El primer concierto de Claudio Arrau fue en el Teatro Municipal de Chillán, en plenas Fiestas Patrias de 1908. Tenía solo cinco años, así que le contaron cuentos para impedir que se durmiera antes que cayera la noche. Usó unas varillas para llegar a los pedales del piano, porque sus piernas cortas no los alcanzaban. Y en lugar de un ramo de flores, al finalizar le regalaron chocolates.
“Claudito” había aprendido a leer música antes que a reconocer las letras del alfabeto. Sus vecinos de la calle Lumaco, en Chillán, se asomaban a la ventana para verlo tocar el piano, pero su madre, la profesora de piano Lucrecia León, se rehusaba a darle lecciones. “Consideraba que podía causarme algún daño físico”, dijo el propio Arrau alguna vez.
A los seis años ya había tocado en La Moneda ante el Presidente Pedro Montt, sus ministros, parlamentarios y diplomáticos. $1.200 fue el presupuesto de la primera beca que el Senado aprobó -por unanimidad- para su educación y el Titania fue el carguero que lo llevó de Buenos Aires a Hamburgo -junto a su madre y sus hermanos, Carlos y Quecha- para continuar su formación en Europa. Alguna vez quiso renunciar a todo y devolverse a Chillán, pero en su camino se cruzó Martin Krause. “Este niño ha de ser mi obra maestra”, le dijo a doña Lucrecia cuando lo adoptó como discípulo, haciéndolo parte de una estirpe pianística que pasa por Franz Liszt y se remonta hasta Beethoven.
Cada una de esas escenas está en Claudio Arrau, el perfil que la periodista Marisol García (Canción valiente, Llora corazón) acaba de publicar a través de la editorial Hueders y que se presenta este martes en la Librería del GAM (detalles al final de la nota). En poco más de 60 páginas, el libro sobrevuela los 88 años de vida del pianista, a través de un relato sazonado por ilustraciones y entrañables fotografías. Ahí se ve al imberbe “Claudito” en Chillán, al pianista estrella grabando ante la mirada de Colin Davis o al referente que corta la torta de su octogésimo cumpleaños en el Lincoln Center de Nueva York, junto a un lozano Plácido Domingo.
Dos años de trabajo intermitente, indagaciones en Chillán, entrevistas y una revisión exhaustiva de libros, archivos de prensa y documentales fueron necesarios para construir ese relato. “No es una biografía, lo que exigiría, al menos, ir a Berlín y Nueva York”, puntualiza Marisol García. “Esto es una crónica. No creo que la biografía de Arrau explique su talento, pero sí creo que es tan excepcional como su talento. Creo que es una vida irrepetible”.
“Es un personaje muy representativo de los vaivenes del siglo XX”, agrega la autora. Para demostrarlo, ahí están los párrafos sobre sus días en medio del “infierno nazista”, radicalmente diferente al Berlín magnético que lo había acogido durante la llamada República de Weimar; pero también están las páginas dedicadas a la visita que Arrau hizo en 1984, incluida una tensa escena en el Teatro Municipal de Santiago, con Augusto Pinochet apareciendo de sorpresa en el palco presidencial.
“Imagino lo que le puede haber sugerido a un chileno saberse en un contexto dictatorial, habiendo él hecho tanto antes por zafar de otro totalitarismo, en Alemania. Son reflexiones que se deben haber comentado en privado, supongo, pero de las que no hay mucho registro”, explica Marisol García. Sí hay evidencias de la “boba polémica” que suscitó su aceptación de la nacionalidad estadounidense, amplificada por la dictadura. También de otras: “No es ningún misterio que no ha hecho nada por Chile”, le recriminó el compositor Domingo Santa Cruz cuando fue considerado para el Premio Nacional de Arte, en 1983.
De todos modos, son como rasguños ante una figura de la estatura de Claudio Arrau, porque el libro también documenta innumerables grabaciones y actuaciones en los teatros más importantes del mundo, junto a cuantiosos elogios y uno que otro dato inesperado: desde “su afición por el baile en general (y el gusto por el estilo de John Travolta, en particular)” hasta un arresto por “comportamiento ofensivo” en un baño público de Sydney, a fines de los ‘50.
Además, se aproxima a un carácter acuñado por la autoexigencia más absoluta, ajena a días libres. Alguna vez una vecina demandó a Arrau por los “ruidos molestos” de su práctica incesante, pero también hay una cita que que lo refleja en esa dirección: “Me enojo cuando me dicen: ‘Debes bajar el ritmo’. Quiero tocar lo más que pueda. Nunca fui precisamente flojo. Otros pianistas prefieren su propia comodidad a arriesgarse a nuevos caminos (…) pero ahora cuando toco estoy casi en éxtasis, un éxtasis creativo que no me perdería por nada”.
“Es un esquema de pensamiento incomparable con el nuestro”, considera Marisol García, quien destaca además su afición por la lectura, el teatro, la pintura o la filosofía. Un interés por la cultura, finalmente: “Es una mente forjada por el rigor y el estudio, por abrirse desde muy temprano a los estímulos del gran arte europeo. Era un gran librepensador, no moldeado por el colegio además”.
Pese a todo, en Chile parece no haber conciencia total sobre la universalidad de un nombre como Claudio Arrau. Qué otra conclusión se puede sacar con la “maraña de confusión y negligencias difícil de creer” que hay en torno a su legado y testamento, esbozada en las páginas finales del libro. Pese a la loable labor del Museo Claudio Arrau de Chillán, grabaciones, archivos y otros bienes permanecen en Estados Unidos o desperdigados quizás dónde. Ni siquiera se ha cumplido la voluntad de que junto a su tumba estén también los restos de su madre y su esposa, Ruth Schneider.
“Me parece sorprendente que un país que tiene presupuesto, comisiones y debates en torno a lo que supuestamente nos define como marca país y prestigio ante el mundo, no aproveche una pega que ya está hecha, que es tener al mejor pianista del siglo XX”, apunta Marisol García. “El Estado tiene una responsabilidad de fomento a la cultura, pero también con la preservación del patrimonio cultural y con cosas tan concretas como los legados de nuestros grandes artistas muertos. Con Gabriela Mistral tuvo que ser la Cancillería la que interviniera y con Claudio Arrau tendría que ser similar”.
Es como si el paso del tiempo hubiera borrado los argumentos levantados hace más de un siglo, cuando se aprobó la primera beca del mismo Estado chileno para quien entonces era conocido como “Claudito”. Alguien dijo entonces: “Es un Mozart en ciernes que honrará a la República”. Y fue irrepetible.
Martes de Arrau
El libro Claudio Arrau tendrá su presentación a las 19:30 horas de este martes 13 en la Librería del GAM (Alameda 227, Metro UC), donde Marisol García conversará con el músico y académico Juan Pablo Abalo. La entrada es gratuita.