Miguel Farías: “Esta ópera no es para especialistas”

El Cristo de Elqui es la segunda incursión en el género del compositor chileno, que en esta entrevista explica cómo construyó cada personaje y admite que siente una responsabilidad: “Escribí para que la gente lo pase bien y se pidan otras óperas chilenas”.

El Cristo de Elqui es la segunda incursión en el género del compositor chileno, que en esta entrevista explica cómo construyó cada personaje y admite que siente una responsabilidad: “Escribí para que la gente lo pase bien y se pidan otras óperas chilenas”.

De lunes a sábado, desde la mañana y hasta que ha caído la noche, Miguel Farías (Maracaibo, 1983) está en el Municipal de Santiago. Es el periodo más intenso de los ensayos para El Cristo de Elqui, la ópera que tendrá cinco funciones a partir del próximo sábado 9 de junio.

“Me siento en las nubes”, dice el compositor chileno en una pequeña sala del teatro, durante una pausa en los preparativos, con la voluminosa partitura sobre la mesa.

Farías no es un principiante. Hace clases en la Universidad Católica, ha estudiado en Suiza y Francia y tiene un amplio repertorio de obras orquestales y de cámara, algunas de las cuales serán recopiladas en un par de discos que tiene planeados. Hace justo seis años hizo su primera ópera, Renca, París y liendres, y tiene otras “de bolsillo”, pero esta vez hay un sabor especial: la última vez que el Municipal de Santiago estrenó una ópera de un compositor chileno en su temporada oficial fue en 1972, cuando Roberto Puelma presentó El ardid de amor.

Desde entonces, la sala de calle Agustinas ha recibido otras piezas de autores nacionales, pero los estrenos no fueron en su programación más tradicional. Por ejemplo, Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, de Sergio Ortega, fue parte de la temporada en 2003, pero como una reposición que se había visto cinco años antes. Luego, Sebastián Errázuriz montó Viento blanco y Papelucho en la ópera en el recinto, pero ninguna en la temporada oficial.

El barítono Patricio Sabaté en un ensayo. Foto: Municipal de Santiago.

El barítono Patricio Sabaté en un ensayo. Foto: Municipal de Santiago.

Al menos por esa condición, entonces, El Cristo de Elqui será un acontecimiento. Basada en El arte de la resurrección y La reina Isabel cantaba rancheras de Hernán Rivera Letelier, con libreto del sociólogo Alberto Mayol y puesta en escena de Jorge Lavelli, será interpretada además por un elenco integrado solo por cantantes chilenos: Patricio Sabaté hará de Cristo de Elqui, Evelyn Ramírez será la Reina Isabel, Yaritza Véliz tendrá el rol de la Magalena y la Ambulancia estará a cargo de Paola Rodríguez.

Cada uno de esos personajes cumple una función en una obra donde, según Farías, “hay música que es tradicional, pero moderna, y hay otra música que es un poquito más experimental”.

“No tuve problema en visitar música popular, por ejemplo, y la Reina Isabel llega con una guitarra y canta una ranchera. Después siempre canta sobre lo que parece ser una ranchera. No está con la guitarra todo el tiempo, pero la orquesta toca  algo que parece ranchera y no lo es. Es como una ranchera deconstruida”, detalla.

Cada personaje tiene su música, dice el compositor: “La Magalena, la prostituta que es muy dulce y católica, canta líneas melódicas melismáticas, en que una vocal pasa por muchas notas, porque eso es muy seductor. La otra prostituta, la Ambulancia, también canta melismas gigantes, pero hay un juego entre consonancia y disonancia, donde la primera tiene que ver con la racionalidad y la segunda, con la locura. Magalena canta solo con consonancia y colores muy dulces, porque es una beata y no tiene duda de lo que está haciendo; la Ambulancia canta con armonías más duras, sobre escalas más exóticas, como en los oboes que encantan serpientes”.

¿Y el protagonista? “Al Cristo lo interpreto como un loco que tiene sus momentos de lucidez, entonces se adapta al personaje con el que está hablando, siempre desde su mundo de disonancia. Cuando canta por primera vez, le dice a un grupo de trabajadores: “Sabemos donde hemos nacido”, pero inmediatamente les dice “hermanos”, entonces sabes que está predicando. Al principio hay una consonancia perfecta, pero cuando dice “hermanos” hay un tritono, lo que antiguamente se llamaba “el diablo en la música”. Esa connotación ya no existe, pero yo lo asocio con la locura”, contesta Farías.

Además de ranchera, ¿hay otras músicas populares?

Hay referencias, por ejemplo, a otras músicas mexicanas como el corrido. Ayer, por ejemplo, conversaba con los trompetistas para que buscaran esa sonoridad, con mucho vibrato. Cuando se presenta el Cristo, canta sobre lo que pareciera ser una cumbia, porque me gustó la idea de una cumbia disfrazada detrás de este tipo que llega buscando placer, pero con solemnidad. También hay varias referencias al jazz. Hay una escena donde el Cristo demuestra su locura, tiene un aria muy nerviosa y la hace sobre batería, vibráfono y contrabajo, que es como un ensamble de jazz.

Dominique Poulange colabora con Jorge Lavelli en la puesta en escena. Foto: Municipal de Santiago.

Dominique Poulange colabora con Jorge Lavelli en la puesta en escena. Foto: Municipal de Santiago.

