Publicado por Tiempo Robado editoras, Si muere Duchamp es un ensayo profundo y vertiginoso que rescata a partir de quién fue el autor –o autora– del gesto de introducir en 1917 un urinal como obra de arte en la primera muestra de la Sociedad de Artistas Independientes, los mitos que conforman el material con el que se urde el relato patriarcal. La fuente es el título del controvertido artefacto, catalogado como ready made por ser un objeto cotidiano situado en el plano del arte, que fue presentando bajo el seudónimo de R. Mutt que habría utilizado Marcel Duchamp deliberadamente, por su papel en el comité organizador de la exposición y que correspondería a un acertijo conceptual con el nombre de la fábrica J.L. Montt Iron Works en la que adquirió el elemento, según consigna la profesora Arrieta en su texto.
La duda sobre la autoría de esta obra lleva décadas instalada. Pero, ¿fue Marcel Duchamp realmente un genio creador?, ¿qué ocurriría si el célebre urinal no hubiese sido su obra, sino de la baronesa Elsa von Freytag-Loreingghoven, una artista y poeta dadaísta? Estas son algunas de las preguntas con las que la autora, retomando las interrogantes formuladas por la teórica del arte Linda Nochlin, vuelve a releer este hito en la historia del arte contemporáneo transitando por distintas tensiones en torno a la figura de uno de los artistas más destacados de la segunda mitad del siglo XX, mientras que las obras y el quehacer de las mujeres fueron renegadas y desestimadas.
“Una parte fundamental del texto es la descripción de un sistema dicotómico, que asigna características que se asocian con lo masculino. Lo racional, lo objetivo y lo universal. Es esta configuración la que silencia a las mujeres. Se da por hecho que ellas no ostentan esos valores, por lo que sus voces y opiniones no son escuchadas, no tienen importancia. Justamente porque se conciben como emocionales, subjetivas, privadas y todo eso que al poder le parece insignificante”, sostuvo la académica agregando que, tras la lectura de la novela Recuerdo del futuro de Siri Hustvedt, se sumergió en las conjeturas que rodean la autoría de esta obra.
En la versión oficial, el vínculo de Marcel Duchamp con esta pieza fue un rumor desde mediados de la década del ’30 y en los años ’50 aceptó su autoría. Sin embargo, en una carta que el artista escribió a su hermana Suzanne el 11 de abril de 1917, dos días después de que el urinal fuese rechazado en la exposición por su carácter rupturista, él escribió: “una amiga mía, usando un seudónimo masculino, Richard Mutt, presentó un urinario de porcelana como escultura. No fue nada indecente. No hay razón para rechazarlo”. Nunca se aclaró quién era la autora, pero este trabajo performático era similar al que realizaba la baronesa Elsa von Freytag-Loreingghoven, así como la caligrafía de la firma que acompañó a La fuente. Éstas son algunas de las anécdotas retratadas en este libro que tendrá su lanzamiento en abril, instancia que será informada a través de las redes sociales de Tiempo Robado editoras.
“El mito se ha construido aún por sobre Duchamp, que al final no veía en los ready made más que un juego de provocación. Lo que planteo en el libro es que la historia del genio necesita poner en el centro y alimentar esa figura masculina, occidental, blanca y heterosexual, que proviene de la estructura patriarcal. Ese paradigma es el que hace que cualquier elemento que insinúe algo distinto a lo oficial, no se toma en serio porque es peligroso. Asimismo ocurrió con la carta de Duchamp a su hermana, de la cual se supo en los años ’80. Era más fácil considerarla como parte del juego del artista que como una pista reveladora”, señaló la autora destacando que, en este ejercicio de poder el genio “tiene mucho de religioso, puede explicar todo y eso es muy grave”.
En el texto habla de otros cruces que se pueden abordar desde la figura de Duchamp, como lo que ocurrió en el caso de Martín Pradenas. ¿Cómo se genera este vínculo usando el concepto del “gran hombre” que, desde las artes, permite analizar este proceso desde el punto de vista jurídico?, ¿cómo opera el argumento ad hominem?
Tomé ese concepto de un argumento que usó el abogado de Martín Pradenas, acusado de la violación de Antonia Barra y varios hechos criminales más, para defenderlo durante la formalización. Él quería decir que, en este caso, se estaba juzgando al hombre y no al hecho, que los prejuicios sobre su persona no permitían ver con objetividad los hechos. Pero, por otro lado, vemos que ese mismo razonamiento ha servido para culpabilizar a mujeres que son víctimas de la violencia de género. En el caso de Nabila Rifo, por ejemplo, se hicieron públicos aspectos de su vida privada para culpabilizarla del ataque que sufrió por parte de su exmarido. Entonces, mientras para un hombre el argumento ad hominem es injusto, para una mujer parece perfectamente razonable. Eso está totalmente instalado. Y es bien aberrante porque no son historias sueltas. Son personas con una vida que se ve truncada de la manera más arbitraria.
Parte de tu biografía constituye el cuerpo de esta obra. En ese contexto, ¿por qué es importante relevar la voz del “yo” feminista?
Al comienzo no estuve segura de incluir esas historias personales, justamente por temor a que la reflexión perdiera espesor intelectual. Es interesante, porque es justamente lo que critico en el texto. Es un paradigma tan poderoso que es difícil escapar de él. Finalmente, decidí incluirlas porque esas historias no tienen nada de particular o excepcional, son experiencias totalmente normalizadas en nuestras vidas. Y podrían parecer una anécdota aislada, pero no es así. Son constitutivas de esta gran estructura. Son pequeñas violencias, podríamos decir, pero sus motores son los mismos que guían las más graves, como podrían ser la violencia sexual o el femicidio. Que opinen sobre tu cuerpo en la calle, por ejemplo, podría parecer una pequeñez cotidiana, pero no lo es tanto cuando piensas que todavía estamos luchando por el aborto libre. Detrás de estas dos situaciones está el mismo fundamento: que hay cuerpos tutelados, en los que deciden otros. Y la violencia de eso es extrema. En el fondo, nos están diciendo que aún no tenemos las facultades para decidir por nuestros destinos, igual como se argumentó cuando las mujeres no podíamos votar. Hay asuntos que parecen superados, pero no lo están. Ahí radica la actualidad del feminismo, sobre todo cuando logra entender esa violencia desde una perspectiva más compleja, que incluye a mujeres trans, migrantes e indígenas, por ejemplo. No se puede entender una opresión por sobre la otra. Es una lucha radical por transformar la realidad en todos los sentidos posibles.
La reflexión final de este libro apunta a que no basta sólo con reescribir la historia, sino más bien que debemos imaginar nuevas formas de hacerlo. ¿Cómo vislumbra este nuevo escenario desde el feminismo?
Esta división dicotómica de la vida podría caer en la trampa de reemplazar a los genios por genias, y eso sería lo mismo, pero con otros nombres. Lo que el feminismo propone es que ya dejemos de hablar de genios y entendamos la realidad en toda su complejidad. Es importante rescatar el trabajo de las mujeres a lo largo de la historia, pero no para convertirlas en genias, sino para construir un presente donde no existan unos que opriman a otros.
Paula Arrieta Gutiérrez (Santiago, 1982) es artista visual. Doctora en Historia y Teoría de las Artes y académica del Departamento de Teoría de las Artes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.