Manuel Rodríguez cabalgó de nuevo

  • 04-06-2018

Este año se acaba recordar el nacimiento, hace 200 años, de Manuel Rodríguez, uno de los héroes indiscutidos de nuestra independencia, cuyo asesinato, nunca aclarado, fue el costo de las sórdidas disputas del poder en aquella época. Su ejemplo, sin embargo, ha sido invisibilizado por la historia oficial, reducido a ciertas hazañas míticas que no resumen el valor, la rebeldía audaz, la visión y el compromiso del héroe con una patria libre.

Manuel Rodríguez, fue asesinado porque se enfrentó a la autoridad de un gobierno que no se identificaba ni se comprometía con el pueblo y cuyo único respaldo era el poder del ejército que gobernaba con el apoyo de la logia lautarina[1]. Su petitorio era simple y claro, una constitución democrática que naciera del pueblo y que el gobierno sea elegido por el voto popular.

Lo asesinaron porque no estuvo de acuerdo con los destierros y el exilio para los que disentían, entre ellos los hermanos Carrera. Para Manuel Rodríguez la libertad y la república son dos caras de la misma moneda y por ello, era loable luchar hasta dar la vida. Como lo hizo, sin tranzar sus ideas a cambio de cargos ni prebendas, transformándose en uno de los héroes más consecuentes de nuestra independencia.

Más de un siglo después de su muerte, un grupo de empresarios, políticos y militares vendieron nuestra patria a intereses extranjeros, para provocar un golpe de Estado contra un gobierno democrático e instalar una dictadura que gobernó a traves del abuso de poder, la persecución, el crimen y la violencia terrorista del estado. Bajo esas condiciones, el llamado de Manuel Rodríguez llegó a los ciudadanos conscientes, inspirando el sentir libertario de miles de chilenas y chilenos, quienes se atrevieron a enfrentar a la dictadura cívico militar Pinochetista con el fin de derrotarla.

Así nació el FPMR, inspirado en el ejemplo de Manuel Rodríguez, con Raúl Pellegrin, (José Miguel) a la cabeza, el jefe del Rodriguismo que guio esta noble tarea en los años 80, transformando nuestra participación en el Frente en una opción y forma de vida, participando con audacia y humildad en la tarea de colaborar junto al pueblo organizado, en la resistencia y la monumental lucha anti dictatorial.

Son miles los hombres y mujeres de todos los partidos y organizaciones de la izquierda chilena, de la iglesia, quienes entregaron sus vidas combatiendo o, que fueron asesinados cobardemente por los aparatos de criminales de Pinochet, convencidos, como lo hizo Manuel Rodríguez en su momento, de dar la vida por sus ideales y la libertad de su pueblo.

En este mes de junio se conmemoran 31 años de la Operación Albania, una de las matanzas organizada por la CNI, en los días de Corpus Christi, el 15 y 16 de junio de 1987, en la que ultimaron a doce combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Todos cobardemente asesinados por agentes del Estado, en distintos puntos de Santiago, para luego presentar ante la opinión pública, como lo hicieron durante todos los años de terrorismo de Estado, supuestos enfrentamientos que nunca existieron.

Julio Guerra fue ultimado a sangre fría en la Villa Olímpica de Santiago. Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera y José Valenzuela Levi, fueron detenidos, torturados y luego asesinados. Ignacio Valenzuela fue ultimado por la espalda, en la calle Alhué, en la comuna de Las Condes y Patricio Acosta, acribillado en la esquina del Pasaje Moscú, en la comuna de San Miguel.

Sólo dos oficiales del FPMR pudieron hacer uso de sus armas, ellos protagonizaron un acto heroico. Juan Waldemar Henríquez Araya y Wilson Henríquez Gallego, se enfrentaron a la CNI, cubriendo la retirada de una veintena de Rodriguistas que en esos momentos estaban en una escuela a su cargo, una de las tantas que se hacían regularmente para la formación político militar de nuestros combatientes. Todos salvaron ilesos, pero Juan y Wilson, a pesar de la superioridad numérica y del despliegue de medios de sus atacantes, resistieron heroicamente y fueron acribillados estando desarmados, sin municiones, por los agentes de la CNI en la calle Varas Mena, en Santiago.

Desde que asumimos nuestra participación en el Rodriguismo se sabía que la dictadura y sus aparatos represivos, intentarían descubrir nuestras redes, las bases logísticas, identificar a nuestros combatientes y dirigentes para asesinarlos. Esta vez, la respuesta criminal fue por el intento de ajusticiar al dictador, después de esa acción y durante meses, resistimos el despliegue criminal de la CNI, movilizada con todo el poder y los recursos del Estado, lo que, les fue insuficiente para hacer de su inteligencia un instrumento efectivo para desarmar al FPMR.

