Estudiantes brasileños siguen desafiando a Bolsonaro

  • 31-05-2019

Dos semanas después de la primera gran manifestación en defensa de los recursos para la educación, los estudiantes brasileños han vuelto a salir a las calles de todo Brasil para desafiar al gobierno de Bolsonaro. Este, sintiéndose amenazado, ha convocado a su gente el domingo pasado, para atacar al Congreso y al Poder Judicial, que, según los sectores más radicalizados del gobierno, impedirían el presidente de gobernar.

Los análisis  han revelado de que se ha tratado de manifestaciones mucho más chicas que las que la extrema derecha lograba convocar hasta hace algunos meses, además de estar compuesta básicamente por hombres blancos, de mediana edad y nivel educacional universitario, esto es, de los sectores más privilegiados de la población. Las concentraciones han reunido al grupo que originalmente apoyaba a Bolsonaro, aquellos que justifican todo lo que hace o deja de hacer el gobierno, con marcado rasgos fundamentalistas, a favor de libre venta de armas y de los cortes de recursos para la educación pública.

La primera manifestación fue en respuesta al corte del 39% de los recursos de las universidades públicas, pero que se extendió a todos los niveles de la enseñanza. Es una guerra abierta que el gobierno lleva adelante en contra de los profesores, de los estudiantes, de la educación. Que se alarga hacia la guerra en contra del conocimiento, la cultura, la enseñanza. Propone clases impartidas por las familias en sus propias casas. Busca desarticular las comunidades estudiantiles, diabolizándolas frente a la opinión pública, inventando que son espacios de prácticas de liberación sexual, así como denuncia que las escuelas infantiles excitan niños desde tierna edad.

El tema de la tierra arrasada encuentra adeptos cada vez en más gran número dentro mismo de las elites militares del gobierno. El más importante militar en el gabinete de Bolsonaro afirmó esta semana que ya no lee libros, apenas WhatsApp. Se busca desacreditar a Darwin, Freud, Einstein, para restar credibilidad de las investigaciones en universidades públicas, para justificar el corte de sus recursos. El ministro de Salud trató esta semana de cuestionar investigación del más importante centro de salud pública de Brasil, Fiocruz, que ha concluido que no hay una situación de epidemia de drogas en el país, frente a lo cual el ministro opuso su observación en las calles de las ciudades brasileñas, para cuestionar el carácter científico de la investigación.

Como corolario de esa guerra, el ministro de Educación pidió al Supremo Tribunal Federal autorización para que la policía pueda ingresar normalmente en los campus universitarios, supuestamente para investigar irregularidades. Al mismo tiempo que buscan constituir comisiones de investigación en los parlamentos sobre las universidades públicas, sus manejos presupuestarios y otras acciones de las autoridades universitarias.

Declaraciones de exaltación del obscurantismo, sobre temas como el medio ambiente, la educación infantil, la violencia, se multiplican, como homenajes a la ignorancia. Errores de portugués en textos de twitter y en breves discursos de Bolsonaro ya hacen parte del folclore brasileño y afinan el gusto de los humoristas. La misma TV Globo tiene dos programas de gran audiencia con ridiculizaciones de los ministros del gobierno, incluidos Bolsonaro y Bozo.

Así, las manifestaciones del día 15 y de hoy tienen también el sentido de rescatar el conocimiento, la investigación, la cultura. Desde muy temprano, a las 13h00 TV Globo ya consignaba que las manifestaciones eran más grandes que las que apoyan al gobierno.

Bolsonaro apeló a los que lo sostienen, porque vive el peor momento de su gobierno y de su popularidad. Todos los editoriales de los grandes medios de comunicación han perdido la esperanza de que él pueda gobernar. Se desesperan con la capacidad que él y sus hijos tienen de procesar conflictos dentro del mismo gobierno, de concentrar sus esfuerzos en esos conflictos, que debilitan la capacidad de acción del gobierno.  Mientras tanto, la economía brasileña es declarada en recesión, se han perdido las esperanzas de cualquier posibilidad de retomar el crecimiento, que estará cercano a cero, con las miradas volcadas ya hacia el 2020.

Prefieren abiertamente al vicepresidente, Olimpio Mourão, militar que, aun proviniendo de posiciones de ultra derecha, juega el rol del realista y del flexible en su comportamiento. Recién estuvo en China, fue recibido por el presidente chino, discutió la posibilidad de que Brasil ingrese a la Ruta de la Seda. Al mismo tiempo, se realizará en noviembre en Brasilia una reunión de los Brics, cuando Brasil asumirá la presidencia, al mismo tiempo que se ha instalado en San Paulo una sede del Banco de los Brics. Todo a contramano de las declaraciones de Bolsonaro respecto a los EEUU y de los ministros de relaciones exteriores y de economía, que suelen criticar públicamente a China.

Cinco meses de striptease de un gobierno instalado como último recurso para impedir el retorno del PT al gobierno, pero que se revela absolutamente incompetente hasta para poner en práctica las políticas elementales de la derecha brasileña. El país está sin control, sin dirección, nadie se arriesga siquiera a predecir cómo estará el país a fines de este año, que ya parece un lejano largo plazo.

Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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