Carmen Castillo: "Tati Allende me regaló la fidelidad a Miguel Enríquez, a la revolución, al MIR"

En conversación con Juan Pablo Cárdenas, la historiadora , documentalista y ex pareja de Miguel Enríquez profundizó en la historia de Beatriz Allende, hija del extinto Presidente , a propósito del libro "Tati Allende una revolucionaria olvidada" de Marcos Álvarez. La autora del prólogo del texto vinculó la historia de esta mujer con la actual realidad política.

En conversación con Juan Pablo Cárdenas, la historiadora , documentalista y ex pareja de Miguel Enríquez profundizó en la historia de Beatriz Allende, hija del extinto Presidente , a propósito del libro "Tati Allende una revolucionaria olvidada" de Marcos Álvarez. La autora del prólogo del texto vinculó la historia de esta mujer con la actual realidad política.

La revolución tiene nombres olvidados, uno de ellos es el de Tati Allende, hija del presidente y protagonista de la vida política de nuestro país, como del libro de Marcos Álvarez Vergara, cuyo prólogo estuvo a cargo de Carmen Castillo.

En conversación con Juan Pablo Cárdenas, la documentalista y testigo en primera persona de la dictadura chilena, y de la historia de Beatriz Allende, recordó la historia de este personaje, así como del contexto político en el que le tocó, como hija y compañera política, convertirse en uno de los pilares de Salvador Allende.

¿Quién era Tati Allende, que merece que se haga una biografía sobre ella?

Yo creo que vivimos un momento planetario en que la historia pareciera que algunos quieren borrarla para convertir al ser humano en un individuo consumidor, desconectado de su vida, de sus muertos, de su pasado. Y en Chile hoy la batalla por la historia, la batalla por la memoria es la gran batalla.

Creo que este libro es una embestida para extraer de esa zona extraña del olvido de esta sociedad con respecto a nuestros espíritus. Yo digo hablando del mes de octubre, que Miguel, el Che, la Tati son luciérnagas en la noche oscura del presente y ellos vienen a reavivar la llama de nuestra aspiración, a cambiar el mundo. Es decir, sin historia, sin memoria, sin figuras emblemáticas, sin encarnar la memoria en cuerpos, no hay posibilidad alguna de alimentar nuestro deseo de cambiar el mundo. Ese deseo para extirparlo hay que sacarle toda figura que tenga importancia. Yo veo en Chile una enorme cantidad de jóvenes que intentan entrar en política, que quieren hacer algo, hay colectivos aquí, colectivos allá, feministas aquí, y en esa ausencia de figuras de mujeres, la historia, la belleza, la postura, el pensamiento de Beatriz Allende es fundamental.

Este libro fue escrito por un joven, Marco Álvarez, de solo treinta años. Marco viene a verme en enero: Él está haciendo una larga investigación sobre Miguel Enríquez y se encuentra en el camino con esta mujer y se enamora. Yo pienso que se necesitaba la conciencia política de este autor y su enorme admiración y compromiso por una mujer olvidada… así es como escribe este libro. Él dice que es una primera semblanza… Ojalá que de aquí partan más testimonios, más profundidad, más enseñanzas en torno a ese periodo histórico que pareciera que está a años luz del nuestro. Y  sí, el mundo ha cambiado, pero ese mundo que ha cambiado requiere como nosotros éramos a jóvenes muy atentos a los mayores. A nosotros nos  gustaba compartir con ellos, escucharlos, nos gustaba sentir a Clotario Blest, nos gustaba sentir a los abuelos porque allí venía una sabiduría humana que hoy en Chile y creo que en todos lados, hace mucha falta.

Tati Allende es una persona un poco atípica. Evidentemente parece la regalona del presidente Allende; see ve que es con quien tiene más empatía política. Es una socialista, militante socialista que sin embargo, fue una persona muy cercana  a las otras expresiones de la izquierda y el MIR que se exilió en un país como Cuba porque traía una gran admiración por su  Revolución.

A mí me impactó mucho algo que tú dices en el libro  después de lo que te aconteció a ti con la muerte de Miguel Enríquez,  de tu hijo, y que tuviste que salir a Inglaterra . Quein posteriormente llega también a Cuba, donde una de las personas que te había alentado a no quitarte la vida y a seguir viviendo  había sido justamente Tati Allende… Sin embargo ella culmina su vida con un suicidio. ¿Cómo se explica esto?, ¿qué le pasó?, ¿cómo explicas ese fenómeno?

Lo esencial de nuestra amistad, es que esa mujer joven me lleva a la política. O sea yo inicio mis primeros pasos en esa extraordinaria cartografía de los movimientos revolucionarios de América Latina, conducida y guiada por la Tati, con quien estaba conformando el grupo de los helenos, con Arnoldo Camú y otros compañeros socialistas. Voy a recorrer un largo tiempo en esa complicidad de mujeres, en la intimidad, -yo era más chica ella era dos años mayor- pero era la admiración y el cariño que yo le tenía. Lo que sí puedo decir es que la Tati me obligó a vivir y cuando yo, meses después de ese momento en La Habana, lo que recuerdo en el prólogo brevemente porque no puedo acercarme a la muerte voluntaria de Beatriz Allende sin el recuerdo de esa intimidad.

