El Vía Crucis o vía dolorosa es una de las prácticas más extendidas en el mundo cristiano y consiste en la representación del martirio de Jesús. Cada uno de los incidentes se conoce como estación y según la tradición cristiana, el viacrucis está formado por quince estaciones, desde la primera donde Jesús es sentenciado a la muerte hasta la última, donde resucita.
En la actualidad, la Iglesia Católica chilena vive su propio sufrimiento en etapas. La jornada de este viernes el Fiscal Nacional resolvió ampliar las facultades de Emiliano Arias, jefe regional del Ministerio Público de O´Higgins. La decisión de Abbott se basa en la “naturaleza, gravedad y extensión de los antecedentes”, según explicó el Ministerio Público.
Lo anterior, más la imputación al cardenal Ezzati marca un punto de no retorno en este verdadero vía crucis de la Iglesia Católica chilena que ha visto mermado el número de fieles. Hace diez años un 73 por ciento de los chilenos respondió “católico” a la encuesta realizada por Latinobarómetro respecto de su religión. En 2017, la cifra había bajado hasta un 45 por ciento.
Sin embargo, esta no es la caída más dramática en las estadísticas católicas. Según los datos de la misma encuesta, Chile es el país que menos confianza tiene en la iglesia católica en toda la zona. Solo un 36 por ciento de los habitantes de nuestro país manifestó confiar en la entidad, cifra bastante menor al promedio de 65 por ciento de los demás países evaluados en América Latina.
Primeras estaciones, condena , carga de la cruz y primera caída: El caso Cox
La historia nos informa que el primer caso de un sacerdote abusador fue publicado en 1904 en el diario Las Últimas Noticias de la época.
Más contemporáneamente, el obispo que organizó la visita del Papa Juan Pablo II, hace más de veinte años, fue sacado discretamente de Chile cuando surgieron los antecedentes pedófilos en la arquidiócesis de La Serena, donde se desempeñaba. Se trataba de Francisco José Cox Hunneus.
En noviembre de 2002 y poco antes que saliera a la luz pública un reportaje de La Nación que develaba su historial de pederastia, Cox renunció a la labor pastoral.
El entonces arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, de la misma edad y compañero de estudios Schoenstatt del ex obispo de La Serena, declaró que Cox “tenía una afectuosidad un tanto exuberante”, la que “se dirigía a todo tipo de personas, si bien resultaba más sorprendente en relación con los niños” y que “cuando sus amigos y sus superiores llegamos a ser muy duros para corregirlo, él guardaba silencio y pedía humildemente perdón. Nos decía que se iba a esforzar seriamente por encontrar un estilo distinto de trato, pero no lo lograba” (La Nación; 2-11-2002).
La carrera clerical de Francisco José Cox llama la atención. Hijo de Eduardo Cox y de Yolanda Hunneus Salas, hermana de Ester, más conocida como Marcela Paz y autora de la saga de libros Papelucho.
Ordenado sacerdote en Friburgo por Manuel Larraín, obispo de Talca en 1961, se desempeñó como asesor nacional del Movimiento de Schoenstatt en Chile y trabajó para la Congregación de Religiosos en Roma. En 1974, el papa Pablo VI lo designó obispo de Chillán.
En 1981, Juan Pablo II lo designó secretario del Pontificio Consejo para la Familia, en Roma, desvinculándolo de la diócesis de Chillán. Ya en 1985 el mismo Pontífice lo nombró obispo auxiliar de La Serena. Entre 1986 y 1987, se desempeñó como secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de la visita papal de 1987.
El 30 de septiembre de 1990 sucedió a Bernardino Piñera como obispo en la diócesis de La Serena y fue degradado en 1997 a cargos menores. Finalmente fue sancionado en 2002, luego que la prensa publicara su escandaloso historial.
El experto en Iglesia Católica, Marcial Sánchez, explica la importancia que tuvo el caso Cox para la crisis que vive hoy la Iglesia Católica chilena.
“Fue la primera vez que un obispo se vio involucrado en historias tan sórdidas. No tuvo ninguna condena por la justicia civil, pero si toda la opinión pública lo supo, por eso Schoenstatt lo sacó de Chile y lo mandó primero a Colombia y luego a Alemania”.
