Acta de Tarapacá, un freno a la indiferencia ambiental

Este lunes cuatro rectores y 17 premios nacionales presentarán un documento denominado Acta de Tarapacá a la Presidencia, pidiendo revertir las malas prácticas en el uso del agua y emplazar a que se garantice su acceso como un derecho inalienable para futuras generaciones. La revisión histórica de los procesos de sequía del desierto chileno permiten comprender los procesos de desertificación que vive nuestro país, producto de la sobre explotación del recurso.

Este lunes cuatro rectores y 17 premios nacionales presentarán un documento denominado Acta de Tarapacá a la Presidencia, pidiendo revertir las malas prácticas en el uso del agua y emplazar a que se garantice su acceso como un derecho inalienable para futuras generaciones. La revisión histórica de los procesos de sequía del desierto chileno permiten comprender los procesos de desertificación que vive nuestro país, producto de la sobre explotación del recurso.

El agua se ha tomado la agenda de la alta política. En un primer momento parecía ser un tema que solo repercutía en algunas comunidades que estaban sufriendo con la sequía, sin embargo, este panorama no se trataba simplemente de un fenómeno climático, sino que tenía aristas económicas, políticas, sociales, culturales, en definitiva, un problema multidimensional que hoy exige una modificación profunda en la relación que tenemos como sociedad frente a este vital recurso.

La discusión tomó realce una vez que medios internacionales informaron que el cultivo de paltas en la provincia de Petorca estaba generando el desabastecimiento hídrico del territorio, lo que generó el rechazo de países como Inglaterra frente a la importación del fruto a su país. Ninguna empresa que se diga responsable socialmente podría comercializar un producto que en su cadena de valor tiene un conflicto socio- ambiental de estas características.

De esta forma, lo que acontece en Petorca pasó a ser un ejemplo donde la forma de desarrollo está determinada por el extractivismo agropecuario y minero. Es así que esta condición se puede extrapolar a las diferentes regiones de Chile con los viñedos, las forestales, en general, con el desarrollo de industrias que apuestan por el monocultivo.

Pero este panorama no tiene solo que ver con la industria y las comunidades, sino que son las políticas públicas que no guardan relación con la realidad ambiental que tiene Chile. Los conflictos de interés son tan evidentes como que ex ministros son dueños de grandes industrias. La actual Seremi de Medio Ambiente de Valparaiso es hija de uno de los grandes empresarios agroexportadores del sector y, así, son indefinidas las redes que se tejen delicadamente y que no permiten comprender y modificar la forma de desarrollo frente a esta realidad.

El código de aguas, normativa que regula la forma en que se distribuyen los derechos de aprovechamiento, entrega el recurso a privados, a perpetuidad y permite su comercialización. Un punto en que el gobierno no pretende flexibilizar, incluso lo contrario, pretende dar certeza jurídica a quienes hoy ostentan esta condición de propietarios.

Es más, la jornada de este viernes autoridades de Petorca, junto a activistas de la zona, se reunieron con la comisión de recursos hídricos del Senado para abordar la grave escasez que vive la zona y  plantearon la necesidad de revocar los derechos de agua, vigentes desde 1997,  con el objetivo de impedir que quienes hoy cultivan grandes campos mantengan esta práctica  y así, obligarlos a  bajar la intensidad del consumo del vital elemento.

El alcalde de Petorca, Gustavo Valdenegro, denunció que “el hecho de ser dueños de los terrenos les permite a los empresarios sembrar los cerros de forma indiscriminada. Hemos hecho los cálculos para ver la capacidad de riego que tienen cientos de hectáreas de paltos y efectivamente con los derechos que tienen las empresas no les alcanzaría para regar toda la superficie que tienen plantadas”.

El desabastecimiento hídrico no es cosa de este tiempo, sino que por más de 10 mil años, las comunidades que han vivido en el territorio que hoy es Chile han desaparecido o han tenido que trasladarse por este mismo motivo.

Acta de Tarapacá

Lo que conocemos como desierto en otros tiempos fueron frondosos campos de cultivo, las quebradas bajaban con torrentes de agua desde el altiplano hasta la Pampa del Tamarugal donde las comunidades se definieron como las primeras sociedades sedentarias de este territorio.

