Adults in the room está basada en el libro del mismo nombre de Yanis Varoufakis. ¿Cómo nació la idea de hacer una película sobre la crisis griega?
Al principio quería filmar un melodrama, porque las condiciones de vida de los griegos durante y después de la crisis fueron y son inaceptables. Pero después me di cuenta que Europa también estaba en todo esto y eso me interesaba aún más. He tenido la suerte de ir a las instituciones europeas y de ver cómo funcionan. Así que era una ocasión formidable de hacer una película sobre Europa y sobre la crisis griega. Era mejor hacer una tragedia europea que un melodrama griego.
En esta película usted muestra los bastidores de Europa, las negociaciones que tuvieron lugar, y también la hipocresía francesa, la arrogancia alemana. Se tiene la impresión que hay una buena dosis de racismo.
Por supuesto que hay racismo y puedo darle dos ejemplos. El presidente del Eurogrupo llegó a declarar frente a la prensa que el pueblo griego había gastado 327 mil millones de euros en mujeres y alcohol y que ahora estaba pidiendo ayuda. Y en otros momentos se llegó a decir que los griegos son flojos, no trabajan.
¿Para usted es un país sacrificado?De una cierta forma, sí. Fuimos el conejillo de indias, el país puesto de rodillas para que sirviera de ejemplo. Se sacrificó también a la juventud, que ha tenido que irse del país. Muchos jóvenes profesionales ahora trabajan en el extranjero, en vez de ejercer sus talentos en la tierra que los vio nacer y los preparó. Eso significa una pauperización a largo plazo. Europa no reparó en eso y mantuvo la presión para que Grecia pagara su deuda. Hoy Grecia es un país que vendió sus riquezas, sus aeropuertos, sus playas… Y a pesar de eso, la deuda no se ha reducido demasiado.
El personaje principal de esta película es el ex ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. Usted lo presenta como un héroe aunque es una figura controvertida, incluso en el seno de su propio partido.
Eso es cierto, pero yo no lo veo como un héroe, sino como un testigo. Tuvo la suerte de estar en ese lugar, en un momento preciso y de tener una actitud de resistente. Eso era lo que me interesaba.
¿Qué ha querido usted decir con esta película?
Que Europa no está bien, no está nada bien. Aquí deberíamos tener una gran democracia, un territorio de lo posible, de la transparencia; eso no existe. En vez de ser una construcción política, se ha convertido poco a poco en un bloque netamente económico. Descubrir eso fue para mí un shock. ¿Adónde va Europa hoy día? ¿Aquí hay democracia o no? El debilitamiento europeo es algo muy peligroso para todos los países.
¿Es una película para expresar su cólera?
Es una película donde está presente la rabia, por lo que sucedió a Grecia, y también por Europa. Mi generación creyó profundamente en la construcción europea. Y lamentablemente en la actualidad Europa no funciona nada bien.
¿Usted se siente griego, francés o europeo?
Me siento sobre todo ciudadano francés. Nací en Grecia, pero he vivido en este país más de 60 años. Para sentirse europeo, uno debería estar orgulloso de Europa. Y yo no estoy orgulloso. En cambio, Francia me ha dado todo. Llegué aquí como un inmigrante, sin nada, y pude hacer mis estudios, hacer mi vida, tener una familia, un trabajo. Pero hay que rescatar a Europa. En el mundo están también Estados Unidos o China, que podrían absorbernos. Otro gran peligro son las grandes compañías: Google, Facebook, empresas que tienen presupuestos tan grandes como el de un país entero. Solo una Europa unida podría hacer cambiar las cosas.
Hace 50 años estrenó Z, la película que lo puso en el mapa. ¿Qué siente como autor de una cinta que sigue sorprendiendo tanto?
Es una sorpresa permanente para mí. Con el aniversario, mucha gente la ha visto últimamente y me han hecho llegar sus comentarios. Algunos jóvenes, que ni siquiera habían nacido en esa época, salen emocionados. Las películas son como la gente: nacen, hacen su vida y luego desaparecen. Algunas, sin embargo, sobreviven. Eso nadie lo puede pronosticar y mucho menos su autor. Es la magia del cine.