La descomposición política del país se refleja en un atomizado panorama electoral, en el que los peruanos no saben por quién votar. Eso es lo que demuestran las encuestas. Harta de la corrupción y desilusionada de su la clase política, la población debe decidir entre 18 candidatos, siete de los cuales casi empatados en los sondeos, con porcentajes que rondan un 10 por ciento.

Los outsiders antisistema se enfrenta con políticos tradicionales, incluidos quienes vuelven a la arena pese a haber sido duramente desprestigiados, como Keiko Fujimori, quien se presenta a la presidencia por tercera vez tras un año y medio en prisión preventiva, procesos por corrupción, lavado de dinero y una petición de 30 años de prisión de la Fiscalía por financiación ilegal de sus campañas de 2011 y el 2016.

Otro ejemplo es Yohny Lescano, un populista que bajo atuendos progresistas representa al partido conservador Acción Popular, que hace poco lideraba las encuestas. Lescano, diputado de 62 años, propone que un aguardiente de caña de azúcar sea usado para prevenir la COVID-19 o que Chile devuelva el Huáscar, un buque de guerra capturado a la Armada peruana durante la guerra del Pacífico (1879-1884).

Sin olvidar al ex futbolista George Forsyth, favorito durante algunos meses con una estimación de 8,7 por ciento, que con un discurso populista encarna la imprevisible política peruana.

Keiko Fujimori por la derecha y Verónika Mendoza por la izquierda aspiran a convertirse en la primera mujer llegar a la presidencia del país sudamericano.

Lo que es altamente previsible es que el nombre del nuevo mandatario, solo se conocerá en la segunda vuelta del 6 de junio, a la que concurran los dos más votados de la primera. Los últimos sondeos señalan a Fujimori, hija del autócrata encarcelado Alberto Fujimori, que a la cabeza de Fuerza Popular, ganaría la primera vuelta con el 12,9 por ciento, seguida a pocas décimas (12,7 por ciento) por Pedro Castillo de 51 años, del partido izquierdista Perú Libre. Maestro y sindicalista, que hace menos de un mes no alcanzaba el 6 por ciento, es un claro ejemplo de la extrema volatilidad de las intenciones de voto de los electores peruanos.