Una vez más nos ponemos a prueba. El 31 de diciembre “cambió el mundo” con el primer caso notificado del coronavirus y a menos de tres meses de aquello vivimos una emergencia sanitaria de envergadura. Esta angustia de la incerteza, y la sensación de que vivimos permanentemente en crisis, nos tiene agotados, ansiosas, paranoicos, estresadas y hastiados de tanta inestabilidad, tanto abuso, tanta miseria y tanta desigualdad de este “sistema” que queremos “cambiar” por uno más humano, solidario y democrático.
Pero a medio camino nos enfrentamos a un nuevo desastre, sobre todo Sudamérica, que en el último tiempo está viviendo distintas revueltas y transformaciones sociales, oprimidas y reprimidas por las fuerzas del orden neoliberal. Sin embargo este desastre ya no es natural, político o social sino biológico provocando una crisis sanitaria sin precedentes, desde 2009 con la influenza H1 N1 y anteriormente en 1980 con el VIH Sida.
En un entorno tecnológico y convergente, con miles de fake news y sobreabundancia de información, de variada reputación, evidencia y utilidad, tenemos la tarea prioritaria de ser buenos comunicadores. Primero con nuestros más cercanos como también con quienes son nuestras audiencias. Como periodistas y comunicadores podemos salvar vidas, entregar información confiable, hacer contención emocional, y proponer respuestas colectivas para enfrentar la primera etapa de la crisis: la emergencia.
Entonces ¿cómo hacer una gestión de la crisis, para no propagar el miedo y el pánico a la velocidad del rayo, ni aumentar la incertidumbre de las personas?
Primero entender que la comunicación y la libertad de expresión son un derecho consagrado en las convenciones internacionales de derechos humanos, lo cual nos da el derecho de recibir y buscar información veraz por cualquier medio o soporte.
Segundo, en situación de crisis se ponen a prueba las líneas editoriales de los medios de comunicación, la producción de la información y los tratamientos periodísticos, tanto de la información diaria como de las coberturas noticiosas de estos hechos extraordinarios. Los medios deben tener autorregulación interna de sus prácticas informativas y los ciudadanos mecanismos de defensa frente a la mala información, como defensorías de las audiencias o la tutela ética de los colegios profesionales.
Tercero, la comunicación tradicional ya no sirve, porque no hay control informativo sino diversidad de canales y fuentes, y las personas prefieren compartir la información entre ellos y confiar en sus contactos directos en redes sociales, como indica Luis Serrano de Informadores de la Salud.
Propalando rumores y noticias falsas
Un desastre biológico, en este caso, nos tiene enfrentados a un riesgo en aumento, debido a la mayor amenaza que significa la multiplicación de contagios y la vulnerabilidad de las comunidades, según clasifica la Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres de la ONU. Cuando comienza el otoño invierno en el hemisferio sur, este riesgo, por tanto, puede ser mayor en América Latina y África debido a sistemas sanitarios más precarios y al peligro que representa la curva ascendente de contagios, principalmente en Europa, como centro actual de la pandemia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por ello es importante reconocer y desechar los bulos o noticias falsas mal intencionadas. Una forma de reconocerlas, según un reciente estudio sobre bulos coronavirus 2020, es buscar las fuentes, no reenviar la información de manera automática, recurrir a sitios web fiables y consultar fuentes oficiales, contrastar fotos y videos, tener cuidado con datos falsos, no dejarse llevar por el pánico y entender que las pseudoterapias o autoterapias nunca son la solución para una enfermedad altamente contagiosa.
En esta línea la OMS ha entregado consejos a la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus, de manera de contribuir a combatir la desinformación y ha abierto una cuenta en la red social TikTok con el objetivo de difundir y compartir información veraz y con evidencia científica a los usuarios de esta aplicación.
Consejos para el reporteo y comunicación durante la crisis
El periodismo más que nunca, sea estatal, comercial o comunitario, debe ser y actuar con un alto sentido del servicio público trabajando en las tres etapas más importantes: prevención y reducción del riesgo del desastre; preparación, respuesta y rehabilitación durante la crisis; y reconstrucción social y emocional de la población afectada.
Toda la información debe ser chequeada con diversas fuentes, promoviendo el pluralismo informativo y haciendo un trabajo ético y responsable de la información, sobre todo en estado de alarma o catástrofe. El Fact checking, o verificación de hechos y datos que usan los medios de comunicación y redes sociales, es fundamental para garantizar información confiable para la toma de decisiones que pueda hacer la población. La alianza de medios para corroborar y frenar las desinformaciones puede ser una buena alternativa para contribuir a la circulación de información verificada.
Los medios y comunicadores deben respetar el estado emocional de las víctimas, ya que son ellos y ellas los más afectados por la pandemia o enfermedad del coronavirus, COVID-19, especialmente los adultos mayores de 65 años o más, quienes con el aislamiento obligado se ven más expuestos a situaciones de abuso o vulnerabilidad.
Se debe utilizar un lenguaje apropiado, que no caiga en el sensacionalismo, ni tampoco emitir mensajes alarmistas, xenófobos y racistas, como advierte sobre el coronavirus la Asociación Española de Comunicación Científica (AECC), compuesta por periodistas y comunicadores especializados en ciencia y salud de toda la península.
Aprovechar el entorno digital para circular información útil y fidedigna, en diversos formatos (videos o infografías por whatsapp), diversos soportes (apps, sitios, antenas, folletines) y desarrollar un periodismo transmedia, de manera de compartir distintas narrativas en audio, video y texto, que beneficien a la audiencia y fortalezcan a la opinión pública frente a la crisis.
También son importantes nuestras maneras de comunicar y las respuestas creativas que pueden hacer los medios universitarios, comunitarios y alternativos, por antena o digital, que están más próximos a sus audiencias y son conocedores de su territorio y de quiénes los escuchan y necesitan. Considerar la labor, gestión y auxilio que prestan instituciones y organizaciones sociales y locales, como una fuente válida y necesaria frente a las fuentes nacionales u oficiales demandadas por la contingencia y multiplicadas por muchos medios.
Fomentar un periodismo de soluciones. Frente a tal magnitud de la crisis, aportar con evidencias y resoluciones novedosas que impactarán real y positivamente en la población afectada, de manera de ofrecer información para la prevención y para ser más resilientes en el futuro. Sin embargo, no se debe generar falsas expectativas en la audiencia, porque no existen vacunas ni tratamientos hasta ahora.
De esta forma contribuimos a una comunicación responsable y respetuosa de los derechos humanos, de los más vulnerables y de la sociedad en su conjunto.