Haciendo zapping en los canales de televisión, como muchos, intentado encontrar algo que valiese la pena, me topo con un conocido periodista inteligente, que en una de las secciones de su programa estaba hablando de un tema muy importante: hasta qué punto lo que ha estado sucediendo en la sociedad chilena- desde octubre del 2019 y antes-, tiene que ver con la expresión de un anhelo: el ser y sentirse parte de…Bien. Pero ¿“parte de qué”?
Eso es lo que invito a reflexionar.
Al parecer, ese reclamo traduce un anhelo de comunidad. La verdad, todos los días formamos partes de distintas comunidades y sus códigos de funcionamiento. Desde lo local-familiar. Sin embargo, al parecer no es suficiente quedar reducido al espacio de lo familiar o de lo grupal. Lo expresaba bien Aristóteles cuando afirmaba que ni el más perfecto panal de abejas (léase nuevas tecnologías) puede igualar la capacidad que tiene el humano: el humano es el único animal que tiene palabra.
Y los lectores pueden decir: bueno, ¿y qué con eso? La palabra compartida es lo que nos permite expresar lo conveniente o inconveniente; lo justo o lo injusto, lo bueno o lo malo, respecto a acciones, estado de cosas e instituciones. Es exclusivo nuestro dentro del mundo animal la capacidad de tener el sentido de lo bueno o lo malo, lo justo o lo injusto, lo correcto o lo incorrecto. La comunidad de los sentidos y significados del vivir juntos es lo que conforma la casa y la ciudad. Ojo: por eso el humano es un animal social.
Pero, ¿qué ha sucedido con la globalización neoliberal en Chile ? Ha promovido la liquidación del tejido social que venía desde antes de 1973. ¿Su objetivo? Impedir que las experiencias de gobierno popular ( es decir, de autogobierno del pueblo por sí mismo) se puedan repetir. Para la cual, entre otras cosas, el mercado tiene que comandar la vida de los individuos, desde que nacen hasta que mueren. Con lo cual se ha modificado el paisaje moral nacional poniendo en su centro el individualismo consumista y anómico; la impunidad y el autoritarismo; un ciudadano atomizado, inseguro, privatizado, apático, abocado a su cotidiana sobrevivencia material y al pago de deudas.
Se ha instalado un darwinismo social (y mediático) que aboga por que sobrevivan aquellos que pueden en la lucha de todos contra todos por alcanzar los favores del mercado. Y qué tenemos entonces: desconfianza social, agresividad, abuso de poder, problemas crecientes de salud mental, entre otros fenómenos. Este modelo económico desposesiona a las mayorías, y nos deja a merced del 1%.
No podremos tener un nuevo ideario de país sin considerar un horizonte de época ecomunitarista ( S. López Velasco). Los humanos no evolucionan por medio del individualismo. Como dicen los que saben, no somos descendientes de creaturas solitarias ( tigres u osos polares); descendemos de los primates. Todo nuestro ADN está signado por el espíritu comunitario de ayuda mutua.
Nos necesitamos los unos a los otros. Así funcionan nuestros cerebros y el sistema nervioso. Si queremos sobrevivir como humanidad tenemos que salir del paradigma capitalista-neoliberal. O despertamos juntos o no despertaremos. O evolucionamos juntos o vamos a morir juntos. Un mundo fragmentado, es lo que quieren y promueven las élites de poder.