Ella me recoge  cuando estoy deshecha, por primera vez ese agosto del 76. Yo lloro por primera vez y no sé cómo hacer con mi vida, no sé qué hacer con la ausencia, no sé qué hacer con un personaje de viuda que no me cabe. Hay que recordar que en nuestra época las mujeres éramos muy autónomas, muy libres, no correspondía de ninguna manera ser viuda de nadie, no era algo que estuviera dentro de las relaciones de amor, de amistad, no eran roles que podían convenirnos. No podía yo apropiarme de nada de Miguel Enríquez, la complicidad política en esa relación con Miguel me impedía para siempre tomar la palabra nombre de él. Lo nuestro no era un contrato de matrimonio, era una relación de confianza, de complicidad intelectual, política, de estar los dos mirando el mundo de la misma manera, combatiendo juntos. Entonces, en ese momento tengo un derrumbe y la Tati me escucha y yo descubro que tiene un coraje político, una extraordinaria sabiduría como médico y una amistad entrañable como para ver y nombrar lo que yo no podía ver ni nombrar.

Ella me ayuda a ponerme de pie y me aconseja salir de Cuba para entrar en un tiempo de anonimato, un tiempo de reconstrucción, de aceptar el devenir y eso es lo extraordinario: ella me regaló la fidelidad a Miguel Enríquez, a la revolución, al MIR, a las aspiraciones que nunca he abandonado desde ese momento de que este mundo tal cual está no puede ser, esa indignación frente a la explotación, ese compromiso que tomé junto a la Tati:  de caminar por la vereda de los oprimidos, del pueblo, de los que sufre, de los que pierden, de los humillados, de los perseguidos…

Observo que tú fuiste capaz de hacer ese cambio, es decir no convertirte en una viuda, o la compañera de Miguel Enríquez, sino que aprender a ser Carmen Castillo con la vida que has desarrollado en Europa, en nuestro país, en todas partes. Pero a mí me queda un sabor que Tati nunca pudo dejar de ser la hija de Salvador Allende; que de alguna forma, la figura de Allende la marcó hasta la muerte

Yo creo que lo fue. El problema, si pienso en el misterio de la muerte voluntaria, que es un enigma en sí mismo, pero cuando supe en París el 12 de octubre de su acto, lo escribí y produjo en ese momento un gran escándalo en la izquierda chilena y otros. Escribí porque lo sentí y lo vi –como a veces uno tiene una visión- porque ese acto que ella hace es un acto político.

Tati Allende no es una mujer deprimida. Es decir, intentemos ver la muerte voluntaria, el suicidio, en el caso de Salvador Allende, en el caso de Walter Benjamín, en el caso de Paul Celan, en el caso de Stefan Sweig, son suicidas que he estudiado en profundidad, estos últimos tres casos porque son suicidios del exilio, son una denuncia de algo y ella, más allá de lo que Marcos Álvarez con respeto explicita del contexto que ella está viviendo en ese momento, ella, estoy convencida, ejecuta en ese instante un acto de denuncia de la ausencia de política.

En ese momento de su vida, hay que recordar, ella tiene una misión que Allende le da: la unidad de las fuerzas anti dictatoriales para hacer un frente común. El esfuerzo que ella hizo desde su rol de conductora legítimamente para lograr que el Partido Comunista y las fuerzas se unieran, que el MIR no se quedara solo enfrentado a la dictadura en la clandestinidad… El esfuerzo que se hizo habiendo caído compañeros socialistas tan importantes como Arnoldo Camus… Es decir, había una misión que ella debía cumplir, sin embargo, por supuesto, puesto que ella era una combatiente revolucionaria, debe haber sentido un dolor tremendo de no haber estado junto a su padre en ese momento. El amor que se tenían ese padre y esa hija, es un amor ejemplar porque no es un amor posesivo, es un amor de confianza del uno al otro y ella absorbía porque, efectivamente, en esos pocos meses que trabajé junto a ellos porque la Tati me lo pide para que continuemos las pequeñas tareas de solidaridad que en ese instante Allende jamás renuncia a darle la mano a los revolucionarios perseguidos en Brasil, en Bolivia, y había allí todo un contexto de pequeñas cosas que hacer y colaboro entonces con ella, y era sorprendente la capacidad de esa mujer de crear equipo, de escuchar, de dialogar; esa capacidad de crear energía. Es una conducción política que hace Beatriz en un amplio espectro de situaciones porque era colaboradora de confianza de Salvador Allende y la antena con el mundo, con el MIR, con lo que sucedía con las tomas, con ese Chile ardiente, avanzando hacia sus sueños.

