Publicaciones postergadas incluso desde la época del estallido social y una notable disminución en sus ventas es lo que ha marcado el panorama de los últimos meses para las editoriales independientes del país.
No hay que ser bastante observador para darse cuenta de que, durante el primer semestre del año, la pequeña industria editorial va cocinando siempre el material que suele ir saliendo de pocos llegado el invierno, para luego repercutir con mayor fuerza en las ferias aglomeradas en los últimos meses del año.
“Detuvimos por completo el plan de publicaciones a la espera de tener algún tipo de certeza respecto a cómo se vienen las cosas”, asegura, por ejemplo, el editor de Montacerdos, Luis López-Aliaga, en conversación con nuestro medio.
Eran doce los libros que una de las independientes con mayor crecimiento en los últimos años pretendía publicar en el transcurso del año, 6 de ellos durante el primer semestre. Las dudas: la posibilidad de que eventos masivos como las ferias queden prohibidos en su totalidad durante el 2020, además de las dificultades en la distribución a través de librerías.
Eso sí, asegura López-Aliaga, la incertidumbre es un terreno bastante conocido para este rubro.
“Como editoriales pequeñas, independientes, estamos siempre conviviendo con esa vulnerabilidad. Tenemos cierto entrenamiento al respecto, pero en una situación extrema con esta, además, se exponen algunos flancos más débiles y se tiene que estar abusando del ingenio para sortear situaciones difíciles”.
Ante esto, el también autor de Mundo salvaje recalca la poca iniciativa estatal que ha existido respecto de apoyar a la pequeña industria editorial. “No se trata solo de plata, que es necesaria, sino también de utilizar en momentos como este, cierta flexibilidad o sentido común que es muy raro de la burocracia”, agrega.
Una situación similar es la que vive Elefante, una pequeña editorial chileno argentina, que empezó a funcionar en 2018, y que, para este año tenía considerada la publicación de cuatro libros (3 poemarios y una novela).
José Rocuant, editor de Elefante que reside en Buenos Aires, dice que el proceso de crisis también ha permitido repensar estos planes y optar por decisiones que tienen que ver, por ejemplo, con dejar de tercerizar el diseño de sus publicaciones. Algo que ha ayudado a que puedan sentirse más conformes con el producto final.
Asimismo, Rocuant asegura que el mundo de lo digital es también una opción para seguir subsistiendo.
“Estamos digitalizando todo lo que es viable. La coma, que fue nuestra primera publicación inédita, ya está disponible vía Amazon. Tenemos digitalizado todo lo que va a salir y lo iremos subiendo conforme vayamos publicando. Ahora me encuentro también digitalizando para otras editoriales, hay varias siguiendo esa línea que en otros países tiene un mercado muy grande”, comenta.
Marcela Fuentealba, editora de Sapostcat, mira con cierto recelo a esta opción. Y es que, pese a la posibilidad de digitalizar sus publicaciones, el dato duro, el que tiene que ver directamente con las ventas, tampoco respalda a la pequeña industria editorial (las ventas apenas alcanzan el 20 por ciento de lo acostumbrado). “Si ya los libros son marginales, los libros digitales son más marginales aún. Por ahí la salida no está ni de lejos”, sentencia.
“En la política del libro que se ha desarrollado en Chile, hay una recomendación para los organismos del Estado que compran libros -el Ministerio de Educación y el Ministerio de las Culturas-, y tiene que ver con que el 60 por ciento de lo que compren para los planes de lectura sean chilenos. En la última selección del Centro de Recursos para el Aprendizaje (CRA), el 70 por ciento son editoriales de afuera y sobre todo españolas”, critica Fuentealba.
Aunque asegura que son conscientes de que no son un producto de primera necesidad, para la también exacadémica de la Universidad Diego Portales, el ecosistema de editoriales independientes de Chile, lejos de la victimización, ha sabido generar muy buen contenido en los últimos años, algo que es altamente indispensable en épocas de confinamiento.
“Es el contenido lo que nos permite alejarnos de la desesperación”, recalca.
Respecto de la compra de libros, esta es una iniciativa que, si bien podría estar incluida dentro de la propuesta del Ministerio de las Culturas, que considera destinar 15 mil millones de pesos para el fomento de la producción artística en el país, lo cierto es que no existe claridad sobre si, a partir de la crisis, les darán prioridad en las compras estatales de libros o al menos mayor agilidad en los procesos.
Sobre esto, el fundador de le editorial Hueders y actual director del Fondo de Cultura Económica (FCE), Rafael López, asegura que el plan del Ministerio de las Culturas, que considera además un catastro del sector, continúa aplicando “viejas lógicas que no dan resultado”, una crítica que también incluye a la compra de libros.
“Creo que ahora lo importante sería repensar lo que se hacía, más que dar más dinero a lo que ya se hace. Hace mucho tiempo que no impacta nada, pese a que nos den algunos fondos. No se hacen librerías de barrio, no se hacen mediatecas, no se genera mediación lectora, todo es compra de libros que nadie sabe muy bien a dónde van”, señala López en conversación con nuestro medio.
En el análisis de López, el impacto de la crisis generada por el coronavirus será mayor en la mediana que en la pequeña industria editorial. Sin embargo, enfatizó que dentro de ellas prime también un criterio de asociatividad, que permita a toda la cadena continuar con la circulación de libros independientes en el país. “Si los libreros no pagan, si los editores no producen, no tiene sentido las políticas que existan”, remata.