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  • 18-07-2020

En marzo habitualmente, el país retorna a sus actividades normales, laborales y educativas, tras el verano y sus vacaciones, descanso, viajes y actividades estivales recreativas. Este año 2020, ese retorno fue distinto. Volvimos. Pero volvimos en el otro lado del espejo de Alicia. Lewis Carroll nos hizo reflexionar en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de 1871, que existen otras interpretaciones de lo real, otras realidades existenciales y que ellas coexisten con la nuestra.

Pasamos de una realidad en lo vivencial, laboral y educacional a otra cosa; pasamos de lo análogo a lo digital. La pandemia COVID-19, nos situó allí. De pronto todo migró de offline a online o terminó de migrar definitivamente hacia un sistema mixto, en el mejor de los casos.

Con ello apareció un nuevo espacio arquitectónico: pasamos de “infra-estructura” a “info-estructura”, con todo lo que ello significa. En la brecha entre ambos espacios, estamos aprendiendo a habitar hoy.

Desde el año 1992 existe en el país el programa del Ministerio de Educación “Red Enlaces Chile” y con él la incorporación de las TIC en la educación. A partir de ahí, se han desarrollado el Centro de Educación y Tecnología CET, el programa TIC en Aula, el Plan Tecnologías para una Educación de Calidad, el programa Lectura, Escritura y Matemática LEM, la Enseñanza en Ciencias Basado en la Indagación ECBI, los Laboratorios Móviles Computacionales LMC, las Unidades de Aprendizaje Multimedial UAM y los Modelos de Informática Educativa MIE, entre muchos otros.

En la educación básica y media, el cambio fue progresivo, gradual, efectivo, amplio y eso permite hoy seguir con las actividades docentes día a día. En las universidades, este cambio acompañó, a través de los proyectos educativos institucionales, el ajuste y evolución de los modelos educativos.

La emergencia sanitaria COVID-19, aceleró la transición, y hoy nos encontramos todos en teletrabajo, e-learning y educación online. Todos dentro del mundo Google Maps, en un territorio ilimitado, expandido, libre y veloz, como el que describía insistentemente Paul Virilio. Y de pronto, quedamos todos dentro de él. Como Arquitectos, estábamos acostumbrados a sostener nuestros instrumentos de medición frente al objeto a medir. Hoy, debemos medir, desde dentro, inmersivamente; los satélites que nos dan las referencias, están sobre nosotros y no delante de nosotros. Los youtubers, googlers y las miles de selfies, coexisten junto a nosotros en esta info-estructura global.

Para la educación superior y el efecto de esta vivencia inmersiva, podemos distinguir tres momentos básicos; A, el advenimiento de las TIC; B, el crecimiento de softwares; y C, el desarrollo de las comunidades digitales.

Efectivamente, en un comienzo, todo versó en cómo se incorporaban las tecnologías de la información y las comunicaciones. Se traspasó todo el material docente primeramente del PC a la sala, vía PPT, DATA y pizarras electrónicas, acompañado por Internet y sus buscadores. Un aprendizaje sin fin de tecnologías nuevas para comunicarnos. Algunos profesores persisten en estas prácticas iniciales básicas, ahora online.

Luego vivimos la supremacía del software, como garantía de acción docente. Todo quedaba referido a este, aquel u otro software, sus propósitos, ventajas y virtudes. Un consumo delirante y sin fin de soportes digitales y su última versión 2.0 con obsolescencia programada. Se traspasó todo el material docente a un software, pasando a enseñarlo, desconociendo su valor como herramienta, transformándolo en un contenido. Algunos profesores están atrapados allí, promoviendo soportes y herramientas, ahora online.

Hoy estamos en una etapa educativa online, donde se reconocen los aportes de contenidos, experiencias y colaboraciones inclusivas. La co-creación, las comunidades digitales, la participación, la convergencia, como garantía de la democratización del proceso de diseño arquitectónico, urbano, geográfico y territorial. También cambia la velocidad con la que se produce la interacción, integración y participación, a veces sincrónica o asincrónica. El impacto de la concurrencia activa y permanente de todos los involucrados, desarrolla la condición inmersiva del estar dentro, ahora sumándole a ello, el estar permanentemente dentro, a toda hora, 24/7/365. Y si no es a través el aparato digital móvil de bolsillo, no sirve.

Estamos viviendo una experiencia global de teletrabajo, e-learning de colaboración masiva. Los agentes que concurren a las diferentes instancias educativas, lo hacen en condición de igualdad, donde la colaboración e integración dan base a una democratización del aprendizaje; ya no solo individual y vertical, sino que pueda incorporar horizontalmente actores y espacios de discusión, colaboración y co-creatividad, fuera de las aulas tradicionales, con sus ideologías académicas también tradicionales; y además con participación social directa y en tiempo real. Son nuevas estrategias de complementariedad interdisciplinaria grupal, con conectividad inmersiva permanente online.

Esta emergencia sanitaria COVID-19, nos ha dado desde marzo del 2020, una oportunidad de desarrollar nuevos ámbitos existenciales online. Todo indica que seguiremos así, por un buen tiempo más y que los cambios en la manera de comunicarnos y de enseñar, llegaron para quedarse. La pandemia ha mostrado fronteras, territorios, desigualdades, inequidades y exclusiones. También nos enseñó que muchos desplazamientos en la ciudad son innecesarios y que podemos habitar la ciudad de una manera distinta y más sostenible Un cúmulo de antecedentes se evidencian ahora ante nuestros ojos. También nos ha mostrado la capacidad de emprendimiento social de los habitantes vulnerables. Tendremos que seguir avanzando en pos de la resolución de estas problemáticas, y lo haremos de manera colaborativa, co-creativa y relacional; y todo ello de manera online.

Manuel Amaya y Carmen Paz Castro, decano y vicedecana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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