¿Cuántas veces nos preguntamos durante el siglo pasado acerca de cómo sería vivir un cambio de época, cómo sería vivir una pandemia? Leer a Gabriel García Márquez en “El amor en los tiempos del cólera” nos parecía una ficción.
Rememorar a Albert Einstein puede ser muy nutritivo. “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias…Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Ahora bien, ¿cómo acabar con la crisis amenazadora en esta cuasi tragedia de vivir en un cotidiano confinado?
Este confinamiento en el que el domicilio, la calle y la plaza como las que nos refiere Humberto Giannini[1] en “La reflexión cotidiana”[2], ya no son lo que eran nos hace preguntarnos ¿qué es el domicilio en tiempos de crisis, de peste, de cuarentenas?
La rotación cotidiana, dice Giannini, se configura alrededor del punto al que se regresa siempre y desde cualquier horizonte. Esta categoría fundamental que no deberá ser asociada en ningun caso a imágenes de convivencia familiar, a tradiciones y afectos. El domicilio representa muchísimo mas que un espacio cerrado en el que la bestia o el hombres e guarecen de las inclemencias del tiempo o de la codicia de sus enemigos.
La casa, dice Bachelard, “más aún que el paisaje , es un estado del alma”.
¿Cómo se transfigura ese estado del alma cuando eso que describe Giannini, cuando traspaso la puerta, el biombo, la cortina que me separa del mundo público, cuando me descalzo y me voy despojando de imposiciones y máscaras abandonándome a la intimidad del amor?¿Cuándo ese umbral deja de ser cotidiano y empieza a ser permanente? ¡Cuando descalzarse es despojarse de la amenaza letal!
Cuando el orden de mis dominios ha sido trastornado de la noche a la mañana y que mi reflexión cotidiana me permite reintegrarme a una realidad virtual, global y material.
Cuando las fronteras y los límites territoriales son absolutamente permeables a las pandemias, ¿cuáles son los cimientos sobre los cuales es posible una reconstrucción de saberes y quehaceres territoriales con dignidad en y con la vida, la sociedad y el universo?
Un nuevo orden económico político y social se avizora a través de los cielos enrarecidos a través de esta capa otoñal de inversión en sustratos de plena recesión mundial.
Para el sociólogo especialista en temas laborales y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Giorgio Boccardo[3], el escenario nacional ha demostrado que muchas de las instituciones privadas y estatales no están preparadas para enfrentar la crisis. “Una de las cosas que mostró la pandemia es, por un lado, que éste es un Gobierno que tiene que salir de los ideologismos en los que está atrapado y que le impiden operar; pero también que el Presidente y el Parlamento no tienen todas las herramientas, dado que se les fueron cercenando en los 80 un montón de atribuciones que hoy muestran que, cuando la vida está en juego, el diseño político institucional que tenemos no da abasto.
El orden social da sus últimos estertores de agotamiento.
Cuando las referencias históricas nacionales e internacionales tampoco dan abasto, la oportunidad y los desafíos son inconmensurables, siendo las estructuras sociales, económicas, geográficas y socioambientales los espacios constituibles para la resiliencia.