Un paro cardiorrespiratorio terminó este martes con la vida del exfutbolista Diego Armando Maradona, que se encontraba en reposo, posterior a la operación cerebral a la que se sometió hace solo algunas semanas.
La noticia ha conmocionado principalmente a la población argentina, dado que, después de la cirugía mencionada, se había asegurado que Maradona, si bien se encontraba en un estado de salud delicado, respondió favorablemente a la intervención.
Diego Armando Maradona, de 60 años, se había desempeñado en los últimos meses como técnico de Gimnasia de La Plata, pero hizo lo mismo en Dorados de Sinaloa, en México, y en Al-Fujairah y Al-Wasl, en los Emiratos Árabes.
Sin embargo, el autor de la famosa “mano de Dios”, se hizo mito a través de su carrera como futbolista, desarrollada de forma profesional desde los 16 años en Argentinos Junior, en 1976, para llegar posteriormente a Boca Juniors en 1981.
La Asociación del Fútbol Argentino, a través de su Presidente Claudio Tapia, manifiesta su más profundo dolor por el fallecimiento de nuestra leyenda, Diego Armando Maradona.
Siempre estarás en nuestros corazones 💙 pic.twitter.com/xh6DdfCFed
— AFA (@afa) November 25, 2020
Pero “su sueño tenía una estrella”, cantaba Rodrigo en el tema popular “La mano de Dios”. Y para lograrla, al hijo predilecto de la Villa Fiorito no le bastaba con driblear defensas en uno de los clubes más grande de Argentina, o convertirse en el mejor jugador del Mundial Juvenil de 1979.
Relegado del Mundial de 1978 por el extécnico argentino Carlos Menotti, Maradona integró la selección oficial de su país para el Mundial de España 82, justo cuando ya había cerrado un contrato con el FC Barcelona. El sueño, sin embargo, terminaría con un Maradona expulsado en el partido de segunda ronda frente a Brasil. Argentina era eliminada y “el Pelusa” acumulaba hambre.
La inmortalidad del Diego en la que muchos creyeron empezó el 2 de junio de 1986, en el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México. Maradona no anotó ese día. Lo hicieron Jorge Valdano y Oscar Ruggeri, quebrado este martes en la transmisión de la TV argentina. Ese, sin embargo, fue su mundial. Después de pasar a Uruguay en los octavos de final, la Argentina de Bilardo se encontró con la Inglaterra de Bobby Robson en cuartos de final. Dicen los expertos que la gloria es igual a tiempo, contexto, y espacio. Y Diego Armando lo sabía.
Además de regalar los 20 segundos más hermosos de la historia del fútbol, en su hoy inmortal segundo gol, una picardía le valió el apelativo de “la mano de Dios” al tanto que le anotara -casi suspendido en el aire y con el brazo y puño tensado al máximo- al exportero inglés Peter Shilton.
La historia la ha contado él mismo y todos los que, admirados y confusos, corrieron a abrazarlo para hacer más creíble una hazaña que se daba posterior al conflicto bélico entre Argentina e Inglaterra por la Guerra de las Malvinas.
Un año después de su retiro, en 1997, en Rosario, Argentina, se instauró oficialmente la Iglesia Maradoniana. Una suerte de parodia sectaria que hoy suma más de 250 mil miembros en todo el mundo y que lloran la partida de su “Dios”. Así, seguramente, el desamparo y la desolación por el ídolo que se fue, aborda también a los habitantes de Napoles, lugar donde se coronó como campeón de la Copa Italia, en 1986 y 1987.
Una carrera de casi cincuenta palmarés individuales, entre 1976 y 1997, roces de ida y vuelta con las drogas, sanciones por dopaje, goles que son arte y conductas “antideportivas”, llegaron a su fin este martes 25 de noviembre. Maradona partió tal cual lo hiciera su tan querida “Tota” en 2011.
“Si Jesús tropezó, por qué no habría yo de hacerlo”, entonó el Diego, en 2009, en una versión en primera persona de “La mano de Dios”. La doce y los Ninjas deberán aceptarlo. El mundo -creyentes y agnósticos-, no podrán escapar de su historia.