Durante la semana pasada, la investigación que lleva la Fiscalía Metropolitana Centro Norte por la interceptación por parte del Ejército de Chile a los teléfonos del periodista Mauricio Weibel y cuatro militares que han denunciado actos de corrupción dentro de la institución castrense, sumó una nueva arista.
A través de un reportaje publicado por CIPER, quedó en evidencia que el espionaje no sólo involucraba a Weibel, sino que también a otros cinco periodistas que han reporteado y publicado investigaciones relativas al rol del Ejército en las violaciones a los derechos humanas ocurridas durante la dictadura de Augusto Pinochet. Se trata de Santiago Pavlovic, Danae Fuster, Pascale Bonnefoy, Juan Cristóbal Peña y Javier Rebolledo.
Tomando estos últimos hechos como referencia, nuestro medio conversó con Bonnefoy, Peña y Rebolledo sobre la situación del periodismo en democracia y las señales que se le dan a la sociedad chilena con este tipo de prácticas en contra de las y los profesionales del a prensa.
Pascale Bonnefoy: “El permanente ejercicio de matar al mensajero”
La periodista Pascale Bonnefoy es corresponsal de The New York Times y académica del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile. Es autora de los libros “Cazar al cazador” (2018), en donde relata la historia de los agentes de la PDI encargados de detener a los criminales de la dictadura, y “Terrorismo de Estadio” (2005), sobre la utilización del Estadio Nacional como centro de detención durante la dictadura. Cuando funcionarios del Ejército solicitaron su información, a fines de agosto de 2016, Bonnefoy se encontraba en plena investigación para el lanzamiento de la segunda edición actualizada de su libro “Terrorismo de Estadio”, publicado en septiembre de 2016.
“Por un lado lo veo como el rol de un organismo de inteligencia al que el Estado le paga para hacer inteligencia y espionaje, pero no corresponde. Yo creo que lo que hemos visto todos estos años, no estamos hablando de los últimos meses o últimos años, sino mucho tiempo, es una falta de comprensión de lo que es el rol de la prensa. Es el permanente ejercicio de matar al mensajero independientemente del contenido”.
¿Cómo interpretas que ocurran este tipo de prácticas contra periodistas en una democracia?
Eso me preocupa, que en Chile todavía no se entiende cuál es el rol de los periodistas: reportear seria y responsablemente, revelar verdades o sacar a la luz pública cosas que sucedan; mientras estén reporteadas seriamente. Entonces, lo que se debería investigar son las cosas que los periodistas denuncian, más que a los periodistas mismos. Además hay una suerte de hábito de descalificar a los periodistas por su trayectoria, por dónde escriben, por lo que reportean, sin fijarse bien en cómo están haciendo el trabajo. Ése es un problema, porque habiendo un monopolio desde hace décadas en los medios de comunicación en Chile, como una suerte de parámetro de lo que debería ser el periodismo, no se entiende que los periodistas no somos relacionadores públicos de ningún gobierno ni de ninguna entidad. Entonces, todos los nuevos medios que van saliendo, o distintos, a mi no me gusta hablar de la “prensa alternativa”, yo encuentro que es un error, porque no es como que la prensa “alternativa” sea una alternativa a la realidad o seriedad que debe tener el periodismo, sino que son medios emergentes o más pequeños. Pero hay un permanente ninguneo de esos medios, como si no fueran realmente válidos. Eso me preocupa, porque ha habido muchas décadas de monopolio de las informaciones y de la forma de hacer periodismo.
¿A qué atribuyes este monitoreo a tu persona en específico?
Yo he hecho muchas solicitudes de transparencia al Ejército, por distintas investigaciones. Algunas veces me entregan las cosas, sorpresivamente, y otras veces, la mayoría, la información no existe o la respuesta es parcial. Pero es muy común que el Ejército siga guardando sus espaldas y cuidando su documentación. Yo creo que aún hay alarmas que suenan cada vez que pueden ver, por las solicitudes que uno hace o las entrevistas, que alguien está investigando tal o cual situación.
