El mundo está tan convulsionado y la dinámica global se mueve tan vertiginosamente que resulta complicado decidir cuál debe ser el tema al que dedicar estas reflexiones semanales. Es imposible abstraerse de la agresión cotidiana de la derecha internacional y Estados Unidos contra Venezuela, pero de manera simultánea se están produciendo hechos que apuntan a hacer evidente que el mundo se mueve hacia transformaciones estructurales que -todo indica- no se harán sin antes pasar por tan profundas turbulencias y conflictos que incluso amenazan la existencia de la vida en el planeta.
Sin embargo, me resisto al derrotismo, no se trata de ser optimista a ultranza, sino de vivir la realidad en su esencia más profunda y de forma dialéctica entender que todo lo que ocurre es porque la vida avanza indefectiblemente y que las fuerzas que pretenden retrotraer el sentido de la historia serán derrotadas, aunque en el camino dejen un reguero de esa destrucción y muerte que ha sido propia de las sociedades de clases desde su origen. Sigo pensando que el espíritu de derrota que permea en la actualidad a algunos sectores de luchadores progresistas y democráticos en América Latina y el Caribe es generado por los medios transnacionales de noticias con el fin de crear el caldo de cultivo para la penetración de su idea de “fin de la historia” teniendo como objetivo más estratégico, crear las condiciones de aceptación de que la lucha anti imperialista no tiene sentido y que el momento que se vive ha sentado las bases para la consolidación de Estados Unidos como amo continental. No obstante, lo que veo es que la región avanza en otra dirección, aunque los instrumentos de la democracia representativa mediática lo quiera ocultar.
Hace unos días, asistí como invitado al XXIII Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad” organizado por el Partido del Trabajo (PT) de México. Al finalizar el evento, se realizó la convocatoria para el próximo cónclave a realizarse en Ciudad de México el próximo año 2020. Así mismo, se acordó conmemorar el cincuenta aniversario del triunfo de la Unidad Popular que llevó a Salvador Allende a la presidencia de la república.
En el mismo momento en que se desarrollaba el gobierno de la Unidad Popular en Chile, la región veía, con mayor o menor extensión temporal,el despliegue de otras experiencias progresistas como las del peronismo en Argentina y los gobiernos cívico militares dirigidos por los generales Juan Velasco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá y Juan José Torres en Bolivia. En esa época la social democracia era portadora de algunas ideas democráticas y progresistas que hacía posibles construir alianzas con los sectores revolucionarios y de izquierda. También en aquellos años, México – al igual que ahora, desde diciembre del año pasado- ejecutaba con mucha firmeza, políticas de defensa de la no intervención, no injerencia en los asuntos internos de otros Estados y defensa de la soberanía.
Como se sabe, la experiencia chilena de avanzar por vía pacífica al socialismo, fue abortada a sangre y fuego por la derecha fascista en connivencia con Estados Unidos, la noche negra de las dictaduras se entronizó en la región, Cuba volvía a quedar sola en defensa de la dignidad y el honor de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Los avances democráticos y progresistas de América Latina sufrían un nuevo revés.
Al revisar la historia se podrá descubrir que de forma similar a esta ola de derechización que vivimos, en otras ocasiones la regresión conservadora ha ensuciado el acontecer de los pueblos de la región. La memoria del pasado nos da las pautas que permiten afirmar que desde la independencia la lucha popular y en defensa de la democracia no se han detenido. Aunque nuestra historia de 200 años han estado marcadas por la penetración del capital extranjero, británico primero y estadounidense después, así como las intervenciones militares francesas, españolas y norteamericanas, además de las guerras intestinas generadas por la herencia colonial que no permitió establecer claros límites entre los países emanados de la independencia y que al entrar al siglo XX, ya en su fase imperialista Estados Unidos intervino en Cuba, Puerto Rico y Panamá y aplicaron la política del gran garrote y la diplomacia del dólar, también es cierto que siempre hubo resistencia de nuestros pueblos a la imposición imperial.
Muestra de ello son el gobierno nacionalista y de defensa de los intereses nacionales de Balmaceda en Chile (1886-1891), de la misma manera que se produjeron tendencias similares en fechas cercanas en Argentina, Uruguay y Brasil, hasta que la revolución mexicana vino a cimbrar las estructuras del poder oligárquico, transmitiendo profundas influencias de cambio a la región.