Cox tiene actualmente 84 años y sigue en un monasterio en Alemania. El 5 de noviembre de 2002, el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile pidió perdón a todos las personas dañadas por las acciones del obispo. Sería la primera disculpa pública por una caída dolorosa de un miembro del clero chileno.
Cuarta y quinta estación, el encuentro con la madre y la ayuda de Simón: El caso Karadima
Fernando Karadima, sacerdote que hizo su carrera eclesiástica como cura diocesano en la Parroquia El Bosque de la comuna de Providencia, fue acusado de haber cometido abusos sexuales en contra de menores de edad mientras ejercía como párroco en la mencionada iglesia de El Bosque. Según las denuncias de las tres víctimas principales, Juan Hamilton, José Andrés Murillo y Carlos Cruz, los abusos se habrían cometido a partir de los años 80, cuando ellos eran aún menores de edad y formaban parte del grupo cercano de laicos que trabajaba con el religioso.
Las denuncias contra Fernando Karadima comenzaron en 2003 por parte de José Andrés Murillo. Al año siguiente, Verónica Miranda, la entonces cónyuge de James Hamilton, realizó la suya en 2004 y el propio James Hamilton lo denunció en 2005. En 2010 Fernando Karadima fue investigado por la Santa Sede. El 16 de enero de 2011 el Vaticano sentenció a Karadima como culpable de abusos sexuales violentos a menores que eran feligreses de la Parroquia del Sagrado Corazón de El Bosque en Santiago; y de abuso del poder, sancionándolo de por vida al retiro en oración y penitencia, además de la prohibición perpetua del ejercicio público de cualquier acto del ministerio, particularmente de la confesión y dirección espiritual de toda categoría de personas.
Mientras el caso Karadima cubría las portadas y pantallas chilenas, uno de sus discípulos defendía férreamente al sacerdote de El Bosque. Juan Barros fue su principal defensor público y en varias oportunidades solicitó la ayuda de otros prelados para respaldar a su director espiritual.
“En las últimas semanas, el más beligerante defensor del ex párroco ha sido el vicario general castrense, obispo Juan Barros Madrid. (…) Ha reiterado ante las cámaras y grabadoras que nada de lo que se dice sobre Karadima es cierto. Que nunca vio nada en El Bosque, aunque las víctimas y testigos afirman que estaba junto a ellos cuando Karadima efectuaba toqueteos y daba besos a sus discípulos”, describe la periodista María Olivia Monckeberg en su libro “El señor de los infiernos”.
El 10 de enero de 2015 el Papa Francisco lo nombró obispo de la Diócesis de Osorno, generando la indignación de los fieles católicos de la ciudad que lo consideraban encubridor de los abusos cometidos en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de El Bosque. En enero de 2018, la comisión formada por los obispos Jordi Bertomeu y Charles Scicluna, instruida por Francisco, viajó a Chile para investigar y reunir pruebas sobre el presunto encubrimiento de Barros en los abusos sexuales cometidos por Karadima. El 11 de junio del mismo año, el papa Francisco aceptó su renuncia al gobierno pastoral sin que hasta ahora se le haya asignado un nuevo cargo.
Sexta y séptima estación, la limpieza de Verónica y segunda caída: El caso Precht
El 5 de diciembre de 2017, el sacerdote Cristián Precht Bañados, conocido por su labor durante la dictadura militar en defensa de los derechos humanos y quien dirigió la Vicaría de la Solidaridad entre 1976 y 1979, terminó de cumplir la condena canónica de cinco años que la Iglesia Católica le impuso por “conductas abusivas con menores y mayores de edad” dictada en 2012 y a la que Precht no apeló.
En marzo de este año y en medio de la misión de escuchas de monseñor Scicluna y Charles Bertomeu, un grupo de ex alumnos de la Congregación Marista interpuso una querella en contra de Precht y otros cuatro sacerdotes por los delitos de “asociación ilícita, violación impropia, abuso sexual impropio, abuso sexual propio y favorecimiento de la prostitución de menores”.
