Entrevistado por Juan Pablo Cárdenas, Héctor Vega profundizó sobre el impacto del modelo neoliberal en nuestro país. A su juicio, seguiremos viviendo en la misma condición de desigualdad y sacrificio medioambiental mientras siga operando la “lógica de cajero de supermercado”.
Su libro, Capitalismo en el Siglo XXI expone la desigualdad, concentración de la riqueza y la pobreza y marginalidad que afecta a un gran número de personas. ¿Le parece usted que el mundo está en una situación límite en cuanto a recursos?
Existen dos problemas fundamentales. Uno es el cambio climático y el otro es el envejecimiento de la población, por cada 100 personas activas, hay 78 pasivos ya sea jóvenes que aún no ingresan al mercado laboral, o adultos mayores que se supone deberían recibir pensión. En el año 2050 esta cifra será mayor, porque hay que agregar un proceso de robotización que expulsará a mucha gente de sus puestos de trabajo. Esto ya podemos verlo en la artesanía de masas, en casos como Instagram o Uber, por ejemplo. Son todos artesanos reunidos bajo la mentalidad y la lógica de los artesanos que quiebran un gremio, una organización que tiene los visos de una fábrica con todos los beneficios, etcétera para que luego “cada uno se sirva su propio buey”.
La medicina y otros factores han provocado una mayor expectativa de vida y ello ha llevado que se produzcan fenómenos curiosos, como que haya un país europeo que invita a los jóvenes a vivir en él, porque se está quedando sin mano de obra. ¿Estos son fenómenos aislados o debemos acostumbrarnos a estas contradicciones?
Se van a vivir este tipo de contradicciones. Por ejemplo Robert Reich, Secretario del Trabajo durante el primer gobierno de Bill Clinton, en Estados Unidos, que escribió hace poco más de tres años sobre una posible máquina inteligente que sirva para hacer todo, una especie de “máquina de Aladino” que no necesite de trabajadores. Esto llevará a que la economía colapse porque no habrá trabajadores con dinero en sus bolsillos para comprar, de tal manera que el mercado no podrá realimentarse porque fallará el poder de consumo.
Nuestro país tiene índices de inflación discretos lo que, al parecer, se debe a una falta de poder adquisitivo de la población, más que a la eficiencia en la administración del modelo. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Yo creo que se debe a una gran desigualdad. El 1 por ciento de los receptores de ingresos detentan el 30 por ciento de los ingresos, pero el problema mayor es que el 0.1 por ciento, acapara el 17 por ciento del ingreso. De esa manera no se puede mantener un mercado ni menos llegar a un nivel de salario que permita el goce y beneficio de los bienes públicos. Hay tres bienes públicos fundamentales que la sociedad estima deben ser entregados a todos los individuos: educación, salud y vivienda social. Respecto de este último, ya hemos visto en la televisión en qué condiciones se entregan casas a los “felices poseedores” de la casa soñada, en un mes o tres meses ya comienzan a ver fallas y esa no es una entrega que pueda satisfacer un bien público. En cuanto a la educación, ya sabemos que hay que pagarla y a los candidatos se les pide respuestas en relación al Crédito con Aval del Estado, por ejemplo, sin que haya ninguna solución concreta. Haber entregado la financiación de la educación superior a los bancos fue un pecado capital que no se puede soslayar.
Este libro se centra en las economías mundiales, de las que Chile forma parte y que ha sido fiel a la consolidación del modelo capitalista. ¿Cómo se puede resolver el problema de la inequidad y justicia social si quienes tienen más no son capaces de hacer un sacrificio mayor en beneficio del país?
Se piensa que podemos reemplazar los bienes públicos, como la salud, por la Teletón. Pero yo creo que ese es un rol que le corresponde al Estado y no que cada año haya que organizar un presupuesto más o menos aceptable para resolver las contingencias. Este año la meta fue cercana a los 32 mil millones de pesos, si un Estado es incapaz de dar ese monto para la salud de sus ciudadanos, es un Estado que si no está en crisis, al menos se puede ejercer sobre él, una crítica fundamental.
