La inesperada eliminación de la selección de fútbol del mundial de Rusia 2018 ha dejado mucha preocupación y varias definiciones pendientes. En primer lugar surge la necesidad de planificar los próximos diez o quince años alrededor de un proyecto deportivo que permita volver a pelear en lo más alto y al mismo tiempo potenciar a las nuevas generaciones. Que apunte a clasificar a la mayor cantidad de mundiales en todas las categorías y que garantice la correcta formación, maduración y perfeccionamiento de nuestros futbolistas a lo largo del tiempo. También es momento de replantear la conformación y planificación de los torneos del fútbol joven y subir las exigencias a nivel formativo para todos los clubes profesionales. En ese sentido, para superar este momento y avanzar con firmeza hacia el futuro, la formación debe ser un requisito indispensable hecho norma y todo equipo profesional debe ser exigido de incluir programas y entrenadores de calidad para todas las categorías infantiles y juveniles, tanto en la rama varonil como femenil.
Administrativamente hay varios asuntos que resolver pero quizá el más importante sea discutir y definir la separación definitiva entre la Federación de Fútbol de Chile y la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP). Es claro que los destinos de la Federación no pueden estar en manos de los dueños de los clubes. Se necesitan autoridades independientes, que velen por el bienestar de las selección en sus diferentes categorías y que dispongan de recursos propios para elegir los entrenadores y responsables de encabezar los proyectos deportivos escogidos. Es fundamental que la Federación sea autónoma y que cuente con la fiscalización de las autoridades encargadas y el apoyo constante del Ministerio del Deporte. Y si bien el ex presidente de la ANFP Harold Mayne-Nicholls dijo haber planificado la separación de ambas entidades, al truncarse su proyecto no se pudo concretar ni tampoco formalizar un plazo para su ejecución. Desde entonces el tema ni siquiera se ha debatido por las sucesivas administraciones ni tampoco parece estar entre los asuntos más apremiantes. La dilatación en la decisión sobre la venta o no del canal del fútbol, la repartición de las platas, la corrupción interna, el caso Jadue y ahora la eliminación del mundial nos han ido apartado de los temas más relevantes y urgentes. Por el bien de nuestro fútbol, hay cuentas y responsabilidades pendientes que más temprano que tarde se deben resolver.
En la parte deportiva un tema trascendente será la elección del entrenador y el cuerpo técnico que dirigirán al primer equipo y a las subsecuentes categorías. Una decisión que debe ser bien meditada porque de ella depende en gran medida el éxito deportivo del proyecto. Con esa necesidad instalada y con el oportunismo de ocasión, la lista de nombres para ocupar el cargo se ha ido engrosando lentamente sin embargo ninguna de las “opciones” parecer dar con las necesidades de nuestro fútbol y su actualidad.
Y en esas listas de fantasía que publica la prensa, el que corre con ventaja y parece satisfacer a los dirigentes nacionales es Manuel Pellegrini quien definitivamente no es un entrenador formador. No queremos discutir sus capacidades de gestión y manejo de grupo ni tampoco sus méritos individuales pues sus campañas en Europa, al mando algunos de los equipos más reconocidos del mundo, destacan y hablan por si mismas. Sin embargo no hay una dedicación formativa en su trabajo, no hay una lista de jugadores que se haya enriquecido y formado al alero de su método ni jugadores que reconozcan un innegable crecimiento bajo su dirección. Él es más parecido a un gestor empresarial que sabe elegir su equipo y determinar un marco normativo que favorezca la búsqueda de los objetivos grupales. Una filosofía que no encaja tan bien con el modo de ser y actuar de los jugadores chilenos. Bataría con fijarse en lo mal que manejó en conflicto con Juan Román Riquelme en Villareal por ejemplo. Además su forma de juego no encaja con lo que los hinchas chilenos desean y añoran. Más parsimoniosa, lateral y aburrida. Pellegrini tiene muchos méritos personales pero no es el indicado para el cargo. Al final termina imponiéndose el sentimiento y la ética también, porque uno no desea nunca de entrenador de la Selección Nacional a un tipo que siendo inmensamente rico aceptó, por dinero, engañar a miles de trabajadores chilenos para que invirtieran sus fondos de pensiones en una de las más cuestionadas AFP. El rostro Cuprum no infunde simpatía en un amplio sector de aficionados.
Contrariamente, otro que cuenta con mucho apoyo en el hincha y las encuestas es Marcelo Bielsa lo que es absolutamente comprensible por el cariño que dejó entre los chilenos y por la inmensa calidad del trabajo realizado en su paso anterior por el país. Y aunque nos encantaría pensar que existe alguna posibilidad para su retorno, lo cierto es que el entrenador argentino se ha embarcado en una aventura de larga duración con el Lille de Francia donde pese a los malos resultados iniciales, se entrena una generación muy joven de jugadores que piensa obtener resultados recién en uno o dos años más. Los dueños del club tienen total confianza en él, su equipo y su metodología de trabajo y es bien difícil que cualquiera logre sacarlo de ahí en el corto plazo. De todas maneras una visita de Arturo Salah no estaría mal y en el peor de los casos, puede hacerle gratis algunas recomendaciones que seguro serán objetivas y cariñosas con nuestro fútbol.
Después se escuchan muchos nombres de menor talla que no merecen demasiado análisis ni consideración pero que nos indican que vamos por mal camino. Ahora que los representantes lanzas currículos y los negociantes se soban las manos, es importante que las autoridades recuerden que Chile mantiene una generación de jugadores que juegan en el más alto nivel y que hay que gestionar correctamente ese talento. Además si hay muchos jugadores jóvenes que están abriéndose paso en el fútbol extranjero y que necesitan un soporte de la más alta calidad para encausar su talento y favorecer con su desarrollo al juego de la Selección.
La “generación dorada” (incluyendo a los cuerpos técnicos que trabajaron con ellos) ganó para Chile un lugar entre los mejores y ya no podemos volver a la mediocridad ni a la salida fácil. Es momento de invertir lo ganado para asegurar el estatus obtenido y mantenerlo a lo largo del tiempo. De modo contrario, lo vivido habrá sido sólo un brillo en la noche y todo el esfuerzo de décadas habría sido estéril. Dirigentes del fútbol (dueños de los clubes y por ahora de la Selección), no es momento de ahorrar, experimentar ni dar oportunidades. El representativo nacional merece al mejor equipo técnico posible porque sólo así podremos seguir obteniendo triunfos y superar este bajón producido por la no clasificación al mundial. La selección ya se ha ganado un reconocimiento y un valor que le permiten optar a lo más alto en capacidades y precios también. Entonces uno quisiera escuchar, entre tanto disparate y ausencia de ideas, que al menos se intentará hablar y convencer a Diego Simeone, Mauricio Pochettino, Jürgen Klopp o Guus Hiddink, por mencionar algunos nombres a la altura de la circunstancia, y que se impondrá el interés de todos por sobre cualquier beneficio individual o sectorial.
El momento es importante pero no urge velocidad en las definiciones. Lo relevante es planificar bien, tener claras las herramientas y los objetivos, oír a los mejores y decidir pensando en el bien del fútbol chileno. Se juegan muchas cosas y ahora quedará en evidencia el verdadero interés de los dirigentes y su real compromiso con el “equipo de todos”. Sigamos atentos.