Los oráculos están de moda, así es que permítanme unas aventuradas palabras acerca de cómo vendría el futuro en el sector de la salud en Chile. Pura imaginacción.
En marzo se instaló en nuestra mesa el convidado de piedra. En la mesa grande, diversa, con todo tipo de invitados, públicos y privados, caucásicos y mongoloides, gobierno y oposición, empresarios y trabajadores, en fin. Y también se instaló en la mesa pequeña, la del sector salud, apenas ocho o nueve puntos del PGB en Chile, pero relevante porque ahí termina causando estragos nuestro singular convidado.
Le abrimos la puerta y le abrazamos, pero no le hacemos pasar. Tratamos de mantenerle a raya, fuera del radio de acción, le empujamos. Mientras tanto el resto de los invitados no se atreve a llegar, menos mal, así podemos dedicarnos a contener al convidado de piedra sin distraernos en atender a los demás. No hay cómo librarse de él, solo podemos retardarlo para evitar los casos graves y la muerte por falta de asistencia.
Pero en su paso por la mesa chica, miren lo que empieza a suceder, mal que nos pese. En el sector de la salud somos los héroes. Lady Gaga nos ha organizado, en homenaje y gratitud, modernos festivales virtuales. Nos sentimos orgullosos, unos estamos en la trinchera y otros estamos al aguaite. Unos teletrabajan y otros, dedicados a la asistencia directa y a la gestión de los cuidados, están en el lugar de los hechos. Estamos bien organizados, no cabe duda. Nos aplauden.
Tal cosa ocurre en el sector público y en el sector privado también ocurre, pero es un poco distinto. Es que ahí hay una relación directa entre demanda por servicios e ingresos. Así funciona. En este caso no es bueno que no lleguen los invitados y la demanda se ha venido abajo, en particular en servicios electivos que pueden esperar. Escuchamos al ministro de Salud llamando a los pacientes crónicos a su debido control por razones sanitarias, según argumenta, pero es evidente que también lo hace por una legítima preocupación por el devenir de la industria. Mal que mal el sector privado prestador de la salud en Chile explica casi la mitad de la producción y del consumo de servicios médicos. Eso no es trivial. Y la demanda por algunos servicios se ha reducido en cifras cercanas al 80%. No es por las isapres, que pagan más licencias pero que están gastando mucho menos en servicios médicos, al punto que sus resultados mejorarán este semestre. El problema está en las clínicas y, especialmente, en las redes ambulatorias.
Las cifras de desempleo crecen rápidamente y se trasladarán tal cual al sector privado de la salud. Primero a los servicios dentales pues la gente ha de postergar ese consumo antes que nada, como se posterga el gasto en mantención de los hospitales públicos cuando el presupuesto está estrecho. Luego a los servicios ambulatorios electivos, sobre todo los que no se han constituido en grandes redes, más tarde a las pequeñas clínicas que viven del PAD y hasta a algunos más grandes como la red Christus UC que ha tocado públicamente la campana porque quizás tampoco le esté yendo bien en sus casas matrices. Sobrevivirán, eso sí, las grandes espaldas. Entonces, cracs y desempleo en el sector salud privado y reducción de servicios, caída de precios y de honorarios médicos. Esto es lo que se nos viene por ese lado, es bueno tenerlo claro.
Mientras tanto, el sector prestador público sobrevivirá y estará de pie al momento que retorne campante la demanda, la propia y la nueva, a ponerse en sus listas de espera. El empleo público está asegurado. El Estado, en la práctica y a su ritmo, vendrá al rescate. No hay más diseño que poner su propia oferta a disposición, buena o mala, empática o no empática, suficiente o insuficiente, tal como la hemos conocido, ni más ni menos. Estatizar sería la orden del día. En su momento el Estado rescató a la banca y ahora también rescatará a las empresas y hará lo que esté a su alcance para enfrentar el desempleo. Así es que de ahí a la muerte de las isapres que muchos promueven -dicen que quien las mate ganará las elecciones- y a la recreación del SNS, sueño nostálgico de otros tantos, habrá un solo paso. Seguros privados complementarios, eso sí. Mientras, el desarrollo del seguro público, el fortalecimiento de la gestión hospitalaria y las recomendaciones de la comisión nacional de productividad se transformarán en temas superados por las circunstancias. Muchos de nuestros colegas médicos golpearán las puertas de los hospitales públicos buscando refugio. Capaz que la escasez de especialistas se resuelva, entonces, como por arte de magia.
En el mediano plazo, tres a cuatro años, las cosas tenderán a la normalidad y el sector privado recuperará una buena parte del espacio perdido. Quizás en ese momento se abra una posibilidad para la reforma pendiente de los prestadores de servicios en el aparato público. Ojo con esto.
Para la disciplina de la salud pública habrá, por fortuna, una oportunidad. No ha sido fácil ejercerla desde la separación de funciones del 2005. El gobierno ha estado dando lo mejor de sí frente a la pandemia, montado sobre una institucionalidad frágil y, comisiones expertas de por medio, hemos aprendido que hay un trabajo que hacer allí, al cual ningún parlamentario de buen corazón podrá oponerse. Tenemos que fortalecer a la autoridad sanitaria, yendo tras más presupuesto y transformaciones profundas, quizás algo como el NICE inglés, un poquito más autónomo del gobierno de turno. O bien concentrar la autoridad sanitaria de una vez en un ministerio con dedicación exclusiva, desconcentrando de aquel la gestión de la red asistencial, como alguna vez ya propusimos.
*Marcos Vergara Iturriaga es médico cirujano, Doctor en Salud Pública, Magíster en Administración en Salud, Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y académico del programa de Políticas y Gestión de la Escuela de Salud Pública.