Habría que agregar, ya a mediados del siglo pasado, el surgimiento de fuertes movimientos nacionalistas, democratizadores y populares en el marco de la política estadounidense del Buen Vecino, que obligó a la potencia del norte a “aflojar” su cepo sobre la región en el contexto de la segunda guerra mundial. La revolución boliviana de 1952, el triunfo de Jacobo Arbenz en las elecciones presidenciales de Guatemala en 1954, así como los gobiernos de Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina fueron expresión del nuevo empuje que vivían los pueblos de la región hasta que la revolución cubana vino a establecerse hasta hoy como faro irredento del sentimiento independentista y libertario de los pueblos de América Latina y el Caribe
Así, a través de la historia siempre vamos a encontrar que la lucha de nuestros pueblos nunca se ha estancado por lo que ante la imposición del terror de la derecha a través de las dictaduras cívico-militares de seguridad nacional de los años 70 del siglo pasado, se manifestó un primer esfuerzo de reversión de tal situación en 1979, cuando primero en Granada en marzo de ese año, el Movimiento de la Nueva Joya con Maurice Bishop a la cabeza se propuso iniciar un proceso de transformaciones estructurales en su país como nunca antes había ocurrido en el Caribe de habla inglesa. Solo unos meses después, en Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se hacía del poder tras 18 años de lucha contra la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza. Uno y otro proceso fueron frustrados por las brutales intervenciones militares de Estados Unidos en Granada en 1983 a través de una invasión militar directa y en 1989 en Nicaragua, después de una cruenta guerra que produjo casi 100 mil muertos entre civiles y militares y que dejó al país destruido y devastado.
Otra vez, Cuba quedó sola, esta vez en el marco del fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética, que hizo que Estados Unidos recrudeciera el bloqueo e incrementara la presión, pensando que se habían creado condiciones para exterminar por hambre a la revolución, el período especial significó una situación de extrema tensión en la que el pueblo cubano expuso los más altos valores de la humanidad: honor, dignidad, amor a la patria y un irredento sentimiento independentista para resistir y vencer el intento genocida imperial, hasta que el Comandante Hugo Chávez llegó al gobierno en Venezuela, iniciando una nueva etapa de transformaciones que fueron seguidas en otras latitudes y longitudes de la región.
Hoy nuevamente, sobre América Latina y el Caribe pende la amenaza que pretende retrotraer la historia. Estados Unidos se ha volcado como un huracán para impedir todo atisbo de democracia, de independencia y de avance de las luchas populares, pero una vez más los pueblos resisten a pesar de las múltiples dificultades. El Seminario organizado por el PT de México en el que además de ese partido presidido por el profesor Alberto Anaya, estuvo participando casi a tiempo completo Yeidckol Polevnsky, Secretaria General del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) del presidente Andrés Manuel López Obrador fue expresión de ese espíritu de lucha inclaudicable de la izquierda latinoamericana para revertir esta situación.
Este evento, que por derecho propio se ha transformado en el más importante de la región y uno de los más trascendentes de todo el mundo hizo un claro diagnóstico del momento actual, aunque en muchos casos prevaleciera un análisis sombrío como expresión de la situación actual del continente, pero no hubo una sola intervención que llamara a la rendición, al retroceso o a la negación del camino a seguir.
Aunque también –de manera tibia en la mayoría de los casos- se manifestó la autocrítica respecto de los errores cometidos en la gestión de gobierno y hubo un exceso de diagnóstico mientras se adolecía de propuestas concretas de lucha conjunta contra el imperialismo y el neoliberalismo, no hubo dudas para ubicar al enemigo principal hacia el que hay que enfilar todos los dardos. A diferencia del Foro de Sao Paulo, que es expresión de una amplitud mayor en la que algunas organizaciones dudan, se acomodan y hasta se rinden ante el capital, aquí primó un invariable sentimiento de combatir hasta vencer. En esa medida, creo que los diagnósticos excesivos sobran, mientras se observan insuficiencias en los planes de acción para la realización de tareas concretas.
Si compramos la actualidad con 1989, año en que la humanidad dio un giro superlativo en su devenir, se puede observar que ya Cuba no está sola, otros países han iniciado la senda de la defensa de los intereses populares desde el gobierno, y hoy, además de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Uruguay, San Vicente y las Granadinas, Dominica y ahora México tienen gobiernos democráticos y progresistas. Es evidente que hoy Cuba no está sola. Así mismo, el entorno global es diferente, en aquel entonces Rusia se introducía en un marasmo del que solo pudo salir ya entrado el siglo XXI y China aún no había construido el potencial económico y tecnológico que la ha llevado a ser la segunda potencia mundial. Ambos países han decidido jugar un papel transcendente en la dinámica mundial, que en lo básico difiere y se diferencia de los intentos hegemónicos estadounidenses, secundados por una Europa muy disminuida, sin criterios propios, y absolutamente plegada al mandato de Estados Unidos. Esta situación favorece la resistencia de los pueblos y anima la defensa de sus intereses y de su soberanía
El seminario del PT, realizado en Ciudad de México estuvo iluminado por la victoria presidencial de Andrés Manuel López Obrador y la llegada de éste a la más alta magistratura de su país en diciembre del año pasado. Es la primera vez en 23 años que este seminario se realiza siendo el PT partido de gobierno. Alberto Anaya hizo una pormenorizada exposición del programa de gobierno, los métodos y los caminos para producir la cuarta transformación de México, que como siempre ha sido a través de la historia, ejercerá un influjo indudable en el transcurso de la marcha de los países de América Latina y el Caribe, que jamás han detenido el paso y nunca se han rendido.