Todo discurso aspira a cambiar la realidad a favor de quien lo dice. Es un poder, como el de los poetas semidioses que creían tener la potestad de construir mundos a través de la palabra. Cuando ese discurso proviene de la más alta autoridad del Estado en un país presidencialista y con transmisión en cadena de los medios de comunicación masiva, el poder es exponencialmente mayor. Entrando en materia, el Presidente ayer tenía una enorme oportunidad de haber reconstruido la realidad a través de su palabra. Pudo haber reordenado el devenir político del país e intentar recuperar el control de la agenda; pudo haber intentado recuperar la conducción y la cohesión de su coalición o pudo decir algo para el juicio de la Historia, ya que era su última vez. Pero no hizo ninguna de las tres cosas ¿Cuál era entonces la estrategia detrás del discurso?
Esta columna no tiene la pretensión de hacer un análisis retórico, sino de hacer señalamientos a la luz de los hechos. En lo que podríamos llamar la coyuntura, el devenir político al que hacíamos alusión en el párrafo anterior, podemos constatar que evidentemente el Presidente no tuvo logros. En este plano, la ciudadanía y la opinión pública claman por anuncios en dos ámbitos: las ayudas sociales y lo que ayer la presidenta del Colegio Médico, doctora Izkia Siches, llamó la gobernanza de la pandemia. El anuncio de un fondo para el Covid, lo más parecido a lo recién descrito, es más un planteamiento operativo que un cambio de timón. Así, y como lo señalaron dirigentes de las oposiciones, el Presidente pareció más bien esquivar el liderazgo, en vez de asumirlo. No es casual que su alocución haya resucitado un nuevo retiro de las AFPs, opción que aparece cada vez que el Gobierno no ocupa el espacio de acción que le compete.
En relación a la coalición, es evidente que el anuncio del matrimonio igualitario fue una bomba en el centro de Chile Vamos. O uno de esos aluviones que dejan una enorme zanja entre dos orillas. Más allá de la opinión sobre el proyecto, cuesta encontrarle racionalidad política al anuncio. El Gobierno se opuso a avanzar en esta materia durante todo el periodo presidencial y no parece estar a estas alturas en condiciones de ganar apoyos en la comunidad LGTBI o en otros sectores, pero a cambio llegó con un anuncio a última hora, que ni siquiera estaba en la versión original del discurso y que terminó siendo calificado por algunos parlamentarios del sector como una “traición”. Así, la coalición está más desunida y la desafección de los dirigentes de la derecha con el Presidente es hoy mayor que antes de la lectura del mensaje.
Respecto al juicio de la Historia, el Presidente no optó por decir nada sustantivo. Pudo ser el Piñera de derecha progresista de la década del 90. O el que habló de los cómplices pasivos para los 30 años del Golpe Militar. O el presidente neoliberal del primer gabinete de su segundo periodo. O un defensor del orden establecido, impugnado masivamente desde octubre de 2019. En este último plano el Mandatario esbozó reconocerse con un continuador del camino iniciado por Aylwin, lo que equivaldría a ser el quinto presidente de la Concertación. O de la transición. Pero aquel relato debería ser consistente con otras medidas o estrategias comunicacionales que lo respalden, para que no sea decir algo simplemente por decirlo.
En resumen, asistimos ayer a un discurso que no modificó para el bien del Presidente la realidad. Probablemente, su principal consecuencia es que deba enfrentar hoy día el incendio en su coalición, luego del anuncio del matrimonio igualitario.