Todavía no hay un rompimiento de su propio pasado, ellos aún no lo hacen. En vez de decir bueno, ya han pasado varias generaciones y somos un Ejército nuevo, que es lo que ellos dicen, que no tienen nada que ver con el Ejército de hace 40 años; en la práctica no es evidente esa ruptura. Siguen preocupados de lo que se está investigando respecto de su pasado, de oficiales que están todos en retiro, fallecidos o presos, pero sigue habiendo una suerte de resguardo de esa imagen histórica. No dan esa señal de ser un nuevo Ejército si siguen distorsionando la realidad a través de negar el acceso a la verdadera historia y la documentación.
¿Crees que el Ejército todavía tiene cosas que esconder?
Hay un montón de cosas, montones. Hay muchas cosas que no se han sabido. Especialmente porque la DINE heredó todos los archivos de la DINA y la CNI, que después destruyó, pero no creo que hayan destruido todo tampoco. O sea, siendo la entidad heredera, además, de muchos de sus oficiales y civiles, no es que haya terminado la dictadura en el año ’90 y se acabó todo. Hay rastros del pasado y hay mucha información que yo creo que todavía no se sabe.
Juan Cristóbal Peña: “Vivimos en un sistema donde la libertad de prensa está en cuestión y es amenazada sistemáticamente”
El periodista Juan Cristóbal Peña es el autor de los libros “Los fusileros” (2007), “La secreta vida literaria de Augusto Pinochet” (2013) y “Jóvenes pistoleros” (2019), todas investigaciones relacionadas con la dictadura de Pinochet y la transición. Cuando fue espiado por el Ejército, trabajaba en su último libro “Jóvenes pistoleros: Violencia política en la transición”, en donde rememora la vida de los frentistas Ricardo Palma Salamanca y Miska Brzovic.
“Es absolutamente inaceptable y es bastante inexplicable para un sistema que se jacta de ser una democracia. Más aún considerando que en estos hechos hay responsabilidad no solo de las instituciones que han practicado estos actos de espionaje y hostigamiento, particularmente en el caso de Mauricio Weibel, sino de las autoridades que están a cargo de esas instituciones que son, supuestamente, las autoridades civiles. Acá ha habido complicidad en ese sentido. Uno podría decir también, diciéndolo de manera suave, que aquí ha habido negligencias de parte de la autoridad civil al, primero, no tener control sobre lo que hacen las instituciones que tienen a cargo y, segundo, al no regularlas y no condenar con mucho mayor énfasis lo que se ha sabido”
¿Cómo interpretas que ocurran este tipo de prácticas contra periodistas en una democracia?
Es de la mayor gravedad, toda vez que hasta ahora las autoridades políticas de gobierno han hecho la vista gorda. Frente a estos últimos antecedentes no se han manifestado en lo absoluto, como si no tuvieran parte en este asunto. En una democracia sana y robusta, lo ocurrido con Mauricio Weibel y con este grupo de periodistas sería un escándalo, motivaría explicaciones, acciones, querellas contra los responsables y, por cierto, también renuncias, por no estar cumpliendo las funciones para las cuales son designados. Entonces, creo que lo más preocupante es la normalización de ciertos hechos de hostigamiento y acoso a la prensa que, me parece, no hay que verlos de modo aislado sino que en el contexto de en qué manera la libertad de expresión y la función de la prensa han estado seriamente dañadas en los últimos años. Especialmente en el contexto del estallido.
Han surgido muchas denuncias de profesionales de la prensa que han sido atacados o agredidos por agentes del Estado en marchas, por ejemplo. ¿Cómo ves el estado de la relación entre el periodismo y la autoridad en Chile?
Lo que traslucen estos últimos antecedentes, en su contexto, es una muy preocupante cultura de la impunidad y un muy bajo nivel de respeto a los estándares mínimos sobre la libertad de expresión. Más aún de autoridades de gobierno que ponen el grito en el cielo con gobiernos que no respetan la libertad de expresión, como Venezuela, pero hacen la vista gorda de las falencias que ocurren en su propia casa. En ese sentido, ha habido una suerte de normalización de un sistemático acoso, agresiones, hostigamiento y descrédito por parte de autoridades, por parte de uniformados, particularmente de Carabineros, hacia representantes de la prensa. También hay que sumar a eso, por eso digo que hay que ver el contexto, las últimas presiones que hemos visto, tanto veladas como manifiestas, hacia medios de prensa que se han mostrado no críticos con el poder, no solamente eso, sino que se han mostrado en el rol que les corresponde, que es escrutar al poder.
