Por una educación no sexista

  • 18-06-2020

Hace 30 años la Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM) declaró el 21 de junio como Día Internacional de la Educación No Sexista, con el objetivo de promover el derecho a la educación de las mujeres de sectores populares de América Latina y el Caribe, entregándoles una educación democrática, respetuosa de la diversidad social, cultural, sexual, que cuestionara los estereotipos, revirtiendo prácticas discriminatorias.

Luego la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing retomó este punto en su plataforma sobre educación. Entre otros objetivos, en este encuentro se planteó: promover una educación no discriminatoria, eliminando cualquier dispositivo legal que establezca diferencias por cualquier forma de discriminación; y elaborar currículos y libros didácticos, libres de estereotipos para todos los niveles de enseñanza, incluyendo la formación de personal docente.

Han pasado décadas desde que nos hemos planteado estas metas y la reciente cuarentena a la que nos ha obligado la COVID-19 nos ha puesto a prueba, respecto de la idoneidad de los materiales con que niñas y niños se educan.

Recientemente hemos contenidos elaborados por organismos de investigación dependientes del ministerio de Educación que incorporan sesgos de género, lo que fue alertado por la Red Docente Feminista. A pesar de la indignación que causó, este hecho permitió visibilizar la importancia de incorporar el enfoque de género en la educación.

Uno de los factores imprescindibles para avanzar en relaciones con equidad, igualitarias y sin violencias de género es la educación temprana de niñas, niños, adolescentes y jóvenes en esta temática.

Hasta ahora, la prevención no ha sido abordada desde una política pública integral en nuestro país. Si bien se realizan esfuerzos de parte de ONGs, la sociedad civil y algunos dispositivos del Estado (como los Centro de la Mujer o el Instituto Nacional de la Juventud) no hay lineamientos que atraviesen a todos los organismos del poder Ejecutivo, con financiamiento adecuado a las necesidades y que incorpore a todos los ministerios, especialmente los prioritarios como Hacienda, Educación, Salud, Justicia y Derechos Humanos, Cultura y Trabajo.

Es en ese contexto que el Instituto de la Mujer, apoyado por la Unión Europea en Chile, ha trabajado en los últimos años en el estudio de la violencia de género, especialmente en menores, para conocer las características de este problema y los factores que intervienen en ella. Además, ha desarrollado herramientas prácticas para realizar intervenciones con el objetivo de aportar en la prevención de esta.

En el estudio “Amores Tempranos. Violencia en los pololeos en adolescentes y jóvenes en Chile” (2018) se identifica el proceso educativo como fundamental para el cambio que como sociedad hemos venido reclamando.

El estudio propone recomendaciones al Estado, con el objetivo de prevenir, sancionar, proteger y avanzar en erradicar las violencias  de género en etapas tempranas, entre las que se encuentran la elaboración de los planes o programas que se focalizan en la prevención de la violencia de género, acciones que instalen un cuestionamiento y una acción que promueva la transformación de patrones culturales.

Educar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes para develar lo pernicioso de un sistema de género binario y heteronormativo desigual y violento, en espacios formales como escuelas, colegios y liceos, centros de formación técnicos y universidades. Pero también a los docentes, que sean capaces de incorporar visiones inclusivas y respetuosas de las diferencias, y que estén dispuestos a capacitarse e incentivar cambios al interior de sus salas de clases.

Son numerosas las sugerencias aportadas por el estudio. Están disponibles y han sido entregadas a diversos representantes del Estado y la sociedad civil. Necesitamos aunar todas las voluntades y urgencias para avanzar en este problema, porque invertir en una educación no sexista permite prevenir pandemias que han sido permanentes en el tiempo, como la violencia contra niñas y adolescentes, y así evitar sancionar femicidios, que ocurren cuando la sociedad no fue capaz de dar respuesta a tiempo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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