Definitivamente el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está haciendo el ridículo ante la opinión pública nacional e internacional, porque mientras la Amazonía se incendia y el mundo se alarma, él parece más preocupado de chistes sexistas de la peor calaña, como aquel en el que presume que su esposa es más joven que la del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Sin comentarios.
Esta conducta propia de un adolescente patriarcal parece ciertamente indigna del país que gobierna y de la crisis que enfrenta. La airada reacción de Macron al chiste de Bolsonaro tuvo entre otras cosas un tufillo colonial que a cualquier latinoamericano con su identidad bien puesta pudo parecerle chocante, pero entremedio dijo una gran verdad: Brasil no tiene hoy un presidente a la altura de las circunstancias.
Ya no hay duda que los incendios son habituales en esta época en la selva, pero la flexibilización de los controles ambientales con la llegada del actual gobierno ha acelerado la pérdida de vegetación. Bolsonaro es co-reponsable de esta tragedia, por irresponsabilidad previa y posterior. Comentábamos ayer la amistad política de Bolsonaro con la industria maderera, al punto que hace apenas tres semanas se había bautizado a sí mismo como el “Capitán Motosierra”, en un acto donde criticó duramente las cifras oficiales de deforestación entregadas por el órgano mandatado por el Estado brasileño para tal efecto.
Bolsonaro arrasa con la verdad, que solo él discute, del calentamiento global, con la angustia del planeta, con las cifras oficiales, con el respeto a los jefes de Estado de otros países y con ello, arrasa también con la Amazonía. Erigido en una suerte de Nerón contemporáneo o de Guasón en la vida real, es en última instancia el responsable de que arda todo. Citando al profesor Paulo Artaxo, de la Universidad de São Paulo (USP) e integrante del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas, “no todos los incendios están relacionados con la deforestación, pero los satélites indican un aumento sustancial de los fuegos. Son consecuencia básicamente de las políticas del nuevo gobierno, que incentiva la ocupación ilegal de tierras en la Amazonia y, como consecuencia, los incendios ilegales”.
La huella dolosa de Bolsonaro en los incendios de la Amazonía se ve clara. Junto con un proceso de eliminación de las atribuciones de los organismos del ministerio del Medioambiente, ha hecho brutales recortes presupuestarios: la prevención y el control de incendios han perdido un 38,4% de su presupuesto; la partida para la concesión de licencias ambientales es un 42% menor; y la agenda climática, un 95%. Es por ello que personalidades como la dirigenta ecologista brasileña, ex ministra de Medioambiente de Lula da Silva y ex candidata presidencial, Marina Silva, concluyera que durante el año calendario de gobierno de Jair Bolsonaro se ha desmantelado la institucionalidad medioambiental brasileña.
A diferencia del muy burdo intento del presidente brasileño de culpar a las ongs ambientales de los incendios, hoy el mundo sabe que el culpable se llama Jair Bolsonaro. La envergadura del daño es tal y la irresponsabilidad del mandatario es tan evidente, que por el bien del planeta y la especie humana esperamos muy sinceramente que la Historia no lo absuelva de esta calamidad.