La Flor del Recuerdo, el frente de boleristas que esconde la Sinfónica

Intérpretes de formación clásica, se reunieron para tocar canciones popularizadas por artistas como Los Panchos y Los Tres Ases. Este domingo en Matucana 100 vuelven a probar su fórmula: “Para nosotros, esto es como música de cámara”.

Intérpretes de formación clásica, se reunieron para tocar canciones popularizadas por artistas como Los Panchos y Los Tres Ases. Este domingo en Matucana 100 vuelven a probar su fórmula: “Para nosotros, esto es como música de cámara”.

A Cristóbal González era posible divisarlo en la noche de este viernes entre los instrumentos de viento de la Orquesta Sinfónica Nacional, tocando La valse de Maurice Ravel. Hace seis años entró como clarinetista y cada semana actúa en el Teatro Universidad de Chile, como uno más de la orquesta. Pero hay momentos en que guarda las chaquetas y las camisas negras que usan sus miembros y las cambia por unas blancas. También se pone una humita negra y deja de lado el clarinete, para tomar el requinto: es cuando toca en La Flor del Recuerdo.

“Siempre me gustó la música antigua. Cuando era niño, quería formar una banda de swing. Después me vinieron las ganas de tocar boleros”, explica el solista, criado en Pichilemu, con experiencia en orquestas como la Sinfónica Nacional Juvenil y la Sinfónica de la Universidad de Concepción. Solo fue cuando se unió a la Sinfónica Nacional, sin embargo, que comenzó a concretar ese anhelo.

Primero, supo que uno de los cornistas de la orquesta, Ricardo Aguilera, sabía guitarra, así que lo invitó a tocar boleros. Hizo lo mismo con el chelista Cristián Gutiérrez, quien se unió como percusionista. Y llamó a Pablo Moraga, al que conocía desde que ambos aprendieron Música en la Universidad de Chile y con quien había coincidido en Alevare, un grupo de tango que formaban otros estudiantes. Así se armó La Flor del Recuerdo, cuya alineación la completa Eduardo Rubio en el contrabajo.

Desde 2012 han tocado en teatros de Santiago, Valparaíso, Rancagua, Talca y Frutillar, entre otras ciudades. Han compartido escenario con orquestas, pero también con solistas como Carmen Prieto y Roberto Bravo, junto al cual además grabaron. Este domingo sumarán a su bitácora el teatro principal de Matucana 100, donde estarán junto a Los Celestinos, otra banda dedicada a un género de la tradición popular, como el vals criollo. Harán un homenaje a Roberto Cantoral (autor de “El reloj” y “La barca”), dedicarán un segmento a boleros chilenos y, como siempre, interpretarán una batería de clásicos: “Se te olvida”, “Contigo”, “Sabor a mí”, Sin ti”, por ejemplo. 

“Para nosotros, esto es música de cámara”, asegura González. “A veces tocamos en bares, otras veces en teatros, pero lo tomamos con esa seriedad. Ensayamos tal como lo hace un grupo de cámara, con todo ese rigor que no está tan asimilado en las bandas populares”.

Música de cámara. En esa idea coincide Pablo Moraga, activo también como vocalista de Juana Fe. “Creo que pasa sobre todo en el formato de trío vocal y nosotros tratamos de explotar eso”, dice.

En su caso, la pasión por el bolero y el tango se remonta al restaurant que sus abuelos tenían en Cerrillos, donde él también vivía. “Ahí llegaban los viejos con música bajo el brazo, así que después yo heredé una colección gigante de vinilos. Eran tangos principalmente, boleros, valses, cuecas. En ese momento no la pesqué mucho, pero cuando me metí a estudiar Música, me reencontré con esta herencia”, cuenta.

Como cantante, ¿qué fue lo que te cautivó particularmente del bolero?

Pablo Moraga: Estas reflexiones uno las hace cuando ya está cautivado, en realidad, pero son hartas cosas. Siempre creo que la composición melódica de los boleros tiene que ver con la velocidad de la vida en la época en que los compositores hicieron esa música. Es lento. Si hay que hacer una pausa, no hay ningún problema.

¿Ha habido una revalorización del bolero en el último tiempo?

