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Victorino Farga: Un ético y efectivo revolucionario médico

Columna de opinión por Felipe Cabello C.
Viernes 4 de octubre 2019 11:41 hrs.


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Escribir para recordar y rendir homenaje a un respetado y querido maestro y amigo está traspasado de peligros, ya que el afecto puede hacer que los éxitos de su vida profesional y personal puedan ser amplificados innecesariamente. Lo que es aún más peligroso es que en el encomio de su vida y de su obra, se ignore el papel relevante que jugaron en sus laureles el apoyo de su familia, sus colaboradores y la época en que transcurrió su vida y su quehacer profesional. Con este previo esclarecimiento trataré de hacer una reseña muy personal y breve de la labor profesional del recientemente fallecido Maestro de la Medicina chilena Dr. Victorino Farga Cuesta y de su relevancia para la vida académica de la Facultad de Medicina, U. de Chile, para los adelantos de la práctica de la medicina en Chile y para la evolución, hasta hace poco tiempo descendente, de la tuberculosis en el país.

Estuve entre los afortunados estudiantes que tuvo como profesor al Dr. Farga a mediados de los 60 en el Hospital San Juan de Dios, Santiago y fue obvio, desde mis primeras interacciones con él, que era un médico y un científico excepcional que unía a sus extraordinarias dotes clínico científicas y organizativas, características personales de gentileza y de un enorme respeto para los pacientes, para los colegas y estudiantes con los que se relacionaba en el ámbito universitario.

En la esfera de la docencia de la medicina y, específicamente de las enfermedades respiratorias y de la tuberculosis, era un placer y un estímulo ser un estudiante del Dr. Farga ya que al mismo tiempo que demostraba una deferencia delicada por los pacientes, aplicaba su racionalidad inquisitiva al concreto ejercicio diagnóstico, terminando a menudo revocando el diagnóstico de origen con que los enfermos venían a él, abriendo vistas inexploradas para las causas, la evolución y el tratamiento de sus enfermedades. Esta práctica médica y docente de gran originalidad, unía sólida e imperceptiblemente la ciencia médica más concreta con la ética más refinada, beneficiando a los pacientes al mismo tiempo que respetaba generosamente sus idiosincrasias. Ella constituía una lección valiosa para los estudiantes respecto de las alturas humanitarias que puede alcanzar la medicina cuando su práctica une la ciencia más exacta con un comportamiento profesional que respeta y se compenetra de las necesidades y de los derechos más íntimos de la persona que sufre.

El Dr. Farga también introdujo novedosas técnicas docentes y de ellas recuerdo, por ejemplo, los exámenes de  preguntas con respuestas múltiples que parecían determinar el conocimiento de los estudiantes mejor que la composición de largos ensayos. Estas propiedades de la actividad práctica médica y docente del Dr. Farga lo convertían en un acervo intelectual de la U. de Chile y, sin lugar a dudas, aumentaban el prestigio y la proyección de su Escuela de Medicina en el entorno médico y en la sociedad chilena.

La influencia del trabajo del Dr. Farga y sus colaboradores para transformar la medicina chilena fue evidenciado también por la introducción de las mediciones instrumentales de la función respiratoria al diagnóstico clínico de las patologías pulmonares, por los primeros diagnósticos y tratamientos de la enfermedad bronquial obstructiva crónica, una enfermedad muy frecuente en Chile y hasta esa época ignorada en el país, y por su magnífico trabajo de transmisión del conocimiento médico a través de la redacción de innumerables trabajos científicos y de difusión para estudiantes de medicina, profesionales de la salud y para el público en general. Esta actividad de difusión de la investigación y del conocimiento médico alcanzó su cúspide con la publicación del libro “Tuberculosis” junto al Dr. José A. Caminero, obra que desde su primera edición (va en su tercera edición, 2011) se convirtiera en texto obligado de referencia sobre la tuberculosis en todos los países de habla hispánica, incluyendo España. Como yo dijera al revisar la tercera edición de este importante texto en el año 2012, “ … él fue fruto de su incansable labor docente y médica, en la cual ha trasmitido a generaciones de estudiantes su entusiasmo, disciplina, juicio clínico y científicos, necesarios para estudiar, manejar y controlar a la tuberculosis.” (1)