En Chile hay exenciones tributarias que alcanzan al 25 por ciento de los ingresos por impuestos. Si se rebaja esto a la mitad, ya podemos disponer de 5500 millones de dólares. Hay una serie de índices de bienes públicos que se tienen que financiar llegamos fácilmente a los 19 mil millones de dólares que no pueden proveerse de ninguna manera, bajo la organización actual de la economía. Respecto del cobre, nadie lo menciona porque está en manos de las trasnacionales.
China se propuso que en un plazo de 20 o 30 años solo fabricarán autos eléctricos que requieren de grandes cantidades de cobre y litio. Chile es rico en ambos recursos, pero estas materias primas no le pertenecen a todos los chilenos. ¿Cómo ve este futuro en relación a nuestro país?
Hace años escribí un artículo promoviendo una posible asociación de Chile con India y China, que era posible en ese tiempo. Pero el momento ya pasó y esa asociación hoy no es posible, porque ellos consolidaron una estrategia distinta. En el ámbito tributario tampoco podemos hacer mucho, porque nuestro royalty no es tal, sino un impuesto fijo que finalmente llega solo al 1.5 por ciento de lo extraído y vendido.
En el debate presidencial no se tocó el tema de la carrera armamentista. Si faltan recursos para la educación o salud, ¿por qué no echar mano de lo que se invierte en armas?
Eso implicaría todo un movimiento hacia una nueva concepción geopolítica. Actualmente, en lugar de tener grandes amigos, somos mirados con sospecha acerca de nuestras intenciones. Nuestras relaciones exteriores llegaron a un nivel de falencias y deficiencias que son posibles de sostener, pero no veo que haya posibilidad de cambio en el futuro y habría que preguntarse si somos proclives a formar parte de un proyecto latinoamericano o no.
A propósito de la minería, su libro recoge los datos del daño ambiental que esta actividad causa y cómo los relaves mineros en el norte del país nos ubican dentro de los seis países que más contaminan. ¿Usted sabe de alguna iniciativa que intente poner fin a esta situación?
Hay investigaciones a nivel universitario tanto de la Universidad de Chile como de Santiago sobre cómo recuperar los relaves. Pero tanto la investigación como la ecología son caras y es el Estado el que ha debido financiarlas, mientras la actividad privada está al debe.
Según su percepción, ninguno de los candidatos presidenciales plantea un cambio sobre esta materia. ¿Estamos condenados a seguir así por mucho tiempo?
Sí, porque el manejo de la economía sigue los estándares del siglo XVIII. Tenemos una lógica de cajero de supermercado (sin que yo desprecie esa labor), un país no es un supermercado, hay que financiar bienes públicos y el Estado debe organizar la economía de otra manera y hasta el momento yo no veo que sea posible.
Su libro es poco optimista en relación a que el planeta y Chile encuentren una solución al tema ambiental. ¿Cuál es su opinión respecto a que Donald Trump desafíe los acuerdos medioambientales mundiales?
En 2020 se concretaría la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Los acuerdos tomados en 2015 son ambiguos y actualmente estamos en un estado de permanente ambigüedad en materia ambiental. Se espera que en Polonia para el 2018 se concrete lo planeado, pero la gran pregunta es si seremos capaces de hacerlo, pues el planeta y la humanidad están en peligro. Hay que entender que lo que está en riesgo es la continuidad de la humanidad, porque el planeta puede seguir como estrella.
Desde el punto de vista de la ciencia y la tecnología, ¿es posible que los avances nos lleven a cambiar las formas de energía?
En promedio, los países de la OCDE tienen un presupuesto de inversión y desarrollo del orden del 2.50 por ciento del producto interno bruto. En Chile estamos invirtiendo el 0.35 por ciento. Corea invierte el 4.39 por ciento y hace 30 años atrás estaba en la misma situación económica que Chile y hoy están en una situación completamente distinta porque destinaron más del 25 por ciento a inversión productiva.
La ecología es cara y descarbonizar el planeta, cuesta. Yo veo que hay inversiones en energía eólica y solar, pero no hemos descarbonizado el planeta. Las metas que nos plantea el futuro implican ingresar a la economía del conocimiento, China recibe un 50 por ciento de su PIB de los servicios, Estados Unidos, un 90 por ciento.
Esto conlleva tomar grandes decisiones políticas y con los candidatos que hay al frente, yo no veo que se vayan a tomar esas resoluciones.