Cristóbal González: Puede ser, dejando de lado que muchos artistas sacan su disco de boleros cuando van a la baja. Yo separaría eso, pero hay una onda de boleros y sonoridad antigua. Está el ejemplo del Bloque Depresivo, que tiene un arrastre impresionante, pero ellos hacen un bolero de cantina, doloroso, ya borracho. Es otra tendencia, pero quiere decir que hay público y hay grupos. Todos hacen su propuesta.

PM: Los estilos y gustos van cambiando, pero el sufrimiento de amor, la traición, el regocijo amoroso siempre van a existir. Tiene que ver con la lágrima, de amor o de pena. Cuando alguien cuenta una historia de amor con la que te sientes identificado, pero además te gusta cómo suena, quién la canta, cómo la canta, eso hará que esta música nunca pare. El otro día escuchaba a alguien que decía que el bolero es el standard latinoamericano, haciendo una similitud con el jazz. 

Pasa con ustedes, que son intérpretes antes que autores: ¿para qué componer un bolero nuevo, si hay tantos boleros tan buenos y, muchos, no tan conocidos?

PM: Claro, se parece a lo del standard en ese sentido. El bolero hay que tomárselo con mucho respeto. Nosotros decidimos desde un comienzo que esta primera etapa iba a ser a la pata, de entender el lenguaje de adentro, con mucha serenidad. A nosotros nos ha permitido partir investigando a Los Panchos, después pasamos a Los Tres Ases y luego entramos a Los Tres Caballeros, donde todavía estamos. Uno escucha las canciones en Youtube y no encuentra la diferencia, pero al adentrarte en sus repertorios te das cuenta que ahí están los libros que debes buscar para aprender.

Pero no se cierran a la composición…

CG: Es un proyecto que tenemos en el mediano plazo, pero no estamos apurados. Por lo pronto, hemos disfrutado mucho de conocer boleros que no son tan famosos, pero son una joya. Creo que estamos culminando una etapa, para pasar a otra con boleros propios y covers, agregando otros instrumentos, algo que ya hemos hecho cuando hacemos conciertos con orquestas.

Habitualmente se piensa que hay una frontera entre los músicos de formación docta y los de música popular. ¿Es tan así?

PM: Existe, no podemos negarlo, pero son fronteras que se están extinguiendo. Los músicos nos hemos dado cuenta de las ventajas de cada mundo. En mi casa siempre se escuchó música popular, muy poca música clásica, pero cuando entré a la facultad caché que los músicos clásicos tienen una disciplina que jamás le vi al músico popular. Todos los instrumentos tienen su técnica, lo mismo que la voz, y son cosas vitales que estaban un poco restringidas a la formación docta. Por otro lado, la música popular tiene una sangre y un ímpetu que he visto muy pocas veces en lo clásico. La música clásica enseña disciplina y técnica y la música popular pone un corazón o una vibra que tiene que estar. Cuando se logra la mezcla de ambas cosas, se alcanza algo importantísimo.

CG: También depende del rumbo que uno toma. Yo partí tocando flauta dulce con mi papá, temas de la música latinoamericana. Después toqué teclado en un pub y acompañé a medio mundo. Siempre fue música popular, hasta que me dijeron que tenía que estudiar y llegó el clarinete. Cuando me regalaron mi primer cassette de Mozart no cachaba nada, pero ahí partió todo. Mis orígenes son de músico popular y la vida y los consejos me dijeron que siguiera el rigor del estudio académico, para luego volver a la música popular o quedarme allá. Para mí, no es algo separable.

¿Es una frontera aparente?

CG: Es que una persona tiene onda o no tiene onda para tocar. Ahí está la frontera, en la capacidad de cada cristiano. En la música clásica igual hay gente tiesa para tocar, uno les dice que traten de expresar más y no pueden no más. Tocan todas las notas, tocan increíble, pero no se sueltan o simplemente es su forma de tocar. Es como bailar: unos son más tiesos que otros.

Noche de boleros

La Flor del Recuerdo y Los Celestinos se presentarán a las 19 horas de este domingo en Matucana 100. Las entradas tienen un valor de 10 mil pesos. Más detalles en este enlace.

Foto: Patricia Cárdenas / La Flor del Recuerdo.




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