La actriz Shenda Román (92) atiende de manera puntual a esta entrevista. Contesta energéticamente el teléfono y su voz se alza como una flecha capaz de remecer a cualquiera. Dice que desde muy temprano está siguiendo los pormenores de la Convención Constitucional, que se siente esperanzada con el proceso y que por fin el pueblo, su pueblo querido, está luchando por sus reivindicaciones.
La actriz se entusiasma al conversar sobre este hito y también se toma unos momentos para agradecer el apoyo que ha recibido su candidatura al Premio Nacional de Artes de la Representación 2021, postulación que es respaldada por el Sindicato de Actores y Actrices de Chile (Sidarte), la Corporación Cultural Artistas del Acero de Concepción y el Teatro Nacional Chileno, entre otros.
“Este reconocimiento no es sólo por mi currículum. Hay un gran apoyo de la gente del pueblo, de los compañeros y no compañeros. Se produce una cosa muy bonita con esto, que es sentirse no equivocada con esta apreciación de creer que me lo merezco. Ha sido muy gratificante”, comenta la actriz.
Las palabras de Shenda Román también se entrelazan con la historia del teatro chileno. Recuerdos y anécdotas configuran, de ese modo, un relato en el que emergen figuras como Pedro de la Barra, Raúl Ruiz y Víctor Jara. Este ejercicio es natural. La misma intérprete lo sabe. Ella ha sido una trabajadora incansable de las artes y su labor ha quedado plasmada en obras como Tres tristes tigres de Raúl Ruiz y El Chacal de Nahueltoro de Miguel Littin, entre otros.
Para la actriz, la pandemia tampoco ha sido un motivo para bajar los brazos. Junto con los compromisos propios de su postulación al Premio Nacional, también se ha dedicado a escribir un libro que presentará una vez que puedan retomarse las actividades presenciales. Ella misma define este trabajo como un proyecto de “semi ficción”, en el que se lanzará con una reflexión sobre su trayectoria y las luchas en contra del machismo.
“Soy feminista y me encanta serlo”, afirma, adelantando parte de esa publicación. “Es algo sobre los sentimientos, recuerdos de ver a tantas mujeres sufrir en el exilio ese horror grande de luchar para nada, para que después los mismos que se creían revolucionarios se encontraran muy bien atendidos”, dice.
“No existe una mujer que diga, nunca un hombre me maltrató mentalmente, es decir, hay cosas que la mujer nunca las va a contar. Tampoco yo las cuento tan directamente, pero las mujeres hemos estado demasiado calladas para tanto atropello”, añade.
¿Cómo surge su pasión por el teatro?
Entré muy joven a trabajar en el Municipal, que es tan bello e imponente, y lo primero que vi fue una obra: La muerte de un vendedor de Miller. Altiro quise subir al escenario y seguir estudiando. Ahí conocí cómo era actuar bien, cómo funcionaba todo el elenco. Quedé demasiado entusiasmada.
Pero usted parte en el radioteatro…
Claro, en mis tiempos el radioteatro era de actuación, disciplina, pensamiento, porque si teníamos 17-18 años, no podíamos tener una gramática o un lenguaje equivocado, es decir, si decíamos una palabra mal, había un compañero que, con todo respeto, te iba a corregir, porque en el radioteatro la pronunciación es importantísima.
Y, ¿cuándo se decide por completo a seguir esta carrera?
Estamos hablando del año 40 y tantos. En ese momento debo haber tenido 18 años y fui invitada a la escuela secundaria de arte escénico que fundó Pedro de la Barra con un grupo de profesores que salían del pedagógico u otros que estaban estudiando, pero se dedicaron a formar un teatro, que era el Teatro Experimental. Esa escuela secundaria funcionaba desde las 7 de la tarde hasta las 11 de la noche para no interrumpir los estudios de quienes estábamos terminando las carreras del segundo ciclo de la educación formal.
¿Cómo era trabajar con Pedro de la Barra?
Maravilloso. Era un gestor de teatro increíble. No descansaba nunca, echando el teatro para adelante. Lo contratan en el norte y en el sur. Fueron tiempos gloriosos para el teatro. Es muy bonito todo lo que sucedió ahí. Pedro de la Barra fue el gestor de todo el arte en Chile.
Usted también estuvo presente en producciones de Raúl Ruiz, ¿cómo fue esa experiencia?
Era bien geniecito, muy espontáneo y creador. Nosotros lo respetamos mucho. Cuando he vuelto a ver sus películas en festivales, las encuentro bastante buenas, pensando en la edad en que trabajamos todos.
¿Qué era lo que más le motivaba a la hora de participar en uno u otro proyecto teatral?
