El momento más oscuro de la noche es, precisamente, antes de que comience el amanecer. Nos encontramos en un punto de la historia mundial en el que las rutinas, cotidianidades, y las “normalidades” a las que estábamos tan acostumbrados se derrumbaron de un momento a otro. La incertidumbre, desesperanza, miedo y ansiedad parecieran gobernar en distintos rincones del planeta, y nos vemos obligados a replantear la forma de llevar nuestras vidas y de relacionarnos con los demás.
La propagación del coronavirus y las consecuencias de la pandemia han demostrado que no tienen distinción de clase socioeconómica, nacionalidad, mucho menos sabe de fronteras, y es importante que no se olvide que tampoco distingue por orientación sexual o identidad/expresión de género. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que la interseccionalidad provoca que los conflictos nos afecten en distintos niveles. Es por ello que hay ciertos grupos sociales que deben estar especialmente bajo el cuidado de las autoridades y de la comunidad, ya que si bien el coronavirus es algo que nos afecta a todos, hay personas que especialmente sufren las consecuencias de esta pandemia.
Las personas que se identifican con la diversidad sexual, o que no siguen la hetero-cis-norma, pueden verse especialmente afectadas durante este tiempo de crisis sanitaria debido a factores de múltiples dimensiones. Por un lado, personas homosexuales o trans precarizadas laboralmente estamos más propensas a perder su fuente laboral debido a la situación del país. A su vez, las mujeres trans trabajadoras sexuales también necesitan apoyo estatal para sobrevivir la cuarentena, ya que también necesitan alimentarse y pagar sus cuentas, y por el contexto actual se ven imposibilitadas de salir a trabajar.
En caso de tener complicaciones de salud, nos exponemos a tratos discriminatorios en las redes asistenciales. Es probable que no se nos respete nuestro nombre social o la identidad de género al atendernos en los centros de salud del país, a causa del coronavirus u otras condiciones de salud. Incluso corremos el riesgo de ser arbitrariamente destinadas a utilizar pabellones que no coincidan con nuestro género identitario, vulnerando nuestros Derechos Humanos.
Por otra parte, las personas que viven con VIH son otro grupo de riesgo por el COVID-19, pero no por eso deben pasar una cuarentena solos o con miedo. Que el distanciamiento social no signifique una vida precaria para nadie ¡Estamos juntes en esto! Tenemos que tener especial cuidado también con las consecuencias que el encierro tiene en nuestras vidas, ya que esto va en total detrimento de nuestra salud mental.
De igual forma, la paralización de atención con especialistas en la red pública ha dejado sin cobertura médica a muchas personas trans, que han visto suspendidas sus transiciones o tratamientos complementarios. Es importante decir que esto puede reactivar cuadros depresivos y ansiosos que pueden poner sus vidas en peligro.
Respecto a la vida familiar, existen muchas personas que sufren al pasar una cuarentena compartiendo con personas que no validan su identidad de género u orientación sexual. Esto se puede convertir en un calvario para estas personas, y tal y como grafican las encuestas e investigaciones, esta situación puede generar una ola de suicidios infanto-juveniles debido al constante hostigamiento e intimidación que se generan en contextos hogareños.
Por último, la falta de visibilidad de la diversidad sexual no es nueva y se ha arrastrado por varias décadas. La tercera edad LGBTI bien lo sabe y también necesita apoyo y compañía en estos tiempos de crisis. Si la expectativa de vida para las personas trans en Latinoamérica no supera los 40 años, todas las que llegan a la tercera edad ya pueden ser consideradas como sobrevivientes, y no podemos permitir que el coronavirus acabe con sus vidas. Independiente de nuestra vivencia interna o de nuestra forma de amar, todos somos ciudadanos de este país y tenemos el mismo derecho a una salud de calidad y protección estatal.
En este Día contra la LGBTIfobia, debemos tener más presente que nunca que si queremos evolucionar como sociedad no podemos olvidar las lecciones que hemos aprendido en los últimos años. El nuevo Chile será sin dejar a nadie atrás. Los ciudadanos de esta generación tenemos la gran responsabilidad de construir una sociedad sin etiquetas, en la que no nos dividamos por nuestras diferencias, sino que nos reconozcamos como diferentes y que pongamos a disposición nuestros valores y habilidades para construir en conjunto un futuro mejor. Por una salud y vida digna para todos, todas y todes, comencemos a construir un camino de fraternidad para el Chile de mañana.