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Harvard y el ministro Larraín: lo que es tabú comentar


Martes 22 de mayo 2018 11:38 hrs.


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Las dificultades éticas del ministro de Hacienda Sr. Felipe Larraín  resultado de su viaje y asistencia a una reunión de exalumnos de la Universidad de Harvard, originalmente financiados con fondos públicos, ha generado en la prensa una gran cantidad de artículos en los cuales se aduce el prestigio de dicha universidad para justificar el empleo del erario nacional en financiar una actividad netamente privada, de un funcionario público. Los partidarios de tal justificación invocan que la invitación al señor ministro, dado el prestigio de la Universidad de Harvard, constituye un honor para él y por lo tanto para el país, reduciendo mágicamente el prestigio de la nación al de un ciudadano que la sirve, trayendo este proceso ecos antidemocráticos de una monarquía absoluta (L’etat c’est moi). El dogma inapelable del prestigio de Harvard es sostenido en la prensa por partidarios y críticos del viaje del ministro, y ningún artículo pareciera rebatirlo, demostrando ello sin dudas el provincialismo y las limitaciones intelectuales de la aclamada élite chilena. Esto, porque este dogma tan lisonjeado por esta élite encuentra en los mismos EE.UU. variados y serios críticos, y tal vez con mayor razón debiera encontrarlos en Chile, dado las repercusiones negativas para el país de algunas de las ideas y de las acciones de los académicos y de personeros de esta universidad.

En los Estados Unidos, Harvard ha sido llamada la estación de servicio favorita de la élite de ese país, ya que, en vez de investigar la verdad -como lo anuncia su lema Veritas- al igual que varias universidades privadas en Chile, es una cortesana de la gente con poder y con dinero, y un coadjutor de sus políticas. De acuerdo al historiador John Lukas, Harvard se caracteriza por empaquetar como brillantez intelectual a la mediocridad más superficial y nimia, envasándola en frágil y brillante papel dorado. Lo adecuado de esta sentencia pareciera ser confirmado diariamente en Chile, por los frívolos y mezquinos dichos y acciones de exalumnos de esta universidad, que se mueven con acomodaticia soltura en los ámbitos de la política y de la economía.  En Chile, una parte importante de la ciudadanía, sin lugar a dudas aún rechaza el famoso, racista e insultante pronunciamiento de uno de los más famosos exprofesores de Harvard, el señor Henry Kissinger, “No veo la razón para tolerar y dejar que un país se convierta en comunista por la irresponsabilidad de su gente. Estas decisiones son demasiados importante para dejarlas en las manos de los votantes chilenos”.

Este infame pronunciamiento, y otros del señor Kissinger, abrieron la puerta a las acciones que destrozaron la democracia en el país y que resultaron en el injustificado asesinato, tortura, cárcel, segregación y exilio para cientos de miles de compatriotas y las negativas proyecciones de estos hechos permanecen sin solucionar hasta hoy en día. Las huellas de la ética política de este distinguido exprofesor de Harvard pueden encontrarse también en la tortura y la muerte de millones de civiles en otros países del Cono Sur, en Vietnam, en Cambodia, en Laos, en África, en Timor y en Bangladesh y en su pronunciamiento “es una locura y una humillación promulgar una ley que prohíba al presidente de Estados Unidos ordenar el asesinato de nuestros enemigos”. Si bien Harvard nunca se ha disociado de los trágicos resultados de las actividades de su antiguo profesor estrella, este al igual que su compinche, el general Pinochet, ha enfrentado repetidas protestas en los Estados Unidos. y el mundo, y ha estado imposibilitado de viajar a varios países porque pudiera ser enjuiciado como un criminal de guerra. Sin lugar a dudas la asociación de Harvard con los hechos descritos en el párrafo anterior pudiera parecer una casualidad, desgraciadamente la historia indica que entre sus personeros y profesores siempre ha existido una tendencia a propiciar políticas sociales y económicas prejuiciadas y nocivas para sectores mayoritarios de la población de los Estados Unidos. y por supuesto también, para las de los países del resto del mundo.

Por ejemplo, uno de los últimos presidentes de Harvard, el Sr. Lawrence Summers, siendo funcionario del Banco Mundial tuvo la brillante idea de proponer exportar, de los países industrializados a los países del Tercer Mundo tóxicos químicos de desecho, ya que el tratamiento y eliminación de ellos en estos últimos sería más barata, por los bajos salarios y por la ausencia de medidas para proteger a los trabajadores de su toxicidad. . Summers fue también durante el gobierno Clinton uno de los artífices de la desregulación que favoreció a la banca y a Wall Street, proceso en parte responsable de la Gran Depresión de 2008 y de la hecatombe económica que esta generara en los Estados Unidos y el mundo, empobreciendo a millones.  Como presidente de Harvard el Sr. Summers se caracterizó también por prejuiciados pronunciamientos machistas sin base científica, indicando que probablemente la falta de grandes matemáticos mujeres y la ausencia de ellas en este campo, se debía a su carencia de genes para esta ciencia y no a problemas de una educación misógina. La persecución, tal vez política y racialmente motivada, de un prominente académico afro-americano de Harvard, el Sr. Cornell West, también trasuntó el racismo y la intolerancia por la disidencia del Sr. Summers. Académicos de Harvard, protegidos del Sr. Summers, a contrata del gobierno del país norteamericano y a cargo de las privatizaciones en Rusia, usaron información privilegiada para enriquecerse personalmente.

Los severos problemas éticos del Sr. Summers lo obligaron a renunciar ya que eran un baldón y una catástrofe de relaciones públicas para el mentado prestigio de Harvard como una institución teóricamente democrática y progresista, sin embargo, el siempre contó con gran apoyo entre los alumnos y los académicos partícipes de su prejuiciada y avariciosa filosofía.  Esta breve sinopsis pareciera indicar entonces, que representantes del Estado chileno debieran exhibir cierta circunspección y cautela en sus tratativas oficiales con la Universidad de Harvard, que debiera ir más allá de las discusiones superficiales y simples acerca del costo de invitaciones y pasajes, ya que ellas conllevan el riesgo de serios conflictos de interés, potencialmente perjudiciales para Chile y su población. Por ejemplo, Harvard no es una institución de beneficencia como la prensa adicta al ministro  Larraín quisiera representarla ante el país, ya que ella se financia importantemente con un gigantesco fondo de inversiones, que en el pasado se ha beneficiado sin compunciones de la opresión del régimen de Apartheid en África del Sur y que actualmente también especula con los escasos terrenos agrícolas en el mismo continente. Estudiantes de Harvard han señalado que este fondo realiza inversiones forestales en Brasil, Argentina y Chile que degradan el ambiente y que afectan negativamente el bienestar de la población de estas regiones. Entendemos la gratitud y el cariño desinteresado de Harvard por la persona del Sr. ministro y el agradecimiento y la reciprocidad de este con su Alma Mater, especialmente porque él debe saber que sin mediar las acciones del Sr. Kissinger el probablemente no sería ministro. Sin embargo, esperamos que, si conflictos de interés se presentan en el futuro, el recuerde que más que un antiguo estudiante de Harvard, él es un funcionario público, designado y remunerado para defender los intereses de la nación chilena y los de sus habitantes.