Opiniones a favor, opiniones en contra, la jornada electoral de este domingo ha sido el corolario de nueva victoria para el Chavismo, más allá del resultado electoral, porque ha logrado imponer su itinerario y hacerlo con normalidad, a pesar de la hostil oposición interna, de los gobiernos de derecha de la región, de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Es también, un nuevo acto logrado de resistencia del eje bolivariano ante la arremetida de gobiernos de otro signo que han venido cambiando el mapa regional. Ese avance, en todo caso, se ha visto dificultado en las últimas semanas por la ignominiosa caída de PPK, por la interdicción internacional de Michel Temer y junto a ella la enorme popularidad de Lula, y por las serias dificultades que golpean al gobierno de Mauricio Macri. Los aliados regionales del Chavismo saben lo que está en juego, como lo tuiteó Evo Morales durante la mañana: “saludar al hermano pueblo venezolano que hoy asiste a las urnas. Esta jornada ya es histórica, porque Venezuela está demostrando su vocación democrática, pese al intervencionismo y boicot que sufre desde el imperio”.
La presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, había afirmado más temprano, tras ejercer su derecho al voto, que las elecciones presidenciales transcurrían con tranquilidad y que todas las denuncias recibidas habían sido atendidas a tiempo.
De antemano, gobiernos de la región, Europa y muy especialmente Estados Unidos se habían adelantado al desconocimiento de los resultados. “Las llamadas elecciones venezolanas de hoy no son legítimas”, tuiteó Heather Nauert, vocera del Departamento de Estado estadounidense, junto con señalar que “Estados Unidos está del lado de las naciones democráticas en el mundo que apoyan al pueblo venezolano y su derecho soberano a elegir a sus representantes en elecciones libres y justas”. Por otro lado, el subsecretario de Estado, John Sullivan, señaló que su país considera activamente aplicar sanciones petroleras sobre Venezuela y que, en un intento por alinear a sus aliados, la votación del se discutirá en un encuentro del G20 en Buenos Aires, este lunes.
Frente a este asedio, Nicolás Maduro se rebeló. En las declaraciones después de ratificado el triunfo señaló que “cuánto han subestimado al pueblo venezolano, cuánto me han subestimado a mí. Pero aquí estamos: ¡triunfando! (…) Es la cuarta victoria en fila”, destacó el mandatario reelecto, quien recalcó que tuvo 47 puntos de diferencia con el candidato Henri Falcón. “Es lamentable, verdaderamente lamentable, porque al pueblo de Venezuela hay que respetarlo”, agregó, y destacó que los venezolanos salieron a votar “de manera libre y soberana”.
A pesar de la crisis económica, los venezolanos, especialmente los de los sectores populares, han respondido concurriendo a las urnas, porque saben lo que está en juego para ellos. Se ha dicho que si hay una razón por la que el Chavismo no sólo ha recibido apoyo electoral, sino que moviliza, es porque ha cambiado de modo tangible la vida de los venezolanos desposeídos. Qué mejor ejemplo que el de la vivienda, cuya deuda pública, según el censo realizado después de las inundaciones de 2010, ascendía a la friolera de 2,5 millones. En respuesta surgió Gran Misión Vivienda, un plan gubernamental creado en 2011 por el entonces presidente Hugo Chávez para dotar de casas a personas de escasos recursos. Se trata de uno de los programas pilares del oficialismo. El Gobierno ha recordado que “entre 1958 y 1998 se construyeron 1.427.263 casas en el país”. Desde 2011, se han construido más de 1.500.000 de viviendas.
El Gobierno no sólo se ha hecho cargo de la cantidad, al ejecutar un programa para revertir el déficit, sino que lo ha hecho ocupándose del amoblado y procurando la cohesión territorial entre clases sociales. Es decir, ha impedido que los más pobres se vayan a la periferia, utilizando y a veces expropiando territorios en las zonas céntricas e incluso acomodadas de las ciudades. Esos miles de venezolanos saben que sin Chávez jamás lo hubieran logrado. Y ahora proyectan esa lealtad en Maduro.
Así se expresó ayer: el Presidente cosechó 5.823.728 votos (68%), Henri Falcón 1.820.552, el pastor Javier Bertucci 925.042 y Reinaldo Quijada 34.614 votos. Finalmente, concurrió a votar el 46 por ciento de los habilitados, por lo que la oposición podría reivindicar el triunfo de la abstención, pero este porcentaje supera a la última convocatoria en Venezuela y, por ciento, al de varios países de la región, incluyendo Chile.
En lo que respecta a nuestro país, el arco político parece ser mayoritariamente antichavista, tal como la colonia residente. El Gobierno, como ejemplo del punto, emitió una declaración donde afirmó que “no reconoce la validez de este proceso electoral que carece de toda legitimidad y no cumple con ninguno de los requisitos mínimos y necesarios para ser una elección democrática y transparente, conforme a los estándares internacionales”. La posición crítica, con matices, es compartida por todo Chile Vamos, por buena parte de la Nueva Mayoría e incluso por sectores del Frente Amplio como RD, el Partido Liberal y el Partido Ecologista Verde. Las declaraciones dadas a conocer en los últimos días, en general, se han referido a Venezuela misma y no tanto al cuadro regional que ha vuelto tan importante lo que sucede en ese país.
En ese plano el análisis y la prudencia de los actores son importantes porque, luego del claro triunfo, el gobierno de Nicolás Maduro deberá tomar medidas para revertir la severa crisis económica y propiciar espacios de diálogo para atenuar (o a pesar de) la virulencia de las relaciones políticas en el país. Y deberá, especialmente, enfrentar el intento por nombrarlo como una dictadura, porque, ya se sabe, a una dictadura sí se le puede derrocar.