Más respeto con Aysén

  • 01-09-2017

Que gravitante es en la vida de cada uno de nosotros identificarse con un lugar, … o con más de uno. En mi caso, soy más o menos, “nacida y criada” en Arica, donde en la dėcada del 60 convivíamos con el desagradable y penetrante olor de harina de pescado que invadía la ciudad traído desde las chimeneas industriales por el viento que en la tarde se adentraba hasta el mismísimo Valle de Azapa. Lo digo en pasado pues ya no resido allí sino acá, en Aysén, pero también porque ese aroma no es más que un inolvidable recuerdo: hace años que la anchoveta está en colapso junto a otras especies sobreexplotadas y su pesca decayó. Pero durante los tiempos de abundancia, el pequeño pez permitió al grupo de Anacleto Angellini amasar su enorme fortuna, al tiempo que esa extrema región del norte y sus habitantes solo recibieron empobrecimiento y depredación.

Enfrentados hoy en Chile a una ley de pesca ilegítima —no olvidemos su tramitación vinculada al caso CORPESCA que mantiene cuestionados a varios parlamentarios y a altos personeros del gobierno pasado—, y empeorada con la amenaza de un decreto que los dejaría aún más vulnerados, los pescadores artesanales de la Región de Aysén vuelven a sacar la voz con la fuerza imbatible y la razón de quién defiende sus derechos. Lo hicieron el 2012 cuando fueron parte del movimiento social que puso en jaque al Gobierno de Piñera y se mantuvo por meses en el centro de la noticia nacional. Los principales detonadores de esa gran protesta fueron que las ganancias de la explotación de recursos naturales no quedaban en la zona, al igual que hoy, y que los pescadores locales veían disminuidas sus cuotas de pesca, algo que vuelve a ser tema de conflicto.

Pocas de las demandas del 2012 se cumplieron —irónicamente, tal vez la única haya sido la creación de la universidad estatal regional—, y más bien siguen siendo problemas vigentes el acceso a combustible barato, sueldo regionalizado, infraestructura de salud, regionalización de recursos mineros, silvoagropecuarios y agua, de canasta básica y pensiones, la conectividad interna, el fortalecimiento a medianos y pequeños empresarios pesqueros, y la entrega de beneficios y derechos de pesca a las personas dedicadas a ese rubro.

La actual alerta y movilización defensiva de los pescadores artesanales de nuestra región se debe al anuncio del Gobierno de la inminente firma de un decreto emanado desde la Subsecretaría de Pesca (aunque al parecer habría sido generado y preparado desde el propio Ministerio de Interior) e impulsado por la industria pesquera y sus articuladores, que declara a la reineta como especie “altamente migratoria” y por consiguiente autoriza el movimiento de una flota interregional para su seguimiento y pesca fuera de la 8a región donde la actividad pesquera ya ha depredado gravemente los recursos naturales y desequilibrado los ecosistemas. El decreto está a punto de firmarse, demorado solo por el cambio de gabinete, pero no suspendido como fuera comunicado apresuradamente hace unos días por correligionarios del Ministro de Interior.

Si antes la pesca de la reineta era casi exclusivamente artesanal y destinada al consumo nacional y humano, y el sector funcionaba en equilibrio, el escenario cambió desde el 2010 por los desembarcos industriales con arte de arrastre introducidos de forma desleal. La situación es de gran desequilibrio desde las perspectivas territorial, del sector productivo y por supuesto, del cuidado de los recursos naturales, los ecosistemas, el medioambiente y su necesaria explotación sustentable. Muy beneficioso resultaría desconcentrar la actividad de la pesca en Chile y potenciar la pesca artesanal sustentable junto a un sistema de centros de producción que puedan redefinirla identificando a los peces como un bien público y potenciando los efectos positivos a toda la comunidad.

El asunto coyuntural de este decreto lamentablemente nos obliga a movilizarnos antes de que sea demasiado tarde. El camino legal puede ayudar como complemento al social y político que luego tendrá que pasar al poder legislativo con la ineludible revisión de la Ley de Pesca.

Pero el asunto de fondo nos conmina a mirar críticamente el modelo de desarrollo que tenemos en nuestro país. Y debemos reconocer que es falsa la tensión entre desarrollo a secas y desarrollo con preocupación territorial, social y medioambiental. La primera postura es más bien el engañoso empeño de un pequeño pero poderoso sector que no quiere ceder en sus privilegios y enormes ganancias —dispuestos a todo por mantenerlas, incluso como hemos podido comprobar, a corromper instituciones y personas—, que van en desmedro y empobrecimiento de la enorme mayoría de la ciudadanía. Han ido demasiado lejos en esto, se les pasó la mano y en esta estirada, están “cortando el elástico”.

Desde Arica, hasta Aysén y más allá, a lo largo de Chile, casi todos con la excepción de ese 1% que está abusando, somos “nacidos y criados” bajo este mismo grave problema. Ya es tiempo de terminarlo, por eso les decimos: ¡más respeto con Aysén!

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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