Del latín dignitas, la palabra dignidad denota la construcción de ciudadanía de todo ser humano a lo largo de la vida.
La Declaración Universal de Derechos Humanos -firmada en 1948- reconoce que “la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables” son los pilares de la “libertad, la justicia y la paz”. Esas libertades, justicia y paz no estaban en la base del vínculo social en nuestro país, donde un modelo y sistema económico se volvió un modelo y sistema de vida totalmente naturalizado, hasta que la desigualdad social tocó fondo.
Cuando un país entero despierta y se pone de pie, quiere decir que no le han matado la dignidad. La dignidad también denota la responsabilidad y el respeto de las personas consigo mismas y con los demás.
La dignidad de los y las chilenas en estos últimos diez días nos ha llevado a decir basta. Basta de estar dormidos, basta de los abusos legitimados por un sistema y modelo que nos tenía sumidos en lo individual, en nosotros mismo, pero sin la dignidad de poder exigir un lugar como ciudadanos y ciudadanas.
La consigna de este estallido social ha sido desde la dignidad, levantando la voz con dignidad. Dignidad es no dejarse engañar. Dignidad es darse cuenta y ser consciente del lugar que se ocupa.
Y si la dignidad es la construcción ciudadana a lo largo de la vida, ésta no termina en la vejez. La Convención Interamericana sobre la protección de los Derechos Humanos de las personas mayores, define dentro de sus principios generales “La dignidad, independencia, protagonismo y autonomía de la persona mayor”, reconociéndola como un derecho en la vejez y la responsabilidad del Estado en su aseguramiento “Los Estados Parte adoptarán todas las medidas necesarias para garantizar a la persona mayor el goce efectivo del derecho a la vida y el derecho a vivir con dignidad en la vejez hasta el fin de sus días, en igualdad de condiciones con otros sectores de la población” (Artículo 6, Derecho a la vida y a la dignidad en la vejez).
Por lo que en el actual marco de reflexión y estallido social, cabe preguntarnos ¿Qué hay detrás de la demanda de una pensión digna, de un ingreso digno en la vejez?
Un ingreso digno en la vejez dice relación, por un lado, con lo cuantitativo, vale decir, con un monto tal que permita a hombres y mujeres mayores vivir libremente y con seguridad económica. La seguridad social también es un derecho que se ejerce, porque “Toda persona mayor tiene derecho a la seguridad social que la proteja para llevar una vida digna” (Artículo 17, Derecho a la seguridad social). El actual marco institucional y la legislación nacional de nuestro país no permiten asegurar que las personas mayores reciban un ingreso para una vida digna en la vejez; más bien, acentúa la desigualdad, la vulnerabilidad social y económica, aumentando la indignación de la población.
Y, por otro lado, un ingreso digno en la vejez dice relación con un reconocimiento del aporte realizado a lo largo de la vida, vale decir, con el valor simbólico que tiene visibilizar a las personas mayores desde el protagonismo que han tenido y tienen en el desarrollo social. En el lugar histórico que han tenido y tienen desde sus trayectorias laborales, sociales y familiares.
Por lo mismo, dejemos de llamarlos “abuelitos”. En el Chile de hoy también son ciudadanos y ciudadanas marchando por un cambio; traspasando y recibiendo saberes con las demás generaciones; fortaleciendo la solidaridad intergeneracional; haciéndose valer como personas, saliendo a las calles con responsabilidad por y desde la dignidad.
La autora es Antropóloga social. Red Transdisciplinaria de Envejecimiento y Núcleo de Estudios de Curso de Vida y Longevidad, Universidad de Chile.