En una cuenta presidencial plagada de promesas, y en medio de un capítulo colmado de referencias al narcotráfico y a los denominados “narcofunerales”, Sebastián Piñera hizo una breve mención al tema de los Derechos Humanos, informando que impulsaba con mucha fuerza un plan nacional en esta materia, con “atención especial en los sectores más vulnerables, como nuestros niños y adolescentes”.
Pero, cómo se condice este énfasis con la espiral de violencia enfocada en contra de jóvenes estudiantes, que son reprimidos con violencia extrema y humillados de bruces en el suelo, con las manos sobre la nuca como si fueran soldados enemigos. Cómo entender la paradoja de que el gobierno afirme estar a favor de los DD.HH. y en especial los que asisten a niños y adolescentes y, por otra parte, según lo evidenció un reciente informe de Amnistía Internacional para Chile, impulse iniciativas como el Control de Identidad de Menores, Aula segura y Calle Segura, medidas que van en dirección contraria al respeto a las libertades y los derechos de las personas.
Como sitio de memoria, enfocado a la pedagogía de la memoria y la educación en DD.HH., nos duele esta situación. A diario nos visitan delegaciones de estudiantes de enseñanza media que participan en nuestros recorridos pedagógicos, rutas temáticas y talleres, donde reflexionan no sólo sobre el pasado reciente, sino también sobre el presente que les toca vivir, en que sectores significativos de la ciudadanía han sido inducidos a mirarlos con desconfianza, aprobando medidas como el toque de queda juvenil, la revisión de mochilas y la represión policial.
Como sociedad no debemos permitir que los jóvenes, los pueblos originarios, los migrantes y todas las disidencias sean consideradas el nuevo enemigo interno. No podemos permitir el avance de la violencia del Estado, ya que tal como señala el mencionado trabajo de Amnistía Internacional, estas acciones “tienen efectos concretos en las personas, pues ponen en cuestión la base misma de nuestra dignidad, la igualdad, nuestras condiciones de vida y la justicia”.
Lo que corresponde es abordar la promoción de los DD.HH. como un trabajo de fondo, desde una mirada integral y formativa, y no desde una lógica punitiva que margina y fracciona aún más a la sociedad en la que vivimos. Por eso, debemos promover entre todas y todos una cultura de paz basada en el respeto irrestricto a los DD.HH. Esto es lo que transmitimos desde un sitio de memoria que responde a un pasado siniestro, pero que se instala en un presente educativo, y que ojalá se proyecte en un futuro más solidario, tolerante y, por ende, esperanzador.