Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) anunciaron la conquista de la ciudad de Baghuz, en el este de Siria, el último reducto del autodenominado “califato” yihadista. Durante la ofensiva murieron más de 2 500 personas entre milicias del FDS y combatientes del Estado Islámico (EI).
La ofensiva contra el último reducto del autoproclamado Estado Islámico inició en septiembre pasado, cuando la coalición internacional lanzó su operativo en la provincia de Deir Ezzor. Fueron cinco meses en los que las milicias kurdo árabes lucharon palmo a palmo para arrebatar espacio a los combatientes del EI. En enero pasado, más de 67 000 personas salieron de Baghuz, entre ellos unos 5 000 yihadistas que se rindieron a las FDS. Los combates continuaron hasta que los yihadistas que resistían fueron cercados en una pequeña franja cerca del Éufrates.
La noche del viernes la Casa Blanca anunció que el “califato territorial del EI había sido eliminado de Siria”, pero las FDS desmintieron esa información. Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), los últimos yihadistas estaban escondidos en túneles y sótanos de Baghuz. Tras seis meses de bombardeos y combates la ciudad está completamente destruida.
El otrora temido EI ha quedado reducido a un puñado de fanáticos ahora en fuga. En 2015, durante el apogeo del “califato” yihadista, el territorio ocupado por sus milicias, distribuido entre Siria e Irak, equivalía a la superficie del Reino Unido.
La derrota del EI no implica el fin del conflicto. Según diversos observadores, los yihadistas aún libres podrían desarrollar actos de terrorismo aislados. En cuanto a las FDS, su situación también es complicada. El presidente Donald Trump anunció meses atrás su intención de retirar a unos 2 000 soldados estadounidenses presentes en Siria a la vez que reiteró el apoyo de Washington a esa milicia, considerada como terrorista por Turquía. La amenaza más cercana a los kurdos es pues el presidente Recep Tayyip Erdogan.
Desde el inicio de la guerra en Siria en marzo del 2011, han muerto más de 370 000 personas y millones más fueron víctimas de desplazamientos forzados. Además de Washington y Moscú, que apoya al gobierno de Asad, Turquía, Irán y la mayoría de los países árabes de la región tienen comprometidos intereses en ese país.