Por ello el 15 y 16 de junio de 1987 recurrieron a lo de siempre, al zarpazo traicionero, a la tortura para sacar información, a como diera lugar, para luego asesinar a su enemigo, que en este caso fueron nuestros doce hermanos y hermanas por orden directa, como se ha sabido posteriormente, de Pinochet.  De los hechos se ha dicho y se han escrito muchas cosas, atribuyéndole a la dictadura una supuesta capacidad operativa para descubrir a nuestros dirigentes, a nuestros combatientes y asesinarlos, esa era la versión que le entregaban a los medios de prensa para amedrentar a la población.

Lo sucedido fue parte de los riesgos asumidos por la decisión de enfrentar a la dictadura en su terreno, disputándole la hegemonía de las armas con las cuales atormentaron por años a nuestro pueblo. Ciertamente que no siempre fue posible mantener los rigores propios de la lucha clandestina, un desafío que asumimos toda la izquierda chilena combativa, una decisión valiente, moralmente intachable, pero que ciertamente significó un costo en vidas.

Por eso, no tenemos el derecho de olvidar a nuestros héroes, recordando permanentemente a cada uno de nuestros hermanos y hermanas, mantendremos presente la imagen bondadosa de estos luchadores y luchadoras comprometidos con el sueño largo y aún inconcluso de la revolución social en Chile. Una lucha que han dado varias generaciones, tras la bandera de la esperanza de un país más humano y que le brinde iguales oportunidades a sus ciudadanos.

Nos corresponde impulsar y de manera permanente, una insurrección ética, elevando el ejemplo de quienes lucharon y murieron por la libertad y la democracia, haciendo de la memoria una dimensión colectiva, porque es en este ámbito, en donde la memoria histórica se configura, como una garantía de justicia y de no repetición de las violaciones de Derechos Humanos.

En junio de 1987 Manuel cabalgó de nuevo, junto a los doce hermanos y hermanas asesinados, jóvenes que al igual que nuestro héroe nacional personificaron una forma de vida sencilla, con un alto compromiso político, basado en el desinterés personal, el honor, la mística a toda prueba y la consecuencia política. Ellos y ellas son un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de luchadores sociales, los que se imponen al oportunismo y a los héroes con pies de barro, que con sus acciones unilaterales hicieron un gran daño a su organización, denunciando y asesinando incluso, en el silencio de la clandestinidad, a sus propios compañeros de lucha, para obtener, en tiempos de democracia, ventajas personales.

Por el contrario, los verdaderos militantes y dirigentes del FPMR, los que hicieron surgir a la organización, los que guiaron la lucha verdaderamente clandestina, gestores de las principales acciones en contra del dictador, hasta el día de hoy y alejados de la espectacularidad de la prensa sensacionalista, son depositarios del ejemplo Rodriguista, cultores de la humildad revolucionaria y asumiendo el Rodriguismo como forma de vida.

Días después de sucedidos los hechos, consumada la cobarde Operación Albania, nuestro Comandante José Miguel, (Raúl Pellegrin) escribió un comunicado que fue publicado en nuestra revista “El Rodriguista”: “Un grupo de jóvenes fueron asesinados por la CNI a sangre fría, algunos de ellos cayeron enfrentando valientemente a los terroristas de la dictadura, sellando con su actitud el ejemplo de una juventud valiente que ama la libertad y se alza en un gesto de rebeldía inmortal, rompiendo con la corrupción del pasado, la decepción y el entreguismo de muchos en el presente. Los Rodriguistas, a los patriotas, la historia no los juzgará por no luchar y las futuras generaciones recordarán esta decisión histórica en esta hora infinita de vergüenza nacional”.

Julio Guerra, Esther Cabrera, Elizabeth Escobar, Patricia Quiroz, Manuel Valencia, Ricardo Silva, Ricardo Rivera, José Valenzuela Levi, Ignacio Valenzuela, Patricio Acosta, Juan Waldemar Henríquez Araya y Wilson Henríquez Gallego. Todos ellos y ellas, entregaron generosamente sus vidas por la libertad de su pueblo, patriotas sin límite que nos dejaron un ejemplo a seguir.

Por ello la historia les consagra, sus hermanos y hermanas Rodriguistas, los chilenos y chilenas, les recordaran por siempre. Que la gloria les vista en la eternidad.

 

¡NI PERDÓN NI OLVIDO!

[1] Logia lautarina,

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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