Entonces, en el momento en que ella decide morir, refleja para mí lo que conduce el culto a la muerte y al sacrificio que se infiltra en las filas de nosotros, los desterrados, los exiliados, los sobrevivientes culpables de ser sobrevivientes, sin tener territorio, sin tener cómo habitar el mundo, sin tierra…

El dolor del exilio se le olvidó a todo el mundo, no es un tema hoy y yo tampoco tengo las palabras para contarlo. Solo recurro en el prólogo a María Zambrano, una exiliada filósofa muy importante del franquismo. Creo que Beatriz Allende en ese instante aspira a la libertad, al aire fresco y no lo obtiene puesto que va a morir, pero es su propia mano.

Estudié mucho qué hay en aquel instante de la muerte voluntaria y creo que debemos inclinarnos con respeto frente a lo que no podemos comprender, debemos tomar el acto como un acto político y debemos sobre todo -y este libro aporta en eso- no quedarnos en su muerte. Ceo que su muerte colaboró en el olvido, aunque el olvido de Beatriz Allende es un olvido político fundamentalmente, pero colaboró.

Justamente tengo marcado en el libro esta alusión que tú haces a Marta Zambrano y que define tan bien esto de que “el exiliado es un superviviente, alguien que estaba destinado a morir, mas, fue rechazado por la muerte, le dejaron con vida pero tan solo y hundido en sí mismo, y a la par a la intemperie, como que está naciendo y muriendo al mismo tiempo mientras sigue la vida…”

En todo caso, claro, tú le das un sentido a la muerte de Tati Allende, como también tiene un sentido la muerte de su padre, a pesar de que no me quedo con la versión del suicidio,… Per para el caso da lo mismo, porque Allende decidió morir también, es decir, él sabía que no podía salir vivo ( lo había prometido) de la Moneda. Entonces si lo mataban o se quitaba él mismo la vida da casi lo mismo. Por lo que ambas vidas en este sentido se conjugan, son expresión de lo mismo, son un enorme llamado de atención al mundo y a la política y eso es lo que a mí me hace pensar de que son vidas muy entrelazadas, desafiando incluso a los cubanos que nunca han sido muy partidarios del suicidio.

Es una cultura de la izquierda, pero por eso yo digo, muchas veces, que  los que juzgaron el suicidio desde la izquierda son parte de una corriente completamente ignorante de lo que es la vida… En definitiva es lo que yo llamo el culto a la muerte, el sacrificio. Entonces, no cxorresponde enjuiciar a alguien sobre ese punto tan enigmático…porque en definitiva, cada persona es una historia separada.

Está plagado de testimonios y también filósofos griegos decidieron morir. La misma historia de Cristo, desde el punto de vista teológico, es una persona que decide morir, porque, si era el hijo de Dios, como muchos creen, podría haberse revelado frente a esa situación y no haberse expuesto a la muerte a la crucifixión: O sea, esto de la muerte ha tenido muchos sentidos en la historia, la lucha por la justicia…

Pero este libro es también una magnifica forma de comprender el hoy. En ese sentido, no te voy a preguntar por quién vas a votar, o si vas a votar o no, pero ¿cómo estás viendo el momento político hoy a la luz de que tenemos elecciones en las próximas semanas?

Creo que compartimos a la vez la indignación y el estupor de ver convertida la política en un circo mediático. Realmente, estoy plantada en el mundo desde otro espacio tiempo. Para mí la política es todo lo que resiste el arte de lo imposible, como lo vivíamos con Beatriz Allende, como lo vivió Salvador Allende y lo que quiero hacer compartir, en el fondo, a los lectores o a los que ven mis trabajos, mis talleres mis escuelas aquí y allá es que la política es algo que le da a la vida una intensidad, un sentido, que hace que trascienda a la muerte justamente o que la muerte no cuente puesto que la vida es lo que importa y en el morir es en ese instante nuestros muertos vienen con nosotros.

La política porque no la encuentra la juventud, los jóvenes adolescentes, nos tiene en esta situación social que se vive en Chile. Beatriz Allende nos recuerda las grandes campañas electorales de Salvador Allende: el tren, el contacto permanente con el pueblo, que son sujetos conscientes, organizados, que se unen en función de una aspiración… Bueno, no nos digan a nosotros nostálgicos. Creo que no somos para nada nostálgicos, creo que si queremos apuntar a una sociedad de justicia y de igualdad, de dignidad humana, hoy en el planeta, no es sólo Chile ( en Francia es igual), tenemos que apuntar a otras formas de hacer política, en el cual la elección llegará o no a ser un camino importante en un transcurso de tiempo en que la consciencia del sujeto despierto se una a otro, crea colectivos, crea asociaciones, crea partidos.

¡No puede ser que un día no existan obreros trabajadores en las cúpulas de un partido como el Socialista!  ¡No puede ser que el dinero decida! ¡No puede ser esta inclinación a la clase dominante y a los poderosos para regir bajo el imperio fascista económico que domina el planeta lo que hay que hacer! Y yo digo: entendamos de una vez que vivimos en una cárcel. Una cárcel dominada por el fascismo económico y actuemos como prisioneros dentro de esa cárcel.





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