¿Cómo crees que se va a vincular musicalmente esta ópera con la temporada de un teatro que, en general, es bastante tradicional? Este año también se presenta Lulú de Alban Berg, una ópera que es diferente, pero en general lo que se encuentra son títulos de Mozart, Verdi, etc.

Desde este año se está en la línea de otros teatros del mundo, donde se puede hacer La flauta mágica o Don Giovanni y también un estreno. Es bueno que digas que Lulú es distinta, porque hay gente que dice que es nueva, ¡pero tiene casi cien años! Lulú es una ópera densa, es la segunda Escuela de Viena, extremadamente interesante académicamente, con mucho juego de partitura, pero no tanto en lo dramático. Esto es nuevo, pero me preocupé mucho de escribir en honor al espectáculo, que esto se haga para el público. Yo no hago el juego académico que uno puede encontrar, por ejemplo, en Lulú. Si tengo que dar referencias, en ópera el que más me gusta es Péter Eötvös, además de algunos latinoamericanos como Oscar Strasnoy, pero creo que esta ópera se vincula fácil con la línea de (Dmitri) Shostakóvich y (Serguéi) Prokófiev, sobre todo por este juego con los personajes, de pasar de la melodía tradicional a otra no tanto. Lo principal que hice fue trabajar con melodías.

Por eso te lo preguntaba: un prejuicio sobre una ópera contemporánea puede ser esperar una música extrañísima…

No, para nada. Varias críticas de mi ópera anterior decían que era un compositor ecléctico, porque hay sonoridades que parecen del siglo XXI, luego hay referencias tradicionales y después hay música popular, pero es por la entrega a lo dramático. La música es una cosa, pero la gente no va a mirar el suelo, va ver que están pasando cosas, entonces la música está construida en base a los personajes y lo que se ve. Además, hay mucha noción de la temporalidad. No es lo mismo escribir una pieza de cinco minutos que una escena de 30, entonces hay cosas que puedes trabajar de manera académica, pero no funcionan a nivel dramático.

Finalmente, hay que entender que esto no es un concierto para especialistas, es una ópera para que venga todo el mundo. Eso lo tuve claro desde que escribí la primera nota y lo hago habitualmente en mis trabajos de escena, porque en mis obras orquestales o de cámara voy a la investigación.

¿Te gusta que sea amigable con el público?

Me gusta esa palabra, porque a mi también me pasa. Imagínate cuando vas al teatro y no estás metido en ese mundo: si hacen algo muy vanguardista, no entiendes nada. A mí me gusta que la gente entienda, que sea amante de la ópera por gusto. En la ópera anterior tuve el mismo interés de que se entendiera perfecto lo que pasaba. Obviamente hay juegos más académicos, como esto de la consonancia y disonancia, pero traté de explicitarlo de la mejor manera posible.

En Chile se estrenan poquísimas óperas, ¿qué valor tiene esto para ti?

No puedo estar más contento, es un honor, pero al mismo tiempo lo siento como una gran responsabilidad. Por lo mismo, escribí cada nota no para que se hiciera famoso Miguel Farías, sino para que esto sea una contribución a la literatura operística, que la gente lo pase bien y después se pidan otras óperas chilenas. Es una responsabilidad enorme de mucha gente, hay cientos de personas en la producción, pero yo tengo que hacerlo lo mejor y más entretenido posible. Sin salirme de mi estilo, pero lo más entregado posible al espectáculo.

¿Sientes presión?

Ya no, porque ya escribí y aunque vamos cambiando cosas todos los días, es algo que pasa con todas las obras. Siento un poco de presión, pero no tanto como al escribir. Ahí repasaba mucho, retocaba, releía, me testeaba mucho como público.

¿Por qué ha sido tan difícil que se estrenen óperas chilenas?

Hacer ópera ya es un trabajo enorme, es un evento caro. Lo preparas dos años, haces un trabajo titánico para montar y quién sabe cómo serán los resultados. Después, creo que la desconfianza en la recepción del público no es tan real, es algo normal ante algo que no ocurre mucho. Es como cuando llegó (Marcelo) Bielsa a la Selección Chilena y la gente decía que le iba a ir bien. Uno decía “ya, pero espérate, no sé…”, porque nadie se imaginaba a Chile jugando tan bien, era algo que no pasaba (dice riendo).

Yo creo que mucha gente hace buena ópera. Tengo alumnos que están entusiasmados y tienen un nivel alto. Hay compositores, la cosa es que el público y los teatros se interesen; no solo el Municipal, sino ojalá los regionales. La gente no sabe que hay ópera chilena. Cuando dicen ópera, te imaginas Mozart, Carmen, pero también hay este tipo de cosas.

¿Falta atrevimiento de quienes programan?

Falta atrevimiento, porque es un gasto de plata no menor en algo que nunca han hecho, pero se puede y debería empezar a pasar más seguido.

Programación

El Cristo de Elqui se estrena a las 17 horas del próximo sábado 9 de junio y tendrá cinco funciones, hasta el sábado 16, con la Orquesta Filarmónica de Santiago, dirigida por Pedro Pablo Prudencio, y el Coro del Municipal de Santiago, dirigido por Jorge Kastornick.

Además de los cantantes principales, el actor Francisco Melo tendrá un rol hablado, en una puesta en escena del argentino Jorge Lavelli. Más información y entradas en este enlace.

Foto: Municipal de Santiago.




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