Sin lugar a dudas, fue la evolución de la tuberculosis en el país el área en que el trabajo del Dr. Farga y de sus colaboradores en la U. de Chile tuvo un tremendo impacto, ya que este se proyectó positivamente a todo Chile y además al mundo y fue responsable del nombramiento del Dr. Farga en posiciones directivas en comités nacionales e internacionales de selectos expertos responsables de establecer normas para el control mundial de la tuberculosis. El examen histórico del número de casos de tuberculosis en Chile indica que la enfermedad comenzó a disminuir de manera importante en el país a mediados de los años 1940 probablemente como resultado de la elevación de los niveles de bienestar proporcionado por los gobiernos del Frente Popular, la ley de Medicina Preventiva impulsada por los profesores también de la U. de Chile doctores Cruz Coke y Mardones Restat y la fundación de los sanatorios, para aislar a pacientes con la enfermedad. El mismo examen indica que los casos de tuberculosis tuvieron una segunda fase descendente a fines de los años ’50 hasta aproximadamente el año 2010 y que, en esta fase, el tratamiento antimicrobiano de los enfermos y la pesquisa de sus contactos, propiciados persistentemente por el Dr. Farga y sus colaboradores, tuvo un rol fundamental.

Las originales y noveles contribuciones del Dr. Farga y colegas en la prevención de la tuberculosis fueron múltiples y alcanzaron resonancia mundial e incluyen la administración observada de los medicamentos a los enfermos para evitar la aparición de resistencia al tratamiento y la introducción del laboratorio para el diagnóstico microbiológico de ella, para probar la eficacia del tratamiento y determinar la aparición de la resistencia y la contagiosidad de los enfermos.

Lo notable y revolucionario de esta empresa estuvo, a mi juicio, en la síntesis que comprendió el uso de la clínica, del laboratorio, de los pacientes y de los epidemiólogos, enfermeras y asistentes sociales en un programa con sólidas bases científicas, cuyo foco era la erradicación de la tuberculosis en el país. La presencia del Servicio Nacional de Salud y sus epidemiólogos facilitó la diseminación del programa a todo el país, suministró la base material además para realizar investigación de punta respecto de abreviados regímenes terapéuticos para la enfermedad y fue responsable del descenso de su frecuencia hasta el año 2010. Desgraciadamente desde aquel año la irresponsabilidad política de los gobiernos hasta ahora, ha resultado en el desfinanciamiento y la degradación de este magnífico y efectivo programa de salud pública, con el resultado de que nuevamente la tuberculosis está aumentando en el país y además se está perdiendo un bagaje de experiencia fundamental para combatir la enfermedad en el futuro.

La fineza de carácter del Dr. Farga se apreció también en que hasta los últimos días de su vida pensó, a mi juicio equivocadamente, que se podía convencer racional y diplomáticamente a las autoridades sanitarias y políticas de turno, que la asfixia económica del programa de tuberculosis era una decisión científica y éticamente descabellada, ya que resultaba en el aumento de la enfermedad y la muerte producida por ella en el país. Como conocedor de la irrefutable excelencia profesional del Dr. Farga siempre he pensado que la Universidad de Chile, la profesión médica y el país, fueron mezquinos en reconocer sus trascendentales logros, ya que, a pesar de sus muchos honores nacionales e internacionales, no le fue otorgada ni la Medalla Juvenal Hernández, el Premio Nacional de Medicina o condecoración alguna del gobierno de Chile. Quisiera pensar que estas inexcusables omisiones se debieron a la innata modestia del Dr. Farga y a la ignorancia respecto de su obra y no al hecho, de que él llegara a Chile a los 12 años en 1939 en el Winnipeg y que en 1974 fuera víctima de la bárbara violencia contra la U. de Chile, y que por acusaciones egregiamente falsas tuviera que peregrinar obligadamente por meses y en condiciones subhumanas en Tejas Verdes, el Estadio Chile y la Cárcel Pública de Santiago.

Termino parafraseando lo que alguien dijera respecto de Robert Koch, el descubridor de la causa bacteriana de la tuberculosis, y es que el Dr. Farga “siempre quiso aplicar su actividad profesional y su conocimiento a mejorar la salud pública en Chile y el mundo.”

 

 

1 Rev. Chil. Infect. 28:282, 2011.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.