El ex vicario negó tajantemente las imputaciones y a través de una misiva anunció que defendería su “honra personal y ministerial por todos los medios a su alcance”. Como señal de lo anterior, le pidió representación judicial al abogado Luciano Fouillioux.
Según fuentes de la Iglesia Católica, una de las cosas que causa molestia en parte de la curia chilena es el esfuerzo de Precht por limpiar su propia imagen, antes que preocuparse de las posibles víctimas, de acuerdo a lo que señala un reportaje de La Tercera de abril de este año.
Las denuncias contra Precht fueron consideradas dentro de la investigación realizada por Scicluna y Bertomeu y estarían contenidas en el informe Scicluna al que la Fiscalía pidió tener acceso.
Octava y novena estación, el consuelo a las mujeres y la tercera caída: El caso de Hermanas del Buen Samaritano y la investigación a la cofradía “la Familia”
Esta semana, un nuevo reportaje develó las acusaciones de un grupo de exreligiosas chilenas de la congregación de las Hermanas del Buen Samaritano en Talca, que afirman haber sido víctimas de abusos sexuales. La exreligiosa Eliana Macías señaló que fue violentada sexualmente por un sacerdote, al que no identificó.
Otra exreligiosa, Celia Saldivia, manifestó que “el sacerdote siempre estuvo abusando de las hermanas sexualmente. Muchas veces vi a las hermanas desnudas en la habitación, revisándolas él”.
Previo a esto, en junio, se dio a conocer el caso de un grupo de sacerdotes de la diócesis de Rancagua que se hacía llamar “la familia” y que habrían incurrido en conductas sexuales impropias y eventuales abusos. El noticiario Teletrece difundió una investigación de las denuncias presentadas por la ex coordinadora pastoral juvenil, Elisa Fernández, que versan sobre presuntas conductas impropias de un grupo de sacerdotes de esa diócesis. Fernández aseguró que existe en la zona una “cofradía de sacerdotes que tienen prácticas que no se condicen con su condición de curas”. Esta organización conocida como “la familia”, estaría liderada por un religioso que habría adoptado el apodo de “la abuela” y entre ellos existiría una suerte de protección mutua. El obispo de Rancagua, Alejandro Goic, según sus propias declaraciones, supo de los hechos por parte de la denunciante, pero no inició una investigación alegando la falta de una denuncia formal.
Las denuncias “la familia” no quedaron solo en la investigación de la Iglesia católica. “Nadie está al margen de la ley”, aseguró Emiliano Arias el miércoles 13 de junio en las afueras del Tribunal Eclesiástico de Santiago, desde donde se incautó una serie de documentos con antecedentes de la investigación en la región de O’Higgins por las denuncias de abusos sexuales, conductas impropias y faltas al celibato por parte de sacerdotes de la diócesis a cargo del Obispo Goic, originando así la primera investigación del Ministerio Público a casos de abusos al interior de la Iglesia Católica.
Décima estación, el despojo de las ropas: El caso del ex canciller y la imputación al arzobispo de Santiago
El 12 de julio el Juzgado de Garantía de Rancagua ordenó la prisión preventiva del ex canciller del Arzobispado, Óscar Muñoz Toledo, luego de ser formalizado por los delitos de abuso sexual reiterado y estupro.
Según los antecedentes revisados por el fiscal Emiliano Arias luego de la revisión de los documentos incautados del Tribunal Eclesiástico de Santiago y el archivo secreto del presbítero en el Arzobispado el mes pasado, Muñoz habría abusado de niños de entre 11 y 17 años. Algunas de las víctimas serían sus sobrinos, hijos de sus primos hermanos, un acólito y otro denunciante que fue abusado el 2004 en Rancagua. Además, el persecutor señaló la gravedad de su conducta ya que “tomaba las denuncias de las víctimas de abusos. Se trataba de una persona que conocía cómo se tomaba la denuncia, que participaba en estas mismas denuncias y que en definitiva también cometía el mismo tipo de delito”.
Solo algunos días después, el martes 24 de julio, el arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, fue citado por la Fiscalía Regional de Rancagua para declarar, en calidad de imputado, el próximo 21 de agosto, por la eventual responsabilidad que podría caber en el delito de encubrimiento” de abusos sexuales al interior de la Iglesia católica.
