El 13 de diciembre de 1895, la Orquesta Filarmónica de Berlín estrenó la Sinfonía No. 2 en do menor de Gustav Mahler, una monumental obra conocida como “Resurrección” y que hasta hoy permanece como una cumbre en la obra del compositor de origen austriaco.
Construida sobre cinco movimientos que se extienden por cerca de 90 minutos y concebida para una gigantesca orquesta, la pieza debió esperar varios años para tomar su sobrecogedora forma definitiva.
Primero fue un poema sinfónico que Mahler acabó en 1888. Cuando se lo mostró al director Hans von Bülow, éste se tapó los oídos y lo despreció. Mahler agregó luego otros movimientos, pero solo en 1894 acabaría la tarea. Paradojalmente, fue en el funeral de Von Bülow que oyó una musicalización de “Resurrección”, una oda de Friedrich Gottlieb Klopstock, y quedó impactado de tal manera que decidió rematar su sinfonía con esos versos, aunque reescribió unos cuantos.
“Recuerdo claramente que la primera vez que oí la Segunda Sinfonía de Mahler fui presa, especialmente en ciertos pasajes, de una excitación que se expresó incluso físicamente, en los violentos latidos de mi corazón”, dijo alguna vez el compositor austriaco Arnold Schönberg.
No fue el único conmovido, por supuesto. Existen cientos de grabaciones a cargo de reputadas orquestas y directores como Bruno Walter, Leonard Bernstein, Zubin Mehta, Simon Rattle y Claudio Abbado. Otra conmoción menos espiritual data de 2016: la casa de subastas Sotheby’s vendió el impecable manuscrito que dejó Mahler en 5,3 millones de euros, transformándola en “la obra musical más cara de la historia”.
125 años después de su estreno en Berlín, la pieza anotará ahora un hito a nivel local: volverá a escucharse en un evento gratuito que se realizará en la tarde de este martes 7 de enero en la Estación Mapocho (20:00 hrs.), al que se espera que lleguen más de cinco mil espectadores.
Será en el marco de la segunda edición del Concierto por la Hermandad, una idea de la directora de orquesta Alejandra Urrutia que tuvo su estreno durante el verano pasado. “La idea era hablar sobre la hermandad, por el tema de la inmigración que estaba ocurriendo en ese momento. La pregunta era cómo mandar un mensaje y decir ‘saben, todos podemos vivir juntos’”, explicó en el programa Semáforo de Radio Universidad de Chile.
Con ese objetivo en mente, la titular de la Orquesta de Cámara del Municipal de Santiago se unió a la directora coral Paula Elgueta, con quien convocó a una orquesta y un coro que fueran capaces de abordar una pieza emblemática si se trata de hablar de fraternidad: la Novena Sinfonía de Beethoven.
“Tuvimos alrededor de 200 coristas y una gran orquesta”, recordó Paula Elgueta en el mismo espacio, donde explicó que una de las premisas iniciales fue que los participantes no necesariamente debían ser profesionales. Para eso, realizaron audiciones de las que participaron unas 500 personas, que luego se prepararon durante meses para el evento.
“El desafío era que mucha gente participara desde su cotidianidad, gente que podía decir ‘quiero cantar esto, pero no sé si puedo’. El proceso hermoso fue trabajar y ver cómo eso se iba modificando, la sensación de las personas de abordar algo que en un principio no era abordable, porque la Novena tiene grados de dificultad”, agregó.
El éxito de esa primera versión llevó a ambas directoras a repetir la experiencia, ahora con la Resurrección de Mahler.
¿Por qué esa obra? “Son varios niveles en la decisión”, dijo Paula Elgueta, aunque destacó el vínculo que tiene la pieza con la de Beethoven, a través de sus respectivos movimientos finales: “Mahler hace un diálogo al componerla, dice que si Beethoven había hecho ese último movimiento, eso se podía hacer y tenía una fuerza que no teníamos antes. Hay una cierta hermandad entre las dos obras y los dos compositores”.
Aunque con un repertorio distinto, la forma de trabajo fue similar a la del año anterior. “Yo creo mucho en el liderazgo desde la colaboración”, explicó Alejandra Urrutia. “Algo que siempre tengo muy presente en mi vida es que yo soy una persona, pero lo que se construye cuando somos más es mucho más grande que lo que podría construir sola. Eso es muy bonito y ocurre en los coros en general: estás ahí para crear algo más grande”.
De acuerdo a la directora, “este proyecto es un ejemplo de eso, de una sociedad que queremos construir de esa manera: siempre colaborando, escuchando de verdad al otro”.
Y en ambos casos, sea con Beethoven o Mahler, el concierto es una forma de apropiarse de un espacio que solo recibe música clásica en contadas ocasiones. “Estamos tomándonos la posibilidad de hacer estas cosas”, consideró. “Muchas veces los espacios para las actividades culturales han estado delimitados por costumbres un poco anquilosadas o rígidas. Si nos quedamos esperando hacer cosas de esta magnitud, no las haríamos nunca”.