Con la cara contra el césped alcanzas a saborear las entrañas de la tierra. Sientes la vibración del planeta. Puedes oler el infierno mismo si tu cabeza se hunde mucho.
Me marea leer cada fragmento del relato descarnado y sin adornos que hace Alejandro Vilches en Quiero regresar. Marea por su potencia, por su crudeza y por el sabor que deja en la boca. El sabor de las entrañas de la tierra. Del infierno que vive Carlos, el personaje principal.
Carlos es un menor de edad que, como muchos, explora el mundo que los rodea a escondidas de sus padres, se hacen amigos en el barrio y empiezan a escuchar las primeras historias de los mayores que los rodean, sin entenderlas por completo.
Es en este escenario que Carlos decide ir tras Luis, un vecino un tanto mayor que él y que no se mezclaba con los niños de la edad de Luis, puesto que ya estaba andando en bicicleta lejos del sector donde todos tenían permitido jugar.
Sin imaginar lo que encontrará en el destino siguiendo a Luis, Carlos choca con una realidad que no puede entender. Luis, en medio de un relato poco claro, fuerza a Carlos hasta violarlo. Sí, violarlo. Violarlo. Lo repito y me trae de vuelta la sensación de impotencia, la rabia, la pena… el llanto. Acompaño a Carlos en su llanto, me duele lo que sufre. Nadie logra entenderlo. Él, silencia la historia e inventa una excusa para volver a su hogar sin levantar sospechas.
Parece una historia muchas veces oída, pero es la pluma de Alejandro Vilches, la que pone este relato en una escala mayor. Le da un realismo que golpea. Atonta. Marea. Te hace sentirte uno con Carlos.
La historia del menor, ya indefenso completamente, incomprendido en sus acciones erráticas posteriores a la violación, nos sigue hundiendo en un camino al que aún le queda mucho por recorrer. Carlos, en su mente infantil, decide hablar con Luis y va tras él al mismo lugar de los hechos. Ahí el vuelco de la historia es aún más oscuro. No está Luis, pero se encuentra con Mario y Juan, dos hombres mayores que lo ven débil y deciden ultrajarlo completamente. Rasgarle el alma, el cuerpo, la sensibilidad, los miedos, las alegrías, la vida misma. El silencio es lo único que percibe el pequeño Carlitos- como le decía su madre- al final de esta tortuosa vivencia.
Y me vuelve a dar asco, rabia, mareos, quiero vomitar, pero también gritar, de pena, de dolor, de angustia, no logro entender cómo sucede todo esto sin que nadie lo vea o lo quiera ver.
Alejandro Vilches le da un vuelco a la historia y contextualiza el dolor de una sociedad ciega con sus menores, muchos de los cuales sufren a diario lo que le quitó el brillo de los ojos a Carlos.
Quiero regresar es sin duda una lectura obligada para todos, pues nos muestra de forma descarnada y directa lo que significa violar a un menor de edad, cómo impacta eso en su desarrollo, cómo envenena en silencio su alma y cómo muchas veces somos los mayores quienes no vemos las señales claras, de esas pequeñas almas que claman queriendo regresar el tiempo atrás para entender, perdonar y simplemente seguir creciendo.