En 2015, el diseñador Juan Ferrer comenzó a trabajar en un ensayo titulado El Museo del hongo: cruce entre arte, ciencia y diseño. Esta investigación establecía una mirada interdisciplinaria entre ciencia y naturaleza y, además, afirmaba que el Reino Fungi era fundamental para la vida.

Posteriormente, el proyecto avanzó hasta transformarse en el Museo del Hongo, propuesta museográfica e itinerante que tuvo su primera presentación a finales de 2016, cuando 15 creadores, diseñadores y científicos expusieron sus obras en el Club Social de Artistas.

Luego, la iniciativa se trasladó al Museo de Arte Contemporáneo de Valdivia, donde se incluyeron obras inéditas del artista nacional Iván Navarro.

Dicho montaje incluía una variedad de cultivos de hongos, los que eran resguardados por las esculturas fluorescentes de Navarro. Estas piezas simulaban ser los guardianes de los cultivos.

“Esa exposición fue bien impactante, porque la gente iba hasta dos veces al día a ver cómo crecían los champiñones”, recuerdó Juan Ferrer, director del Museo.

“Esta exposición fue estratégica, ya que en Valdavia existe una gran diversidad de hongos y, al final del ciclo, regalamos los cultivos a los asistentes”, dijo.

Según Ferrer, este proyecto surgió ante la necesidad de difundir los beneficios de estos organismos.

“Hoy no hemos sido capaces de ver a la naturaleza como un ecosistema, y los hongos han sido disminuidos a lo largo de la historia de la biología por varios motivos: porque en el fondo los hongos trabajan en simbiosis con otros organismos y la ciencia ha trabajado de una forma más bien reduccionista”, comentó el diseñador.

“Entonces, el proyecto nació de la necesidad de poder comunicarlos de una forma más cercana y atractiva, porque la ciencia, en general, hace que se perciban como algo más críptico o algo más de expertos”, añadió.

Para Ferrer, más allá de la segregación impuesta por la ciencia, existe otro tema que ha propiciado que el Reino Fungi haya pasado a segundo plano: el lenguaje.

“Las frases ‘valer callampa’ o ‘valer hongo’, claramente tienen una connotación negativa de las cosas y, en el fondo, han construido un imaginario que está lejos de ser un reflejo del trabajo de los hongos dentro del ecosistema”, planteó.

Un museo itinerante

El Museo del Hongo posee el carácter de itinerante para, según Ferrer, aludir a la forma en que aparecen y desaparecen estos organismos.

Esta particularidad ha permitido que el proyecto posea todo un potencial para poder indagar en su carácter museográfico: “El tema del hongo no es algo nuevo, pero sí la forma en que estamos mostrando el contenido. Queremos diseñarlo de tal forma que sea interactivo para que la gente de verdad desarrolle interés por el tema”, advirtió.

Así, el Museo contempla en sus presentaciones diversas etapas, entre ellas, el cómo viven, qué hacen y cómo se reproducen los hongos. A ello se suma un capítulo dedicado al potencial que tienen los organismos, así como sus beneficios para la salud.

Según Ferrer, plantear estos temas es fundamental a la hora de entrelazar distintos saberes: “La reflexión sobre la naturaleza se hace mucho más urgente y la labor de los curadores y los museos es esa: poder entregar nuevos escenarios, generar nuevos diálogos entre diferentes áreas del conocimiento. Básicamente se está dando esto porque la necesidad es imperante”, dijo.

Actualmente, la iniciativa comprende diversas etapas. Lo primero es concretar una campaña de recolección de fondos, cuyos aportes permitirán la publicación de los catálogos de sus apariciones.

Posteriormente, el Museo participará en la Bienal de Artes Mediales que se desarrollará en octubre próximo. En dicha ocasión, presentarán un proyecto de realidad virtual que permitirá al público vivir los ciclos de un hongo.  “Queremos mostrar la ciencia, pero no sólo para científicos”, concluyó Juan Ferrer.