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¡Receso pedagógico real y para todos, ya!

Columna de opinión por Dominique Perez y Paula Varas
Lunes 20 de julio 2020 9:57 hrs.


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La pandemia generada por la propagación del covid-19 ha remecido todo lo existente. Los sentidos comunes hasta antes del confinamiento han dado un vuelco en 180° grados. La educación, y todo lo que ella implica, no ha sido la excepción. Las comunidades educativas y sus procesos “normales” han tenido que adaptarse a una crisis sanitaria y como tal, han experimentado procesos de transformación en cuanto clases, vacaciones, resultados en el aprendizaje. Ello, se ha traducido en el aumento de los desafíos y los pendientes, el cambio no solo ha sido lo telemático por la presencialidad, sino que también se ha generado una mayor visibilización y agudización de las problemáticas estructurales del sistema educativo en Chile.

Los pendientes de siempre, como la desigualdad de acceso, hoy no sólo dicen relación con los establecimientos y sus ubicaciones, sino que se trasladan a la hora de acceder a tecnología como computadoras y celulares o la escasa conectividad a internet para la realización de clases bajo la modalidad online. Resulta paradójico que a pesar de que el confinamiento es una medida aplicable “igual” para todos, al menos en la Región Metropolitana, y que la manera de vivirlo, y combinar aquello con clases y resultados en el aprendizaje, es tremendamente desigual y distinto para cada cual.

Por otra parte, el manejo del gobierno en este ámbito, ha sido deficitaria. Con mensajes de “vuelta a clases” cuando aún no llegaba el peak de contagios, encendieron las alarmas. De la misma manera, durante abril, el Ministerio de Educación, en un acto de desesperación, impuso “las vacaciones de invierno adelantadas”, sin embargo, este periodo de vital importancia para las comunidades educativas, al ser sustituido por labores para mantener la continuidad de las actividades, solo generó impactos negativos. La afectación generada, tanto en docentes como en los estudiantes y sus familias, no ha sido una cuestión medida por las autoridades. Este falso período de descanso, que además, fue implementado sin consultar a las comunidades educativas, sólo ha acrecentado las desigualdades y ha empeorado la salud mental.

Hace pocos días, y a raíz del levantamiento de la campaña #RecesoPedagógico por organizaciones y comunidades educativas, ha vuelto a tomarse la agenda el binomio educación-pandemia, sin embargo, la conducta de la máxima autoridad educativa sigue siendo la misma, displicencia. Con mensajes como “los establecimientos educacionales pueden adecuar sus actividades durante el periodo de cuarentena y suspensión de clases presenciales y planificar pausas pedagógicas” se evidencia que no han entendido nada. ¿Será que toman estas decisiones políticas sin haber pisado alguna vez en la vida un aula? Al no haber mandato explícito a tomar un receso, se deja al arbitrio de los directivos que formula aplicar y esto, solo obvia la realidad: la salud mental de las comunidades educativas no da para más.

En este periodo extraordinario, no se necesita llamar “receso” a cambiar las actividades; a tener jornadas de reflexión del cuerpo docente o a planificar actividades de autocuidado y contención emocional como explicó el MINEDUC. Se necesita un RECESO PEDAGÓGICO REAL, esto es, una paralización de funciones, que permita que todos los miembros de las comunidades educativas puedan desconectarse para preocuparse de su espacio personal, de sus familias, de sus propios problemas, de su propia pandemia, en definitiva, eliminar el cansancio de las dobles y triples jornadas que ha significado el proceso educativo durante el confinamiento. Cuestión particularmente crítica para las profesoras, que componen el 74% del total del cuerpo docente, que además de cumplir con su responsabilidad laboral, muchas veces cargan con la realización de las labores domésticas, reproductivas y de cuidados en sus casas.

Así mismo, mujeres apoderadas y estudiantes, quienes han tomado un rol activo y primordial en el apoyo pedagógico durante este periodo, en muchas ocasiones no cuentan con las herramientas necesarias para ejecutar lo solicitado desde los centros educacionales, incrementando frustraciones al momento de enfrentarse a la ayuda de sus hijos e hijas. Es por esto que el receso pedagógico debe ser para todos los miembros de todas las comunidades educativas. Lamentablemente la señal de flexibilidad del MINEDUC no lo permite, y más bien, privilegia el arbitrio de los sostenedores, que hoy están más preocupados de la prolongación del año escolar que de la salud y bienestar de los miembros de la educación.

No podemos aplaudir un Acuerdo de Pausa Pedagógica que excluye a una gran parte de las comunidades educativas. Por esto, es de vital importancia que el Ministerio de Educación unifique directrices y se convenza de que la priorización del bienestar emocional ahora, es una ganada para el futuro, en pro del desempeño y altura de miras que se requerirá para abordar esta “nueva normalidad” en la educación y en el Chile actual. Como Profesoras Poderosas estamos convencidas de la necesidad de humanizar el quehacer de estudiantes y educadores y orientar hacia el bienestar efectivo, pero que en el corto plazo se debe aliviar el estrés que han significado las transformaciones y adaptaciones a causa de la pandemia y la escasa vinculación con el contexto. Sin duda que un receso pedagógico real permitirá retomar el desafío que significa y seguirá significando la educación para las transformaciones de la sociedad.

 

Las autoras son profesoras del Frente Poderosas.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.