Líder de Laicos: "Que la Iglesia reconozca que Osorno es una herida abierta y sangrando"

La comunidad de laicos de Osorno se prepara para la venida del Papa. Juan Carlos Claret es uno de sus líderes. Según señala, la visita del Papa se está viendo juzgada en virtud de cómo actuó el Papa en el caso de Barros. "La situación de Osorno pone en jaque la legitimidad de la iglesia para ser una voz relevante en los conflictos sociales". Para Claret, Bergoglio fue quien decidió crear el problema, mantenerlo y agudizarlo.

La comunidad de laicos de Osorno se prepara para la venida del Papa. Juan Carlos Claret es uno de sus líderes. Según señala, la visita del Papa se está viendo juzgada en virtud de cómo actuó el Papa en el caso de Barros. "La situación de Osorno pone en jaque la legitimidad de la iglesia para ser una voz relevante en los conflictos sociales". Para Claret, Bergoglio fue quien decidió crear el problema, mantenerlo y agudizarlo.

Uno de los temas que más levantarán polvo para la venida del Papa Francisco será, sin mucho espacio para incertidumbres, el polémico obispado de Juan Barros en la diócesis de Osorno. El religioso  -acusado de encubrir los abusos sexuales de Fernando Karadima y de heredar parte de sus prácticas autoritarias- ha dividido a la comunidad, que hoy o lo quiere fuera o lo defiende con garras.

Francisco no se ha mantenido al margen de la controversia. Fue él quien nombró y ratificó a Barros y también fue quien hace un par de años tildó de “tontos” y “zurdos” a los osorninos que se habían manifestado en contra de su nombramiento.

La comunidad laica de Osorno ha trabajado activamente en la visibilización de la problemática, dando cuenta de la crisis que vive tanto la diócesis como la iglesia católica en general. Juan Carlos Claret es uno de los líderes de la organización que se ha movilizado intensamente en pos de la destitución de Barros.

Mencionaste en una entrevista hace unos días que “la iglesia los ha tratado como enemigos”. ¿Por qué?

Porque a nosotros no se nos reconoce el derecho a ser tratados como personas iguales dentro de la iglesia. Teológicamente hablando, nosotros por el bautismo somos todos iguales, pero se nos ha impuesto esa lógica de que el Papa es el católico más importante.  El problema de esa lógica es que tampoco se trata de una reivindicación que teníamos muy clara: el Papa no es más que cualquier otra persona de la comunidad. Eso reclamamos. Pareciera que la jerarquía considerara menos relevante a la señora que junta fondos para su capilla que al Papa. Ahora que viene la visita a nosotros se nos ha obligado a mendigar.

¿Han recibido muchas negativas por su cruzada?

Al saber de la visita del Papa lo primero que dijimos fue “bueno, conversemos con Francisco”. Contactamos a Benito Baranda (coordinador del Estado para la visita del Papa) en julio, y él nos dice que por ningún motivo es posible que el Papa nos atienda, porque eso lo decide Roma. Hablamos con Fernando Ramos, obispo que preside la comisión organizadora y nos dice que eso lo tiene que decidir Roma. También se negó a entregarle una carta a nuestro nombre. En agosto nos cita Mario Fernández, ministro del Interior. Le contamos nuestra situación y nos respondió que era muy triste lo que estábamos viviendo, preocupante, pero no se puede hacer nada porque Roma decide. Hablamos con Mauricio Rueda, en Roma, encargado del Papa para sus viajes alrededor del mundo. Él nos dice “es importante lo que están pidiendo, pero desde un comienzo se acordó que las audiencias las delimitaba Fernando Ramos. La misma respuesta que nos dio Ramos se las ha dado a víctimas de Karadima y de otros casos de abusos. Hay una intención deliberada de excluir ciertas realidades incómodas para la visita del Papa. Ante eso nosotros nos vamos a revelar.

Han buscado insistentemente un contacto con el Papa. De lograrlo, ¿qué le dirían?

Nosotros no vamos a protestar en Santiago porque queremos hablar con el Papa. No tenemos por qué esperar algo de Francisco cuando reiteradamente a lo largo de tres años ha hecho oídos sordos y nos ha tratado de tontos y zurdos. Se ha comportado con nosotros como un Jefe de Estado más que un líder espiritual. Vamos a protestar para que no se nos intente invisibilizar. Que la iglesia reconozca que Osorno es una herida abierta, sangrando, lejos de cicatrizar.

Pero en un escenario hipotético, ¿qué le dirías al Papa?

La pregunta es una, puede sonar ingenua, pero es la verdad: ¿de verdad el Papa ama a la diócesis de Osorno? Cuando uno ama trata de evitar el sufrimiento de la persona que uno ama. En este caso es todo lo contrario. Se nos expone y se nos hace sufrir más. En estos tres años hay gente que ha perdido el trabajo porque el obispo ha ido a hablar con empleadores para despedir a ciertas personas que se oponen a él. El Papa tiene la oportunidad de ponerle fin a ese sufrimiento sacando al obispo Juan Barros de Osorno.

Cuando me hablas del Papa tienes una opinión crítica. Él ha tratado de proyectar una imagen de reformismo y renovación dentro de la iglesia. Esa imagen, ¿no se la crees?

Nosotros no vamos a protestar en algunos discursos del Papa porque también nos interesa conocer su discurso, porque creemos que puede tener elementos que son necesarios para Chile y que son urgentes. La crítica a un sistema económico que deja marginados y descartados es una crítica que en Chile hace bien, pero no por eso vamos a divinizarlo. Hay que hablarle con la verdad y demostrar que es una persona contradictoria, porque dirige una institución históricamente contradictoria. Aquí hay un interés de satanizar a Francisco o de divinizarlo y eso no ayuda en nada. El único conflicto en Chile que está tan estrictamente vinculado con Francisco es Osorno, porque él decidió crear el problema, mantenerlo y finalmente agudizarlo.