La escasez hídrica de ese tiempo no es una sorpresa para los arqueólogos que investigan el desierto, ya que los vestigios de las culturas han permitido comprender que una de las principales causas de que estas sociedades sucumbieran fue la falta del vital elemento.

“Las primeras comunidades se instalaron en plena Pampa del Tamarugal donde hoy es desierto absoluto,  ese sistema colapsó hace 10 mil años atrás y significó que todos los humanos que vivían ahí abandonaran el sector, no hubo capacidad tecnológica en ese momento ni tampoco fuentes en la naturaleza que les permitiera seguir viviendo ahí, entonces se redistribuyeron en el territorio. Luego, hace tres mil años, hay un segundo gran periodo de agua, entonces la gente retorna al desierto como agricultores, las cantidades de agua eran grandes, pero no iguales a las del pleistoceno”, relata el arqueólogo Calógero Santoro, investigador de la Universidad de Tarapacá.

“En este regreso hay una decisión política, económica y tecnológica que, cuando la gente retorna al desierto, se da cuenta que la manera de crear cultura y de crear un ambiente humano es transformarse en agricultores, entonces empiezan a usar el agua de manera más inteligente y los pequeños cursos de agua que ingresan a la pampa del tamarugal los van distribuyendo para crear grandes paños de cultivo en todas las desembocaduras de la pampa. Luego eso también se agota, en un momento la naturaleza cae en un fenómeno de reducción de agua y todo ese sector desaparece”, plantea el especialista.

Parece muy lejano pero, con esta reflexión, un grupo de arqueólogos -a través de un proyecto Anillo- decidieron hacer un recorrido histórico frente a la escasez hídrica y desarrollaron el Acta de Tarapacá, una propuesta a las autoridades para que tomen conciencia de que la escasez hídrica es un fenómeno producido por el mal uso de las aguas y no por la sequía, ya que según plantea el arqueólogo director del proyecto, Calógero Santoro, la lluvia es lo extraño en nuestro territorio.

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Foto satelital. Campos de Cultivo Pampa Iluga, Región de Tarapacá

La última ocupación del desierto se dio a principios del siglo XIX con las salitreras, y la tecnología que se utilizaba era el bombeo de agua desde las napas subterráneas. En nuestra época seguimos con la misma forma, pero con instrumentos más poderosos que permiten llegar a mayores profundidades, pero la lógica sigue siendo la misma que utilizaban las comunidades hace cien años.

No existe planificación territorial de las cuencas hídricas, ni menos de los acuíferos, puesto que los registros de esto están en manos de privados, asimismo no existe ningún catastro oficial de los dueños de los derechos de aguas, lo que impide que se pueda planificar una forma estructurada de explotación del recurso. Las comunidades ancestrales, a diferencia de la nuestra, pensaban su territorio como una forma de abastecerse como sociedad, pero sin segregación social.

Santoro plantea que “todos los pueblos del desierto usaron gran parte del recurso para mantener a la población viviendo en condiciones relativamente buenas ya que no hay desarrollo de complejidad social, no hay estratificación social. Ese factor influye muchísimo, porque cuando tenemos sociedades muy complejas con estratificación social, mantener a la élite es carísimo, demanda muchos más recursos ecológicos, porque se empieza a exigir cada vez más al sistema para suplir necesidades que van mucho más allá de las que son básicas, pues son  necesidades sociales, culturales o  lujos. Todos esos ámbitos influyen en la sobre explotación del territorio”.

El hecho de comprender el contexto socio-ambiental, cultural, político de las sociedades ancestrales de nuestro territorio, permite advertir problemas que podrían llevar a nuestra sociedad a vivir las mismas etapas que ellos. Un ejemplo claro es el éxodo de las personas de los campos a las  ciudades por el desabastecimiento hídrico, el cierre de escuelas agrícolas, la muerte de la agricultura familiar y la influencia de la segregación social en la distribución y uso de los recursos naturales, entre otros factores que podrían ayudar re-comprender la realidad que debe enfrentarse político administrativamente antes de que esta emergencia genere una degeneración en la sociedad actual.





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