Leyes laborales y maternidad: la perpetuación de la división sexual del trabajo

Si bien desde el año 90 a la fecha la participación de las mujeres en el mundo del trabajo se ha incrementado, aún falta resolver de qué manera esa mayor presencia se realiza en base a la equidad de género, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en donde, por un lado, se fortalecen y reproducen los roles y estereotipos y, por el otro, se precariza el empleo, sobre todo de quienes son madres.

Si bien desde el año 90 a la fecha la participación de las mujeres en el mundo del trabajo se ha incrementado, aún falta resolver de qué manera esa mayor presencia se realiza en base a la equidad de género, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en donde, por un lado, se fortalecen y reproducen los roles y estereotipos y, por el otro, se precariza el empleo, sobre todo de quienes son madres.

Durante las últimas tres décadas se ha registrado un significativo avance en materia de inserción femenina en el mundo del trabajo. Una situación que, si bien constituye una mejora, trae aparejada una serie de obstáculos, principalmente, para quienes se convierten en madres.

Y aunque se han impulsado leyes que buscan conciliar la maternidad con la vida laboral, todas ellas están enfocadas en las mujeres, por lo que, más que beneficiarlas, termina agobiándolas y reforzando en ellas el rol del cuidado que, a su vez, se traduce en un desincentivo a la contratación y menores salarios.

Para la socióloga del observatorio Género y Equidad, Tatiana Hernández, pese a las buenas intenciones que puedan haber detrás, el resultado de políticas como el posnatal o la sala cuna universal está vinculado solamente a las mujeres y madres trabajadoras, con lo que se refuerza la división sexual del trabajo y precariza mucho más el empleo de las mujeres.

“¿Qué sucede con eso? Hay un mensaje poderoso que una vez más reproduce la idea de este mandato sociocultural de que las mujeres son las únicas o las principales responsables del cuidado de los niños, de la casa, de la reproducción de la vida en definitiva. No solamente la reproducción biológica, sino que también gestionar y cuidar un mundo para que funcione lo productivo”.

Desde esa perspectiva, Hernández fue categórica en que “el conflicto de la conciliación de la vida laboral, personal y familiar, también es un conflicto que viven los hombres y el punto es que ni las empresas ni el Estado están resolviendo de buena forma ese conflicto”.

Una mirada similar posee la investigadora de la Fundación Sol, Andrea Sato, quien afirmó que “existe un conflicto entre el mundo del trabajo remunerado y el mundo del trabajo doméstico y todo lo que implican los cuidados hacia otras personas. En ese sentido, hay una génesis conflictiva respecto de la construcción de la familia nuclear que tiene que ver con esta estructura de hombre varón, proveedor y mujer cuidadora. En este contexto, si eventualmente las mujeres se integran al trabajo asalariado, lo harían como un ingreso complementario al del hombre que sería un ingreso principal”.

Esto, según sostiene, “trae consecuencias que tienen que ver no sólo con la construcción de roles, sino que por ejemplo, en lo que han sido históricamente las concepciones de la separación de los cuidados. No es casualidad que desde el 2011, donde se establecen las leyes de posnatal que también podrían beneficiar a los hombres, hasta el 2018, el beneficio para los hombres no alcanzaba el 0,2%, principalmente por esta construcción que no sólo se vincula a los roles, sino que también a que las mujeres entran al mercado del trabajo asalariado con remuneraciones y medianas salariales mucho más bajas”.

barbara

Según el informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) Mujeres en Chile y Mercado del Trabajo de 2015, “la división sexual del trabajo, en tanto normativa sociocultural, ha generado estructuras y patrones en el mercado laboral, en el sentido de reflejar una composición altamente masculinizada en que prima la presencia de hombres”. Del mismo modo, según señala el escrito, “de forma común empleadores y trabajadores, por ejemplo, asumen que el salario de las mujeres es un “segundo salario”, dado que el rol principal de los hombres es ser los proveedores, lo que constituye un factor sociocultural que ´justifica´ la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres”.

En conversación con nuestro medio, el integrante del Núcleo de Masculinidades y Género de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Carlos Güida, hizo hincapié en la contradicción que se genera desde la sociedad al promover la maternidad, y luego desatender todo lo que deriva de aquello.

“A las mujeres se les pide la tenencia de los hijos como una función social, pero después es una función que no es valorada a través de los espacios laborales formales (…) hay una fragilización y vulneración de los derechos, de lo que después de manera muy paradójica se plantea como una función social primordial”.

Desde esa perspectiva, el académico puso énfasis en que “muchas mujeres enfrentan el embarazo, el parto y la crianza relativamente solas y después, lo que implica lo laboral no está en diálogo con eso y los ingresos que puede tener están condicionados en esta contradicción entre ser buena madre y ser buena trabajadora”

Por esta razón, para el médico de la Universidad de la República de Uruguay  “hay mucho para trabajar desde las políticas de Estado en las cuales a mediano y largo plazo se fortalezca tanto que el cuidado no recaiga con exclusividad en las mujeres, como también a que las mujeres que eligen ser madres y que quieren ejercer la maternidad en condiciones de dignidad, no vean afectado su trabajo”.

Por otra parte, la diputada integrante de la comisión de la Mujer y Equidad de Género, Gael Yeomans, recordó que es el Ejecutivo quien puede respaldar o desechar cambios en esta materia, al involucrar recursos estatales. Por esta razón,  la representante de Convergencia Social  relevó la necesidad de empujar estos cambios a través de otros espacios culturales y políticos, entre ellos la educación no sexista.





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