El primer taller colectivo de arpilleristas nació en Isla Negra, hasta donde llegó Leonor Sobrino de Vera con la técnica del bordado. Fue tal el éxito de este taller, que en 1966 realizan su primera gran exposición en el Museo de Bellas Artes, donde se presentaron con 80 piezas.
Hace 5 años la señora Raquel tomó clases con una maestra de este arte popular, Patricia Hidalgo de Lo Hermida, comuna de Peñalolén. “yo siempre tuve la inquietud, pero no podía contactarme con alguien que me enseñara”, dijo la artesana. Desde esa fecha no ha parado de trabajar con sus creaciones en cuanto evento costumbrista se realiza en El Monte o en regiones.
En los ’70, durante la dictadura, nace con el apoyo y gestión del ‘Comité Para la Paz en Chile’, y luego de la ‘Vicaría de la Solidaridad’, el primer taller de arpilleras en Santiago. Aunque Raquel no vivió esa época, las monitoras de Lo Hermida le contaron acerca de esos días grises. “Me contaron todo lo que ellos vivieron, como escondían las aspilleras para que no las pillaran, porque las buscaban con los milicos, fue un tiempo muy difícil”, agregó.
Diversos son los temas y cosmovisiones que estas artesanas muestran en trozos de géneros, lanas y géneros de arpilleras, puestas en valor estético con las manos, agujas y la pasión creativa de expresarse y contar historias simples y complejas. “La arpillera no solo debe ser decorativa, algo bonito (…) uno tiene que contar una historia”. Más adelante señaló que también debe haber un compromiso social, “remecer la memoria” de aquellos lugares o acontecimientos de la niñez o la juventud.
El entorno – todavía rural- de El Monte sigue en la memoria emotiva de esta diáfana creadora, “la vida cotidiana, lugares que uno reconoce (…) por ejemplo, tengo una que habla de los hornitos de barro de Lo Chacón, o del restaurant El Marino”, entre otros temas dedicados a Gabriela Mistral con rondas de niños y niñas.
Motivada por su asistencia al evento “1000 guitarras para Víctor Jara el año pasado, y me quedó la idea, e hice una toma de terrenos, un campamento”, relató la arpillerista de El Monte.
La Casa de la Cultura local ha apoyado sus talleres ofrecidos a niños, niñas y adultos de la zona, con el fin de mantener vivo este patrimonio artístico social. Una gran vitrina fue la Expo Catam: muestra agrícola y artesanal de El Monte, realizado en mayo pasado, una fiesta costumbrista donde Raquel no solo mostró sus trabajos sino que fue reconocida como ‘Tesoro Humano Vivo’.
Una tela de fondo rectangular o cuadrada sirve de marco para empezar a plasmar una historia, la que se va complementando con retazos de géneros, lanas e hilos bordados con maestría y paciencia. Aunque ya no se usa el material tradicional de sacos harineros, un trozo de tela firme sirve para crear paisajes, familias, animales y viviendas humildes. Inspirada en “Rosita se fue a los cielos”, que Violeta Parra dedicara a su hija fallecida, sirvió de pretexto emotivo para crear la historia de su hermana que también partió de este mundo muy temprana edad, “al final resultó una arpillera familiar”, relató.
Pablo Neruda escribió: ‘En este último invierno comenzaron a florecer las bordadoras de la Isla Negra. Cada casa de las que conocí desde hace treinta años, sacó hacia afuera un bordado como una flor. Estas casas eran antes oscuras y calladas; de pronto se llenaron de hilos de colores, de inocencia celeste, de profundidad violenta de roja claridad. Las bordadoras eran pueblo puro y por eso bordaron con el color del corazón’.