He trabajado más de 70 años y eso con relación al pueblo. El arte lo entendí siempre así y el teatro lo intensificó por completo. Si nosotros escribimos o actuamos o dirigimos o enseñamos es con temas del pueblo. La sociedad es la que presentamos en el escenario, no inventamos nada y, si lo piensas, en todas partes del mundo el arte ha sido propiedad de la izquierda, de las mentes progresistas, pensantes, de las mentes que necesitan entender el medio en que se está viviendo, el contexto político
Usted también fue maestra en Concepción, ¿cómo recuerda esa etapa en su carrera?
Fue una experiencia hermosa, una experiencia de nuevas gentes, nuevos compañeros, otro Chile, porque el sur es distinto. El triunfo de ese teatro era tan grande que los periodistas en Santiago nos pedían, por favor, que les avisáramos a tiempo sobre los estrenos para poder ver cómo viajaban a ver las presentaciones y regresar a Santiago y hacer sus críticas. Entonces, había gente seria haciendo crítica, no dos o tres amigos “de”. Eran tiempos de entrega total, mutua, de generosidad con el periodismo y el artista. El mismo Mercurio publicaba todos los espectáculos, independiente de si éste era de izquierda, anarquista, tira piedras, de derecha, aunque nunca hubo alguien de derecha que hiciera arte como hicimos nosotros y no ha salido nadie hasta ahora. Al final, estuve cuatro años allá, desde el 60 al 64 y nos echaron a todos por izquierdistas. Llegó un rector que era más facho que no sé qué y nos echó a todos altiro. Pero en Concepción nunca hubo tanta gente en los teatros como en esos años.
¿Cómo vivió el periodo de la Unidad Popular?
Fue de lucha y más lucha. Yo vivía en Carlos Antúnez, en Providencia, en unos edificios muy bonitos que alguna institución, no recuerdo ahora su nombre, entregó a las personas de escasos recursos dentro de la clase media. Ahí caímos varios actores, pero éramos apenas 21 departamentos de izquierda fuerte, luchando. Muchos también estaban en silencio o no se hacían notar porque tenían miedo. Y la Democracia Cristiana salía a atacarnos y hacer que se notara que nosotros éramos revoltosos. Pero los revoltosos eran ellos. Fue un periodo muy fuerte de lucha y de cesantía también. Lo único inteligente que le he escuchado a Piñera es hablar sobre los cómplices pasivos y ahí estaban. En ese tiempo, ellos eran cómplices y no tan pasivos. Eran el brazo armado o el brazo molesto en los barrios de la predictadura.
Cuando se viene el Golpe de Estado, ¿cómo fue ese momento para usted?
Atroz. El Golpe de Estado fue una desbandada, porque había que protegerse, cuidarse. A mi me fueron a buscar varios jóvenes luchadores y me sacaron de Providencia con los niños. Yo ya no podía vivir ahí. Me atacaban, me empujaban. Yo me defendía como gato de espalda, pero no era suficiente, porque era muy feo todo. La Democracia Cristiana actuaba así y la derecha se arrinconaba muerta de la risa, porque tenían todo listo y animaban a las Fuerzas Armadas para que se armaran contra el pueblo, pero los otros tontitos se pusieron al frente. Después estaban bien arrepentidos y empezaron a llorar y sufrir y también fueron atacados, porque pensaron que se salvarían por el hecho de haber sido amigos de este pre golpe.
¿Cómo se empieza a fraguar su exilio en Cuba?
Inmediatamente. A casi cuatro meses. Todo el mundo fue echado de sus cargos. Literalmente, nos echaron a todos. Miles de chilenos en todas las instituciones. Además que nos perseguían. Por esos días habían matado a Víctor Jara y perseguían a los actores conocidos. A mi me molestaban mucho. Estuve en la semi clandestinidad, porque tenía tres niños muy jóvenes, chiquititos, y me sacaron a Buenos Aires y de ahí a Cuba. Quedarnos era darle más trabajo a todos estos asesinos.
Respecto de la nueva Constitución, ¿cómo ha seguido este proceso?
Todo el día estoy pendiente. No me muevo. Estoy frente al televisor desde las 9:30 de la mañana y muy molesta de que no se llegue a tiempo y no empiece el trabajo de la Convención a la hora. Toda esa gente que luchó para ser elegida tiene que llegar a la hora y cansarse. Mala suerte. Aquí no entienden nada. El Gobierno no entiende que la mejor ganancia que puede tener es un pueblo pensante, activo, que está entendiendo las formas de cómo se maneja una verdadera democracia.
¿Qué expectativas tiene de este proceso?
Tengo muchas expectativas y más encima soy muy utópica. O sea, que esté todo lo noble, todo lo que sea mejorar el sistema, mejorar cultura, mejorar el alma del chileno para que se sepa respaldado. Que el país entero sea mayoría en cuanto a la decencia, la disciplina, la inclusión. En este país hemos estado totalmente pasados a llevar y durante todos estos años y en todos los gobiernos sucios que hemos tenido. Todos los chilenos honrados, honestos queremos que se nos respete, que no haya ese clasismo asqueroso de este país.