para su procesamiento industrial (PNUMA, 2016). 

Quedaba demostrado en las modernas economías capitalistas industriales la imposibilidad del desarrollo sostenible. Para demostrarlo podíamos solo citar un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que señala el que en los últimos 40 años se ha triplicado la extracción de todo los recursos primarios utilizados  para hacer las cosas que, por ejemplo, utilizamos, portámos y poseemos.  

En la época actual, el cambio climático, uno de los límites planetarios, dejó de ser un producto indirecto del desarrollo económico, es decir pasó de ser un riesgo, situación inherente a cualquier condición de vida sobre el planeta, a ser una realidad confirmada, una amenaza inminente que crece día a día con amplias y explosivas repercusiones que comenzaron de manera tenue, de poder ser apreciadas hasta convertirse inaplazablemente en prioridad indiscutible en las agendas del orden político y actualmente también de la seguridad mundial. Prueba convincente van confirmando, aunque de manera conservadora, los informes del Panel Intergubernamental de cambio climático de 2007 y 2014. 

Aparece también el nuevo paradigma de la justicia ecológica, que abordaremos en otra oportunidad, todo como producto de la acumulación de riqueza, como esencia que rige el funcionamiento del sistema económico capitalista que vive y crece bajo condiciones de expoliación ecológica y menoscabo de los derechos sociales. Todo esto exige una toma de posición que oblige a considerar, entre otras cosas, al cambio climático como el elemento decisivo para actuar mediante prácticas políticas innovadoras que primero desechen posibilidad alguna de sobrevivencia de un desarrollo sostenible como presente y futuro para nuestra especie. Se hace imprescindible dejar de pensar en el crecimiento económico: Naturaleza Obliga! 

La Sociedad construye imaginarios desde los cuales se perciben y se construyen la noción de realidad. Estos imaginarios a su vez estan construidos sobre relaciones de poder. Coherente con esta lógica, la realidad está construida desde una narratología del poder. De esta manera, y sin alarde alguno, de una extraordinaria agilidad mental, ante el patético escenario de sobreexolotación de recursos, que niega intrinsicamente todo posible desarrollo sostenible, junto al inminente cambio climático fruto de una antropogenia previa y detalladamente establecida, se hacía necesario modificar el discurso sobre el derecho universal a un desarrollo sostenible. 

Aquí en este momento se sientan las bases para erradicar el discurso vigente sobre este desarrollo (sostenible), e implementar un otro concepto, tomado de experiencias traumáticas vigentes y tratadas por la ciencia cognitiva, y en donde se crea  una puerta de escape en un callejón sin salida. Donde de todas maneras se gana tiempo a una fría realidad mundial, impulsada por movimientos sociales, que desconoce el desarrollo sostenible, o a lo menos lo cuestiona.  

El instaurar un nuevo concepto gradualmente sin arrojar huellas sobre una intención, que puede ser siniestra ya que al no reconocer culpabilidad alguna, por ejemplo con respecto al cambio climático, el desarrollo sostenible pasa de ser un efecto nefasto a una búsqueda inagotable con características sui generis que debe rastrear las hipotéticas soluciones en la teoría de sistemas, otro nuevo saber institucionalizado, pariente cercano, en su uso, al engendro que aquí tratamos, la resiliencia. 

Discursopoder y saber 

El discurso sobre el cambio climático no escapa a la narrativa de saberes y poderes, ya que hace directa o indirectamente alusión a una dinámica social que forma parte de todos y cada uno de los seres que poblamos el planeta.  

A partir del año 1987, como lo hemos mencionado, se acuñó el concepto “desarrollo sostenible” que actuaba inaugurando saberes sobre derechos al desarrollo armonioso con la naturaleza. A lo largo de casi tres décadas, ha sido necesaria adecuar el discurso para que este, a través de una imposición fortalecida por el vacío de la incertidumbre, acuñe y genere conductas proclibes a percibir el cambio climático llegando al umbral en el que se hace necesario contar con una manera diferente de percibir ese fenómeno. 

De esta manera, como lo apuntamos más arriba, queda un camino expedito para lograr un traspaso  desde el desarrollo sostenible a una especie de  limbo científico que hoy se conoce como resiliencia. 