Entonces, cuando vemos constantes manifestaciones de disgusto, cuando vemos presiones tácitas o explícitas hacia editores, dueños o ejecutivos de medios de prensa por parte del gobierno, en el contexto en que estamos hablando, quiere decir que hay una lesión importante del respeto mínimo a la libertad de expresión que, a fin de cuentas, es una característica de la democracia. En ese sentido me parece que hay una responsabilidad importante del gobierno, en particular del que está en ejercicio, pero también del resto de las autoridades e instituciones, donde nos hemos acostumbrado a vivir en un sistema donde la libertad de prensa está en cuestión, y es amenazada de manera sistemática y permanente.
Javier Rebolledo: “Prefieren ver a los periodistas como amenazas”
El periodista Javier Rebolledo es autor una serie de libros entre los que destacan “La danza de los cuervos” (2012), “El despertar de los cuervos” (2013) y “A la sombra de los cuervos” (2015), todas acabadas investigaciones sobre los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet. En su último libro, “Rati” (2021), habla sobre el rol de “La Oficina” durante los gobiernos que siguieron a la dictadura. Fue durante la investigación para su libro “Camaleón, doble vida de un agente comunista”, cuando fueron requeridos sus antecedentes por funcionarios del Ejército.
“Creo que habla de una institución que no salvaguarda la seguridad nacional, sino más bien funciona con el principio de intentar cuidarse a sí misma frente a determinadas amenazas. Es decir, en vez de tratar de cambiar y mejorar algunas cosas, prefieren ver a los periodistas como amenazas, y en circunstancias en que los periodistas estamos para develar corrupción, violaciones a los derechos humanos, etcétera, y no para amenazar la seguridad nacional”.
De todas maneras hoy en día pareciera ser un tema transversal al ejercicio del periodismo ¿cómo ves el estado de las relaciones entre el poder y la prensa?
Es peligroso, es peligrosa esta falta de respeto, estos llamados telefónicos porque un periodista dijo algo que le molestó al Presidente de la República y todos estos llamados o seguimientos medio mafiosos. Vemos que funcionan más bien con una lógica de la mafia, no con una lógica de Estado. Si un Presidente de la República se sintiera agraviado, amenazado o siente que un periodista está haciendo mal su trabajo, tendrá los mecanismos legales para hacerlo. Si un jefe de Estado Mayor o integrante del Alto Mando considera que un militar como Rafael Harvey lo está injuriando, tendrá también los mecanismos legales para denunciarlo. Pero no vas a estar con llamados telefónicos o mandando amigos, o amigos de amigos, que la hija de Pedro Pablo Díaz, el amigo del “Kiotazo”, o el general amigo que habla con el director del DINE para hacer seguimiento a tal persona, o el director del DINE que termine engañando a un ministro de la Corte de Apelaciones para poder pincharle el teléfono a Mauricio Weibel, diciendo que es una agente extranjero con nombre de mujer. Lo encuentro preocupante, porque funciona en la lógica de los amigos y los enemigos, pero como tipo mafia.
¿A qué atribuyes eso?
Tiene que ver, básicamente y aunque suene duro, con falta de valores fundamentales. Porque la inteligencia finalmente funciona como un organismo de información y de poder que beneficia a las élites, no al bien común. Es decir, cuando uno ve que un director de inteligencia está engañando a un ministro para proteger a un comandante en Jefe o algún miembro del Alto Mando, ahí lo que está actuando es una actitud corporativista para proteger a ciertos integrantes de una institución y no para limpiarla, que es lo que uno esperaría del Ejército. Están haciendo con la inteligencia lo contrario que uno esperaría, y en un tema tan delicado. Por eso me parece que es falta de valores fundamentales: dignidad, aprecio por la verdad, solidaridad, templanza. Falta de las cuestiones básicas y elementales que te pueden enseñar en tu casa. En estos estadios que son superiores y complejos, donde hay múltiples intereses en juego, todas esas cosas se ven puestas a prueba y, lamentablemente, yo considero que llegamos a un sistema de choclonaje y de amigos-enemigos bastante miserable, en el cual lo que reina y lo que campea es la protección a la corrupción y los amigos independiente de que puedan ser corruptos o no.