Cabe preguntarse qué habría pasado con las y los niños en la circunstancia de la pandemia de no haber sido por el aporte silencioso del profesorado. Prácticamente sin ninguna orientación precisa, y sin preocuparse por los recursos necesarios, se obligó a los profesores a pasar de un sistema presencial a uno virtual.
Ese esfuerzo ha sido, sin duda, de toda la comunidad escolar cuyo pilar indiscutible fue la decisión de los docentes que no dejaron solos a sus estudiantes y colaboraron con la contención necesaria en una situación altamente estresante y desgastante. Pero resulta del todo justo saludar a nuestros padres y apoderados y por cierto, a nuestro estudiantes.
En un sinnúmero de lugares a lo largo de todo el país, los profesores fueron impulsores y colaboradores no solo a la mantención del vínculo pedagógico sino que en las iniciativas solidarias que han intentado paliar las crecientes dificultades que, incluso, significó combatir el hambre que ha rondado a miles de hogares.
Desde el primer momento el gremio docente, ha apoyado un sinnúmero de ollas comunes, iniciativas solidarias y diversos tipos de apoyo para cubrir las necesidades inmediatas que el estado neoliberal no cubre. El profesorado ha sido otra “primera línea” en este proceso de contención y apoyo a sus estudiantes y sus familias, cuyo rol es comparable al que han jugado los valerosos funcionarios de la salud.
Los profesores son parte del pueblo y se funde con él en estas horas confusas y peligrosas. Sin embargo, desde la comodidad del Ministerio de Educación, el titular de la cartera Sr. Figueroa, responde con el mayor de los desprecios a rol de los educadores.
El ninguneo con el que el señor Figueroa trata a los profesores ha sido el lenguaje típico de los poderosos en toda esta oscura época de dominio neoliberal.
Los educadores de Chile no buscan el reconocimiento fácil de las autoridades. Su labor siempre se ha caracterizado por el inmenso y rara vez valorado amor por la docencia, el respeto por los niños y niñas, y su compromiso irreductible con sus muchas veces dura profesión.
Sin duda, como gremio, exigimos el respecto debido a un gremio que es uno de los mayores soportes en los que descansa la idea de país. Pero nos conforta tener clara conciencia de nuestro rol de formadores de las nuevas y mejores personas, que tendrán un efecto ineludible en la construcción de un país mejor, más humano y respetuosos de sus habitantes y medio ambiente.
Desde siempre, como lo saben todos los educadores del país, el mayor y más emocionante recompensa, es esa que se expresa en la risa de un niño y una niña que crece feliz y seguro, en un territorio en que puedan caminar por calles limpias y libres, de camino a su escuela o de retorno a su casa.
Los prepotentes de todos los tiempos jamás tendrán la capacidad de entender algo tan simple y a la vez tan profundo.