A lo anterior se suma la iniciativa de la comisión de derechos humanos del Senado de apurar el proyecto de ley que lo despojaría de la nacionalidad por gracia que el propio Congreso le entregó en 2006.
El miércoles 25 de julio, mientras celebraba la misa por el apóstol Santiago, patrono del arzobispado de la capital, el grupo Asamblea de laicos y laicas de Santiago se levantó de sus asientos y exhibió carteles pidiendo la renuncia del cardenal Ezzati y del resto de los prelados de la iglesia chilena.
Últimas estaciones, muerte, sepultura y resurrección: Otra iglesia es posible
Para Benito Baranda, la crisis que vive actualmente la iglesia católica chilena era previsible. “Cuando se va ocultando parte de la realidad que se vive -especialmente si se trata de una realidad tan violenta y que ha dañado tanto- se permite que estas prácticas que no fueron enfrentadas en su momento, creen una cultura de abusos y las consecuencias son estas. Creo que las consecuencias serán mayores, porque los que hablan, habilitan a otros para que denuncien cualquier tipo de abusos, no solo sexuales, sino también de poder”.
En ese mismo ámbito, el doctor en historia y experto en Iglesia Católica, Marcial Sánchez, sostuvo que el deterioro de la institución católica en Chile se inicia en las jerarquías clericales.
En entrevista con nuestro medio, el vocero de la agrupación de laicos del Maule, Gustavo Madrid, señaló que los enviados del Papa, Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, se manifestaron sorprendidos por la condición clasista y elitista de la Iglesia chilena. Según Madrid, ambos afirmaron que en nuestro país, los príncipes de la Iglesia Católica llegan a sus cargos” impulsados por una carrera con ánimos de poder, lo que va contrario a la línea de lo que el Vaticano pretende”.
La Iglesia católica chilena, sin embargo, tiene fuerza en sus bases. Así lo afirma Marcial Sánchez quien señala que han sido los laicos y laicas los que han propiciado este gran cambio que se espera experimente la institución.
“El empoderamiento de los laicos es lo que puede ayudar a que la iglesia católica chilena resucite. Será desde ellos, desde los hombros del gigante que el enano mirará. Esto habla de generar cambios en cuanto a una visión de iglesia”.
En el mismo sentido se expresa Benito Baranda. “La iglesia sigue funcionando, la iglesia somos nosotros y el día de mañana tendrá que haber menos obispos, menos sacerdotes y habrá que cambiar las normas de la iglesia. La renovación, como se piensa, se entiende sobre las mismas normas que han operado hasta ahora, pero el propio cardenal Martínez ha reconocido que estamos 600 años atrasados en la renovación de esas normas”.
El modelo de iglesia católica en Chile requiere una renovación. Para Benito Baranda es necesario que exista un acercamiento con la pobreza, con la juventud y la construcción de comunidades de base que fomente la participación de laicos y laicas.
El profesor Sánchez también sostiene la misma teoría, pero agrega la participación de las mujeres. Las monjas y religiosas que puedan tomar cargos de toma de decisiones. “La presión que genera el pueblo de Dios es lo que producirá el cambio para que la jerarquía pueda comprender lo que sucede a su alrededor y buscar el bien común. La esperanza está en los laicos, en las religiosas y también en los sacerdotes de a pie, los que viven el dolor de otros y que han sido opacados por las jerarquías elitistas que solo buscaba el boato y que enturbiaron una nube en esta Iglesia que había hecho una gran labor social en Chile y no me refiero solo a la lucha por los derechos humanos, sino al trabajo que se hizo en siglos pasados por la educación o por el combate de la pobreza”.
Los expertos consideran que este es el único camino para que la Iglesia católica no solo sea un receptáculo que represente a los que profesan esta fe, sino que sea un ente moral y social que englobe una forma de ver la vida y entender el mundo. Otra iglesia es posible dicen los laicos y laicas, que incluso han iniciado campañas en redes sociales usando la frase como lema. Los fieles católicos buscan que la Iglesia de la que aún se sienten parte, supere esta crisis y vuelva a transformarse en el hogar del pueblo de Dios, según ellos mismos se denominan.