La resiliencia 

No sabemos con certeza, y no es ahora de nuestro interés, el buscar quien fue el estudioso o ya reconocido  científico que utilizó por primera  vez el concepto de resiliencia en el plano de la ecología o en disciplinas afines. Sostenemos que cuando se hizo necesario replantearse la posibilidad de un desarrollo sotenible, se hizo también necesario además de producción de saberes, acuñar un otro término, que podría ser el centro de nuestro análisis. Es a partir de esta flamante instauración de saberes, como podemos concebir aquel desarrollo con otro discurso que nos hace percibir y nos representa una otra visión para hacernos relacionar con éste, recreando con esto nuevas relaciones de nosotras y nosotros con el mundo que nos rodea y en el que interactuamos y, lo más importante, en  el que luchamos por trasformar. 

Nuestros mejores referentes para el análisis de consecuencias y formación de pensamiento crítico podrían ser, a manera de sugerencia  el  SRC , en Suecia y el Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR)2, en Chile. El Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 es un centro de excelencia del Fondo de Financiamiento de Centros de Investigaciones de Áreas Prioritarias (Fondap), patrocinado por la Universidad de Chile y en asociación con la Universidad Austral y Universidad de Concepción. 

En su presentación el (CR)2 describe que: “se trata de un centro de investigación de nivel mundial, focalizado en la Ciencia del Sistema Terrestre, que de modo interdisciplinario y con una relación cercana con los actores vinculados, mejore nuestra comprensión de este sistema y contribuya a incrementar la” capacidad de resiliencia en Chile”. Sería desde todo punto de vista provechoso el poder  realizar un seguimiento  de este ultimo objetivo que  contradice directamente con  nuestro análisis precisamente cuando esa “capacidad de resiliencia” está avalada por fundamentos teóricos cuestionables. Ya la comunidad internacional ha concluido que la actual  llamada taza global de cambio ambiental, “supera ampliamente nuestra reacción y, por tanto, que nuestro camino actual es insostenible (ICSU, 2010). Aún asi el (CR)2 considerando este referente internacional fundamenta su actuación ante el peligroso cambio global y pretende entre sus lineas de acción, mejorar la resiliencia. 

La presente exposición nos lleva finalmente a un cuestionamiento ético que dice relación a la instauración de este nuevo saber, la resiliencia. Podemos constatar, por otra parte que este mismo postula a que el desarrollo sostenible degenera finalmente en el ámbito social en un verdadero ejercicio de indole biopolítico. Este neologismo enarbola la resiliencia como una única salida para lograr hacer frente a la hecatombe  ecosistémica que se avecina: el antropoceno o como lo hemos rectificado desde un tiempo a esta parte en otro artiículo, el capitaloceno.  

Como parte del problema de indole ético, y agregamos también ligado a la constelación del poder, asumimos que el desarrollo sostenible tuvo en sus orígenes, el  que podriamos aventurar producto en parte del hasta ese entonces avance de la ciencia, una línea que consideraba una directriz de grandeza humana, una esperanza compartida, mientras que la resiliencia, con su peligroso avance y status de ambiguedad, a resultado en una moderna panacea que legitima la inequidad y la injusticia social a la sombra y protegida por la clase dominante mundial, conspirando en peligrosos acuerdos para inventar nuevos saberes que pretenden “regular” tanto la escasez de recursos a nivel planetario como su distribución equitativa y además, para entregar pautas, formas de vida, denominados ya, “términos de supervivencia humana”, en una época de cambio climático. 

El concepto de resiliencia se ha instalado por una cuestión de poder, y emerge con intenciones de quedarse por largo tiempo histórico, apoyado por una bienconstituida y bien financiada élite científica a través de ir ejerciendo  el ya  consabido ejercicio del poder. Lo que nos indica claramente que nuestra tarea actual por delante es política, o quizás biopolitica,  más que solucionable a travé.s de mitigación y adaptación humana. 

Addendum: En estos días la ciudad de Estocolmo, entre el 21 y el 23 de Agosto 2017, alberga a más de 1200 huéspedes de todo el mundo y de toda las latitudes en la Conferencia Resilience 2017, Resilience Frontiers for Global Sustainability. La institución anfitriona es el Stockholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo. Con un despliegue impresionante de recursos este centro de estudios, en la Europa del norte, continua, corroborado por este gigantesco evento, propagando un desarrollo sostenible y su sustituto, la resiliencia… 

*Antropologo e investigador de los limites planetarios 





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