Donald Trump ha emprendido un sinfín de guerras en distintos ámbitos que no necesariamente se relacionan con sus empresas, quizá a un nivel más personal. Sin embargo, eso no significa que no se encuentren íntimamente relacionados con la política.
Esta vez, Trump lanzó una última pedrada a la NBA al retirar su invitación a la Casa Blanca al equipo campeón, los Golden State Warriors, luego de la decisión de su máxima estrella, Stephen Curry, de no asistir por no estar de acuerdo con las políticas del nuevo mandatario.
Sin embargo, y a pesar de ser una sola guerra contra la libertad de expresión en general, la pelea con Curry es tan sólo una batalla. Trump también ha disparado contra la NFL.
Esto a raíz de la protesta que algunos exponentes del fútbol americano, principalmente afroamericanos, han levantado en contra del gobierno por la violencia injustificada de la policía hacia sus comunidades. Dicha manifestación pacífica se manifiesta con los jugadores hincados al momento de escuchar el himno nacional.
Cabe mencionar que la NFL, principal liga de fútbol americano del país, es una competencia cuyos accionistas y propietarios están estrechamente ligados con el Partido Repúblicano, pero ni eso le ha servido a Trump para tener aliados en esta batalla.
No obstante, una amenaza no puede detenerlos, así como la ‘amenaza’ de justicia no detiene a los policías que han protagonizado encuentros violentos, incluso de muerte, contra personas de raza afroamericana.
Por eso, este fin de semana, durante la interpretación del himno en el estadio Wembley de Londres donde se disputaría el encuentro entre los Ravens de Baltimore y los Jaguars de Jacksonville, los jugadores se hincaron o se tomaron de los brazos para declarar, sin palabras amenazantes, que no guardarán silencio, que continuarán denunciando la violencia contra la población de color y la muerte de personas inocentes.
Igual que los Bucaneros de Tampa Bay, los Delfines de Miami, los Jets de Nueva York, las Águilas de Filadelfia, los Buffalo Bills, los Broncos de Denver, los Halcones de Atlanta, los Patriotas de Nueva Inglaterra, las Panteras de Carolina, los Leones de Detroit, los Osos de Chicago, o la decisión de los Acereros de Pittsburgh de no salir a la cancha hasta que terminara el himno.
Los dueños de los equipos de la NFL como John Mara y Steven Tisch, de los Gigantes de Nueva York, o Jed York, de los 49ers, han repudiado las advertencias del presidente al calificarlas como inapropiadas, ofensivas, insensibles y contradictorias.
Pero, ¿cuál es la realidad? Que la violencia existe; que los comentarios de Trump guardan un trasfondo racial; que la mayoría de los jugadores tanto de la NFL como de la NBA son de raza negra; pero los propietarios de los 32 equipos de la NFL son blancos, mientras el único propietario negro de la NBA es Michael Jordan.
La disputa se extiende a otros deportes
La escalada de reacciones trascendió a la NBA y el fútbol americano, el beisbol también se sumó a las protestas por primera vez desde que estalló el conflicto cuando el receptor negro de los Atléticos de Oakland, Bruce Maxwell, se arrodilló durante el himno antes de un partido en California.
Y el asunto siguió hacia las manifestaciones artísticas: Stevie Wonder se arrodilló el sábado de noche en Nueva York durante un concierto que reunió a artistas famosos y políticos para apoyar la lucha contra la pobreza en todo el mundo. El concierto se da en el marco de las intenciones de Trump de reducir la ayuda internacional de Estados Unidos.
Ante la ola de rechazos, el mandatario apenas deslizó un tuit en el que habló de un “fuerte respaldo a nuestro himno nacional”. Más tarde, dijo que los pilotos del Nascar (Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie), deporte que reúne una importante base de seguidores de Trump, “no harían nunca” lo que hicieron los de la NFL este domingo.