Con esta intensa búsqueda de la que me hablas, ¿no ha quedado en evidencia esta verticalidad jerárquica de una institución como la iglesia?

Efectivamente. Para que nosotros llegáramos a tener este problema con Barros es porque hay una institucionalidad que, en primer lugar, permite que el abuso ocurra y, en segundo, permite que quede impune. Acá hay un contexto que favorece el secretismo, y en ese contexto ocurre el abuso sexual. Si no hubiese una estructura tan vertical, en donde el cura se llega a sentir especial como si fuera un privilegiado de otro mundo, no se hubiesen permitido los abusos de Karadima y los encubrimientos de Juan Barros. No sacamos nada con sacar a Barros si es que puede llegar alguien peor. Hay una crítica a la institucionalidad. Si no hay cambios, el problema va a persistir. La iglesia jerárquica hoy no tiene intención de hacer esos cambios.

¿Y por qué entonces seguir confiando y perteneciendo  a una iglesia que ha sido tan ingrata con ustedes?

Somos nacidos y criados en la iglesia. Quienes pusieron el grito en el cielo exigiendo la renuncia de Juan Barros somos los laicos. Son personas que desde niños están en la iglesia. Tal vez lo de Osorno ha sido duro, pero la Iglesia la hacemos nosotros y si no estuviéramos defendiendo algo que amáramos, hace rato hubiésemos abandonado la pelea, o no la hubiésemos dado, pero hay algo que estamos intentando defender y eso para nosotros es muy valioso.

Tú te has juntado con el obispo Barros un par de veces. ¿Qué han conversado y en qué tono?

Le hemos preguntado en primer lugar si son verdad los hechos que se le imputan. Nunca ha sido capaz de decir si sí o no. Simplemente se basaba en la respuesta de “con el tiempo nos vamos a ir conociendo”. Le preguntamos si de verdad amaba la diócesis de Osorno. Nula respuesta. Finalmente cuando uno intenta hablar de la crisis, por ejemplo de las personas que se van de la capilla cuando lo ven haciendo misa, él dice que nunca lo ha visto. El 20 de noviembre de 2016, en la parroquia Sagrada Familia de Río Negro, sus defendedores nos agredieron físicamente para sacarnos del templo por oponernos al obispo Barros. Decían que si estábamos en contra de Barros estábamos en contra del Papa, y si estábamos en contra del Papa estábamos yendo contra la voluntad de Dios. Llegaron a los combos. Mientras nos pegaban, el obispo Barros se puso a cantar “Juntos como hermanos”. Él dice que no vio nada. Es imposible tener un diálogo sincero con él cuando no hay un piso mínimo de reconocimiento de que en Osorno hay una crisis.

¿Le pediste personalmente que renunciara al obispo Barros?

Sí. En marzo de 2015 fue la primera vez. Se lo formulé frente a los sacerdotes que estaban en reunión con él. Me colé a esa reunión, me hice pasar por cura y cuando el obispo llegó le dije que la división era tan grande en Osorno que lo invitábamos a renunciar a ser obispo, pero que se quede como párroco. Frente a los sacerdotes dijo: “el Papa me mandó de obispo, no de simple cura”. ¡Lo dijo frente a los sacerdotes! La visita del Papa se está viendo juzgada en virtud de cómo actuó el Papa en el caso de Barros. La situación de Osorno pone en jaque la legitimidad de la iglesia para ser una voz relevante en los conflictos sociales. Cada vez que la iglesia quiere hablar de algo, sacan el tema de las riquezas, de los abusos. El Papa tiene la oportunidad de dar el puntapié inicial para limpiar el terreno y hacer de su discurso de tolerancia cero algo creíble.

Hace un tiempo señalaste que ustedes estaban empeñados en generar condiciones de ingobernabilidad para Barros. ¿Siguen en esa misión?

Esa cita es desafortunada. No se condice con lo que dije en la entrevista. No me interpreta. No expresa la voluntad de la organización de laicos, sino que ha sido el proceder de Barros lo que nos ha ayudado en nuestra credibilidad. La mayor crisis de gobernabilidad se la ha generado él mismo. Se podrá decir de nosotros que somos zurdos y tontos, pero que se hayan ido seis sacerdotes de Osorno reclamando hostigamiento y maltrato del obispo, eso no es imputable a tontos y zurdos.

¿Qué tienen pensado hacer para la venida del Papa?

Vamos a estar en Santiago. Donde el Papa esté, vamos a estar. No vamos a funar alguna misa, sino que los trayectos del papamóvil y particularmente el día 15 haremos una vigilia por los abusos sexuales en la entrada del Parque O’Higgins a las 23:00 horas. Entrada nororiente, en la entrada más cerca del metro. Si el Papa va al santuario del Padre Hurtado, ahí estaremos. En la Plaza de Armas también. No vamos a entrar a las misas porque nos interesa que los medios nos ayuden a visibilizar que, para analizar bien la visita, no es correcto poner el acento en quiénes fueron a la misa, sino en quiénes son los grandes ausentes. La iglesia tiene capacidad de convocatoria a través de sus colegios, por ejemplo. Con que vayan los colegios católicos ya se llena el Parque O’Higgins, entonces van a intentar lavar su imagen diciendo que eso es muestra de que la iglesia no está en crisis. Para ese juego no nos vamos a prestar.





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