Otras perspectivas

  • 03-07-2018

 

A modo de preámbulo, invito a los lectores que no están familiarizados con el trabajo del artista Johann Le Guillerm a prestar atención a ese nombre y a la obra. Una obra extraña, inclasificable, que tiende un hilo entre mundos que nada parecieran tener en común y se ubica ahí, en equilibrio, para ir de uno a otro. Se trata de una invitación a transitar. A no quedarse con lo que conocemos. De ser capaces, de pronto, de mirar el mundo, y cada cosa en este mundo, desde otro lugar (cf. documental subtitulado en castellano, producido por Canal Encuentro).

Elijo este preámbulo porque hoy me interesa eso mismo, contar desde otro lugar, y volver sobre un tema delicado. Las buenas noticias. Como es sabido las buenas noticias no abundan. Uno podría decir que son escasas a la manera de ciertos recursos naturales o, si se prefiere, a la manera de ciertas especies en vía de extinción. Sin embargo, nadie –o casi nadie– sale a defenderlas.

En Francia, hubo un Frente de Liberación de los Enanos de Jardín (FLNJ). No es broma. Su creación remonta a 1996 y su existencia fue registrada y comentada en diversos medios sumamente serios como pueden ser la emisora France Culture o el diario Libération. Uno podría pensar, si hasta los enanos de jardín tuvieron defensores… ¿por qué no las buenas noticias?

Y de ahí, cual saltimbanqui, es fácil saltar hacia viejas preguntas. ¿Qué es lo que hace que un hecho se convierte en noticia? O al revés, ¿qué es lo que hace que ciertos hechos no llegan a ser noticia (aun cuando son de interés para muchísimas personas)? Cada lector tendrá una respuesta. Cada periodista. Cada analista, según su formación y experiencia*.

Me imagino un cuento no escrito todavía, un cuento donde cada hecho pudiera ser caracterizado como un aspirante a ser noticia, un aspirante que quiere salir en el diario, y que tiene que defender su posición: “señores y señoras, les pido que me publiquen, yo soy una noticia de sumo interés, por esto, por esto, por esto…”.

Pero a lo mejor el tema no es tanto que las buenas noticias sean escasas sino más bien que no tenemos tanta costumbre de escribir sobre ellas. Hay razones para eso. Me detengo en una. Quizás, en nuestra escala de valores, siempre sea más urgente informar sobre los problemas, lo que nos asusta o lo que nos espanta, lo que nos preocupa, porque, en el fondo, no perdemos la esperanza de generar un cambio.

Me inclino a pensar que esa posibilidad de un cambio, es lo que motiva a unos muy jóvenes periodistas que en estos días, y desde hace dos años y medio, hacen su propio periódico.

En su edición del lunes 18 de junio, sección sociedad, el diario argentino Página/12 publicó un reportaje sobre “Un diario hecho por chicos para chicos, que cada dos meses entrega su mirada del mundo”: “Se reúnen dos veces por semana para traer las noticias que más les impactan y las trabajan con sus propias voces. La periodista Jéssica Fainsod los acompaña, les pregunta, les propone, pero no corrige”.

Concurren chicos de 7 a 11 años. Hay dos talleres. “Cordones desatados” es el nombre del diario que realizan entre todos. Se imprime y cuenta con una página internet donde se puede acceder a los números publicados.

cordones desatados 4 tapa

En este diario, también, las noticias se construyen sobre todo en torno a preocupaciones: cuestiones ambientales, cuestiones de violencia, situación de los migrantes, desempleo, pobreza, derechos de las personas.

Desde ese punto de vista, el taller se presenta como una caja de resonancia de lo que le llega a los chicos… de la mano de los grandes. “Adultos responsables” que informan sobre sus angustias día a día, hora a hora, a través de diversos medios. Informaciones que muchas veces llegan sin filtro, sin mayores cuidados ni reflexiones sobre lo que podría ser “información acorde a la edad”, entre otras consideraciones. Pero, también, situaciones que se ven por el mero hecho de salir a la calle, o que se viven en casa, en una escuela, en un barrio. Porque para los chicos todo es información relevante, no solamente la que se publica en diarios y redes.

Lo llamativo, sin embargo, es lo que hacen con ese material en el taller. Y desde ese punto de vista, el del tratamiento de la información, ya no se trata de una caja de resonancia sino más bien de una caja mágica donde todo se transforma.

En el taller, los chicos pueden plantear sus dudas, conversar entre ellos, examinar los problemas que los preocupan, ubicarlos en una página y en un panorama, en un contexto. Hacer un ejercicio colectivo de lectura. En este caso, de lectura del mundo. Poner eso en palabras y hacerlo, precisamente, con las suyas. Por lo mismo, plasmar sus propias visiones, percepciones, diferentes a las de los adultos. Participar de un proceso colectivo de toma de decisiones (temas, títulos, tipografías). Y, quisiera subrayarlo, encontrar una forma de equilibrio.

Porque si bien es cierto que este diario aborda temas graves, esos temas coexisten con otros. Hay diversas secciones, entre ellas recomendaciones de lectura, de películas, chistes y, en la página web una sección de fotos –en desarrollo– hechas por chicos, que recalca cosas bellas, amadas. Sobre todo, este diario está hecho con felicidad y se nota. Se ve en cada página. La felicidad del que es tomado en cuenta y logra expresar un punto de vista.

Un dato interesante: en el taller no hay computadoras. Ni celulares. No vale “googlear”. Se limita el uso de las nuevas tecnologías a casos puntuales, priorizando lo que cada niño puede expresar desde sus vivencias y con su lenguaje. Valorizando además el trabajo artesanal hecho con lápices, tijera y papel.

Distintos medios argentinos han comentado esta experiencia. Me parece una señal positiva. No está de más saber que existen espacios de encuentro que favorecen la capacidad de los niños para ser los protagonistas de sus procesos de aprendizaje. No está de más saber que hay adultos capaces de proponer y de llevar adelante esos espacios de encuentro.

La representación que nos hacemos del mundo –y de nuestras capacidades en este mundo– es vulnerable ante la difusión continua de informaciones. Que esas informaciones prioricen un tipo de noticia no quiere decir que el mundo sea solo eso. El mundo es eso y otras cosas que no siempre vemos porque –es probable– algunos tienen interés en que no las veamos.

Dar un lugar a lo positivo o, más precisamente, a lo esperanzador*, no quiere decir que no haya que escribir sobre otras cuestiones. Por ejemplo, sobre las vivencias de otros niños que viven hoy situaciones intolerables (niños migrantes separados de sus madres en EE.UU.; niños maltratados del SENAME, y en otros contextos, en Chile; niños en situación de pobreza en Argentina según informe dado a conocer el 28 de junio).

No se trata de escindir o de dejar de lado sino más bien de incorporar otras perspectivas, nuevos enfoques que pueden colaborar a la reflexión y a la toma de decisiones. Porque, en definitiva, de eso se trata: ¿qué hacemos con las informaciones que recibimos a diario? ¿Qué hacemos de verdad?

Conocer experiencias que en diferentes escalas, y de distintas maneras, valoran la capacidad de propuesta de uno o de muchos ayuda a vislumbrar las transformaciones que tenemos al alcance de la mano. Lo que sí podemos hacer.

 

* Sobre cómo se construyen las noticias, el por qué y el para qué, desde una mirada de cientista político, ver Murray Edelman: La construcción del espectáculo político (1991). Sobre otras formas de concebir el periodismo que apuntan a valorar experiencias, ver por ejemplo, en Argentina, lo realizado por Ana Cacopardo en “Historias Debidas” (Canal Encuentro).

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X