En París, un cortejo de varios miles de manifestantes salió hacia el mediodía de la explanada del Palacio Nacional de los Inválidos, en pleno centro de la capital, en un ambiente festivo. Los manifestantes preveían recorrer unos 14 kilómetros, custodiados por cinco mil policías.
Los manifestantes, que desafiaron el frío reinante en la capital francesa, llevaban pancartas contra “el rey Macron” y contra el “gran debate nacional” que lanzó el mandatario esta semana para zanjar la cólera.
En la capital, los organizadores invitan a los participantes a llevar “una flor o una vela en homenaje” a las personas muertas o heridas “por la causa”. Desde mediados de noviembre, diez personas han muerto en accidentes relacionados con las manifestaciones, la mayoría de ellos durante cortes de carreteras, y tres mil han resultado heridos (manifestantes y policías).
La marcha de París se desarrolló con relativa calma hasta mediados de la tarde, cuando se registraron enfrentamientos en el distrito 7, lo que obligó a la policía a utilizar los vehículos lanza agua contra los manifestantes y bombas lacrimógenas. Lo mismo ocurrió en otras ciudades como Burdeos o Angers.
El movimiento de los “chalecos amarillos”, que comenzó como una revuelta contra el alza de un impuesto sobre los combustibles, se ha convertido en protestas semanales en toda Francia contra la política fiscal y social de Macron, que en varias ocasiones han degenerado en violentos enfrentamientos con la policía.
El colectivo “Desarmar”, un grupo local que hace campaña contra la violencia policial, ha documentado 98 casos de heridas graves desde las primeras protestas nacionales, incluyendo 15 casos de personas que perdieron un ojo, sobre todo por el uso de balas de goma por parte de la policía.