Uno de los debates que ha generado mayores controversias durante este año y medio de pandemia ha sido la realización de clases presenciales, pues si bien la situación sanitaria ha hecho imposible el regreso a las aulas, desde el Ministerio de Educación ha existido una marcada postura de insistencia para la volver a la presencialidad.
Y es que el asunto es complejo, no en blanco y negro. Más allá de la posibilidad de contagios de COVID-19, la educación a distancia con las brechas socioeconómicas, tecnológicas y educativas que existen en Chile desde antes de la pandemia generan una serie de efectos en una parte de los estudiantes.
La académica de la Universidad de Chile e investigadora principal del estudio “Vida en Pandemia”, Irma Palma, abordó en conversación con nuestro medio la situación que se ha dado en torno este debate.
“Los efectos del cierre no son efectos directos, son colaterales de la pandemia y, sin embargo, los efectos suelen ser concebidos como universales, como si fuesen derivados directamente desde el cierre de las escuelas, y en realidad no lo son. Y en el hecho no lo están siendo, no es una experiencia común a todos los estudiantes, no se encuentran los niños, niñas y adolescentes expuestos a sus efectos de la misma forma, ni en las mismas medidas, ni por las mismas razones. Los efectos son efectos colaterales y no golpean de la misma manera a cada estudiante en el mundo”, explicó la doctora en Psicología.
Asimismo, la académica de la Universidad de Chile expresó que las medidas que se estabilizan los sistemas educacionales y se reorganizan tienen que ver con elementos que les preceden, pero también con la respuesta en el campo de educación a las crisis.
“Les preceden en el caso nuestro una profunda desigualdad en el sistema educacional, que va desde los aprendizajes hasta disponer de internet o un PC (…) Y, al mismo tiempo, la profundidad de la desestabilización y reorganización tiene que ver con los diseños de la respuesta en el campo de la educación. Por lo tanto, allí tiene que ver con lo que se hizo o se hace, y con lo que se deja de hacer, aquello para lo cual diseñamos estrategias correctas y aquello donde erramos”.
“Si son efectos colaterales no son enteramente inevitables, son evitables y, en ese sentido, la respuesta a la crisis educacional es crucial. Ése es, yo creo, el debate en la sociedad chilena en este momento”.
Migrar – retornar
Según explicó la académica Irma Palma, las políticas educativas en materia de suspensión de presencialidad en Chile podrían dividirse en dos, por un lado las universidades enfocadas en migrar, y por otro, el Ministerio de Educación apostando en retornar.
Desde las universidades se cerraron los establecimientos de forma temprana e indeterminada, definiendo un horizonte a mediado plazo no solo asociado a la evolución de la pandemia, optando de inmediato por migrar por lo menos un semestre a las clases a distancia, asociando a ello una serie de estrategias internas que permitieran este desarrollo.
En tanto, desde el Mineduc se suspendieron las clases de forma posterior, bajo presión, y por dos semanas, con un constante enfoque de fechas para retornar a clases, esto motivado en dos problemas: la profundización de las brechas y los daños socioemocionales para los estudiantes.
“El Ministerio desde temprano apostó a la tesis del retorno, y su evaluación probablemente se basó en parte con el diseño gubernamental de un escenario de la crisis que podría haber hecho pensar que la pandemia sería controlada rápidamente (…) El Ministerio no se equivoca cuando sostiene que la crisis producirá daño y que el cierre de las escuelas producirá ese daño. El punto es que si ese daño corresponde estrictamente a las escuelas cerradas o corresponde también a la respuesta al cierre de las escuelas”, manifestó Palma.
A ello la académica complementó: ¿Qué quiero decir? ¿Es que no era pensable enfrentar la vida socioemocional de los niñas y las niñas y evitar daños estando en un modelo educacional a distancia, eso no era posible? En el aumento de las brechas, ¿Qué habría que haber hecho en una situación de crisis para evitar eso al máximo? Y en ese sentido, ¿Cuánto se aseguró a los niños, a las niñas, a estudiantes en general del sistema estatal el acceso a internet de calidad, el acceso a computadores o tablets, al soporte emocional? ¿Cuánto se hizo para que los niños y niñas permanecieran vinculados con sus compañeros?
Junto a ello, Irma Palma destacó que la estrategia en el caso de los colegios se vincula también con el acompañamiento de un adulto hacia los niños, niñas y adolescentes en su educación remota, por lo que ineludiblemente este tipo de diseños se vincula también con la forma en que para los padres, madres o tutores se generan condiciones para el cumplimiento de sus confinamientos, teletrabajos o labores propias asociadas a la estadía de los estudiantes en el hogar.
“El punto es que el Ministerio no operó con un diseño alternativo al retorno a clases”, afirmó la investigadora del proyecto Vida en Pandemia.
Finalmente la académica expresó que ante la ausencia de legitimidad que tiene hoy el Ministerio de Educación, se encuentra en una situación “extremadamente difícil”, en que es urgente rediseñar. Ahí, un elemento importante podría ser hacer un diseño de máxima flexibilización en términos de localidad, dando posibilidad a que los servicios locales de educación, los municipios y las mismas escuelas puedan hacer sus diseños de emergencia para enfrentar el panorama actual.
En el marco de este debate es que desde el estudio “Vida en pandemia” se hicieron parte del panel organizado por COES y DESOC realizado este viernes, en el que se abordaron las lecciones de la educación en cuarentena.
El detalle de esta discusión se puede revisar a continuación: